En la prensa

La cacería del Rey pone a los safaris africanos en el objetivo

ElEconomista.es/Reuters – Ed Stoddard, Johannesburgo

Si el Rey de España abatió a un elefante en Botsuana durante su polémica cacería, sería uno de los alrededor de 150.000 que pastan en el país del sur de África, por lo que no se puede decir que el monarca estuviera contribuyendo a la extinción de la especie.
Pero la cacería ha puesto un foco poco deseado sobre el mundo de la caza de elefantes en África, un sector que algunos argumentan es necesario para mantener controlada la población pero que otros ven como un pasatiempo obsceno de los ricos desocupados.
Tras ser dado de alta el miércoles del hospital madrileño en el que se le implantó una prótesis de cadera tras fracturársela en una caída accidental en Botsuana, el rey Juan Carlos I pidió perdón por un viaje que ha creado polémica en un país que sufre una profunda crisis económica.
No se sabe si abatió a un elefante en su viaje, pero los medios hicieron circular una fotografía de él en el que se le ve posando delante de un elefante muerto que aparentemente fue colgada en una web de safaris y que fue tomada en 2006. La foto fue posteriormente retirada de la web.
El mismo malestar se produjo con la publicación de unas fotos de los hijos del magnate estadounidense Donald Trump posando con animales que habían cazado en Zimbaue.

Caza legal
Muchos de los animales cazados legalmente en África como trofeos no están en peligro, o al menos no en países como Botsuana, Sudáfrica y Zimbaue, donde se permiten tales actividades.
Tomemos como ejemplo Botsuana, el principal productor mundial de diamantes, que también una elevada población de elefantes.
Según una estimación de 2007 del Grupo Especialista en Elefantes Africanos para la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UIDN) – considerado por los expertos como el que tiene más autoridad -, Botsuana tenía al menos 133.000 elefantes, pero la cifra «probable» es de unos 150.000.
Con una población humana de dos millones de personas, Botsuana tiene el ratio más alto elefante-hombre de África, con un animal por cada 14 personas. Ecologistas y cazadores dicen que el creciente número de elefantes está contribuyendo a reducir los bosques e incrementar los desiertos.
«Tienen que sacrificarlos. Ese es el propósito de permitir que la gente los cace», dijo Mike Cameron, veterano profesional de la caza en Sudáfrica que ha sido guía en muchos safaris a Botsuana. En áreas en torno al parque nacional Chobe, en el norte de Botsuana, «puede verse la pérdida total de gran parte de la selva», añadió.
Sin embargo, la caza está teniendo pocos efectos sobre la población de elefantes del país. Según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES, por sus siglas en inglés) – el tratado que regula el comercio mundial de animales salvajes -, la cuota de Botsuana de exportación de colmillos ha sido de 800 en los últimos años, es decir, 400 elefantes muertos.
Fuentes del sector de la caza dicen que el precio de una cacería de elefantes de dos semanas – con la licencia para abatir un ejemplar incluida – se sitúa en entre 60.000 y 70.000 dólares y suele excluir cosas como vuelos chárter a pistas remotas, así que el precio final puede subir bastante. Por comparar, el coste de una ascensión con guía a la cumbre del Everest, es de entre 35.000 y 100.000 dólares. Ambas suponen tanto dinero como empleos para países en vías de desarrollo.
Los defensores de los derechos de los animales y otros ecologistas critican especialmente la caza de animales por su inteligencia, con sofisticados sistemas sociales que los científicos aún están tratando de descifrar.
«Los estudios de comportamiento en África han mostrado que los elefantes sufren gravemente por actividades como la caza, las selecciones y la caza furtiva, no solo a nivel del animal individual sino a nivel de sociedad también», dijo Jason Bell, director del programa de elefantes del Fondo Internacional para el Bienestar Animal.

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