En la prensa

Las únicas ‘balas verdes’

La segoviana Bioammo ha diseñado una tecnología única, protegida por tres patentes, para fabricar munición biodegradable para caza y tiro deportivo sin sacrificar la calidad y precisión del disparo, publica elmundo.es.

En España, se disparan 400 millones de cartuchos cada año que necesitan entre 450 y 500 años para degradarse. «Si Carlos V hubiese disparado con los cartuchos actuales, hoy todavía nos los encontraríamos en el campo». Luis Enrique López-Pozas no bromea. De hecho, este problema le ronda por la cabeza desde hace unos ocho años. Tanto es así que dejó su trabajo como director general de una cadena hotelera para dedicarse de lleno a desarrollar una solución. Hoy ya puede decir que lo ha conseguido. Su empresa, Bioammo, ha obtenido tres patentes, que la empresa Taxo-Valoración, del grupo Tinsa, ha valorado en 104 millones de euros.

La compañía, con sede en Segovia, busca unir la biotecnología, la munición y el respeto al medio ambiente. ¿Cómo? Con un producto único en el mercado: la cartuchería biodegradable para caza y tiro deportivo. López-Pozas se declara «enemigo número uno de los plásticos». No es cazador, pero sí tirador. Así que un día se le encendió la «chispa» y se preguntó qué pasaría si el cartucho se biodegradase. «Existe una demanda real de conseguir una cartuchería deportiva limpia y no contaminante», subraya. Decidió entonces estudiar si existía alguna solución en el mercado. Pero, tras leer «cientos de patentes» a nivel mundial, descubrió que «no había propiedad industrial».

En 2015 tenía ya su primera patente y, hasta día de hoy, ha sumado dos más. Bioammo es capaz de fabricar perdigones 100% biodegradables, cartuchos biodegradables para escopetas y munición biodegradable para armas de fuego. «Ocupamos un nicho virgen en un mercado maduro».

La clave de su tecnología es la formulación del bioplástico. El mayor reto ha sido dotar a su material de las mismas características físico-mecánicas que un plástico convencional. «Hemos logrado que nuestro producto soporte las presiones y los estiramientos adecuados», señala el CEO y fundador de la empresa. Así ha conseguido respetar el medio ambiente «sin sacrificar la calidad y precisión del disparo». El origen del compuesto es vegetal. «Pasamos de macromoléculas sintéticas, que las bacterias no pueden digerir, a otras más cortas [monómeros] de origen vegetal», explica López-Pozas.

Que la clave de su tecnología sea el bioplástico, tiene otra ventaja para la empresa: facilita el proceso de fabricación y ensamblado. «Como el sistema de fabricación es el mismo que ya lleva funcionando en esta industria desde hace décadas, este proyecto no presenta ninguna barrera tecnológica de ensamblado y carga», señala.

De hecho, Bioammo ya está trabajando en la construcción de su primera fábrica y centro tecnológico en Santa María la Real de Nieva (Segovia) con una inversión de seis millones de euros. López-Pozas espera empezar la producción a mediados de 2017. Actualmente, cuenta con un inversor privado y la participación de Sodical, Junta de Castilla y león, para la constitución del capital social necesario para cerrar la financiación bancaria, aunque la empresa está abierta a nuevas peticiones de inversión.

Interés internacional

Hasta en las ventas es singular. Aunque la compañía aún no ha iniciado su producción a escala industrial, ya cuenta con una importante cartera de clientes e intenciones de compra de 63 millones de euros. En 2015, tras recibir la patente, el fundador de Bioammo acudió a la feria internacional IWA, que se celebra en Núremberg, y montó un pequeño expositor sin producto. «Firmamos precontratos por 23 millones de euros con empresas de 22 países», indica.

Un año después volvió al evento ya con prototipos físicos y la cifra de intenciones de compra creció hasta los 500 millones de unidades de cartuchos por un valor 63 millones de euros. «Es una prueba más del interés que existe en el sector y de que nuestro producto es único en el mercado a nivel mundial», concluye.

Publicado en elmundo.es.

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