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«Si no fuera por los cazadores, tendríamos que cerrar en invierno»

El hallazgo de una nueva especie de dinosaurio, el Arenysaurio, ha llevado a muchos curiosos hasta Arén, pero sus huellas son tan buscadas como el rastro de los jabalís. Cada fin de semana llegan más de medio centenar de cazadores a Arén y a otros pueblos de la provincia que mantienen bares y alojamientos abiertos todo el año por este recurso que permite fijar población.

«Si no fuera por los cazadores, en invierno tendríamos que cerrar», asegura Francisco Rodellar, del hostal Casa Castro de Alberuela de la Liena, en la sierra de Guara. Las mismas palabras las pronuncia Juan Antonio Pascual Anmella, de Casa Domenc de Arén, con el matiz de que podría trabajar en verano pero luego se tendría que ir y dedicarse a otra cosa.

«Muchos establecimientos viven de la caza, que genera dinero siete meses al año. Si no, mal», explica Alex Castell, de 31 años, que junto a su padre, Rosendo, gestionan el coto de Arén y otros del entorno. Además de la cuadrilla de unos 30 cazadores fijos, traen grupos de 25 o 30 de Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, País, Vasco, Navarra, Cataluña y Francia. De este modo, entre el tercer domingo de septiembre y el tercero de febrero que ha durado esta temporada, ocupan de viernes a domingo los alojamientos de Arén, Sopeira e incluso alguno en Puente de Montañana.

Abarcan una superficie de cerca de 100.000 hectáreas porque han cogido más cotos que se abandonaron tanto en Huesca como en Lérida, dado que el municipio es limítrofe. Los ingresos que genera esta actividad ayudan a fijar la población que tiene negocios, pero también incrementa las arcas públicas en beneficio de todos, puesto que por los cotos pagan «entre 40.000 y 50.000 euros al año a los 20 pueblos a los que pertenecen», indica Castell. Sabedor de que es una actividad polémica, recuerda que la labor de su cuadrilla evita daños en la agricultura y accidentes en la carretera N-230. Los propios vecinos les piden que vayan a cazar a determinadas zonas cuando tienen daños. «Estamos mal vistos porque mucha gente no sabe la labor que hacemos», comenta.

Con todo, la actividad no ha cesado. Todavía van a Cataluña porque allí la temporada acaba el último fin de semana de marzo. Ese día se despedirán con una cena en un restaurante de Arén; y entre el 6 y el 8 de abril se celebrará la feria de caza y el concurso de perros de rastro con el que definitivamente colgarán las escopetas. Y se acabarán las reservas.

«Si no hubiera tenido la caza, no hubiera hecho un hotel ni apartamentos», asegura tajante Juan Antonio, de Casa Domenc, un establecimiento que data de 1768. Con 17 años, y de eso hace ya 35, apostó por quedarse en Arén y asumir el negocio familiar, que amplió con un hotel y cinco apartamentos. «Aquí no tenemos, playa ni pistas de esquí y la gente por Puente de Montañana o los dinosaurios no se queda un fin de semana. Lo que atrae ahora son las pasarelas de Mont-rebei, pero eso funciona de abril a octubre», indica. «Estas fondas de pueblo se mantenían con los trabajadores a pensión, pero eso se ha acabado. Ahora la gente se vuelve a casa y come de fiambrera y todo hay que respetarlo. Así que la caza es lo que realmente tiene repercusión, no solo en mi casa sino en otras de Arén y de Sopeira. Rosendo y Alex están trabajando esto muy bien y cada vez viene más gente», señala.

De hecho, algunos de los cazadores también van a alojarse a Casa Bernat, en el núcleo de Sobrecastell, donde Pedro Barrabés ofrece 20 plazas. Aunque sus clientes acostumbran a ser grupos de amigos o familias que se reúnen para celebraciones, «esto es un complemento bueno y se ha notado mucho la gestión que hacen del coto. Es una actividad muy importante para la zona, porque también da negocio a los restaurantes, la gasolinera… Además, si no se cazara en la zona, con los jabalís que hay, esto sería una locura», comenta Barrabés.

En la Sierra de Guara, el barranquismo atrae a muchos franceses que llenan los establecimientos entre abril y octubre, pero el resto del año en Alberuela de la Liena tendrían que cerrar si no fuera por la caza. El abuelo de Casa Castro comenzó a traer a los primeros cazadores de fuera a dormir y ahora los nietos, Francisco José, de 32 años, y Carlos, de 24 años, trabajan ya con su tío Francisco y su padre José María en la gestión de varios cotos y en los únicos alojamientos del pueblo, en el que tienen hostal, un apartamento y viviendas turísticas. Como consecuencia, generan un puesto de trabajo todo el año y varios en temporada alta.

Trece fines de semana por temporada, puesto que van a cazar cada 15 días, traen grupos de 30 o 40 cazadores, fundamentalmente del País Vasco y Cataluña. Además, «si no cazáramos, en verano los jabalís bajarían aquí y se nos comerían», apunta de forma metafórica Francisco José. Entre semana, explica que van a mirar los rastros para elegir bien las zonas.

Ambos jóvenes estudiaron hostelería para seguir en casa y, además, se han incorporado como ganaderos: Carlos, con una granja de cerdos y Francisco José, con ovejas. Este último, a sus 32 años, tiene claro que es necesario «diversificar» para poder vivir en el medio rural. Y ve cómo cada vez hay menos jóvenes.

«Si las administraciones no toman cartas en el asunto, estos pueblos se van a quedar sin gente», comenta su tío Francisco Rodellar. Además, entiende que deben favorecer la construcción de viviendas porque a veces no pueden quedarse ni los del pueblo. Algunos jóvenes de Alberuela se han tenido que ir a vivir a las VPO de Adahuesca, dice, aunque cada día van a trabajar al pueblo. «Las casas se van cerrando y de aquí a 15 años no quedará casi nadie. Jóvenes ya hay pocos», explica Francisco José, que apuesta por quedarse en Alberuela de Laliena.

Fuente: diariodelaltoaragon.es

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