Los «tuneos» de coches no tiene por qué ser a base de llamativos alerones y llantas u otros cambios sustanciosos en el motor, ni mucho menos. Saturnino Neira, un vecino de A Pobra de San Xiao (Lugo), al que todos conocen como Tino, convirtió el salpicadero de su Citroën C8, del año 72, en un mini museo natural con insectos y partes disecadas de animales.Lleva colgada la cola de un zorro, las patas de un corzo, un «escornabois» y dos dientes de jabalí incrustados. Una pegatina en la carrocería, con una liebre montada sobre otra, advierte de que el utilitario es «turbo inyección», pero semejante afirmación mecánica no cuela. «Iso non, pero asegúrolle que ten acendido electrónico e non falla nunca», explica el propietario del vehículo.
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