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La caza mayor convierte Aragón en un destino turístico de lujo: 40.000 euros la semana

Por su clima, su variedad faunística y su densidad demográfica, Aragón es un territorio ideal para cazar. Las principales ciudades concentran el grueso de la población y, a excepción de las mismas, existen grandes extensiones sin urbanizar (92% de la superficie de la Comunidad, según un estudio publicado recientemente en la Universidad de Zaragoza) que están destinadas al uso cinegético.

Las tres provincias aragonesas permiten practicar todas las modalidades de caza, aunque cada una de ellas cuenta con sus particularidades en función del hábitat. En Huesca destaca el relieve montañoso, donde predominan especies de caza mayor; Zaragoza se caracteriza por las llanuras, ideales para la menor; y en Teruel, aunque también hay inmensas planicies, reina la cabra hispánica que se resguarda en las sierras.

El retorno de este mamífero a la provincia tuvo su origen en los años 80 del siglo pasado, cuando aparecieron varios ejemplares en la reserva de Beceite. A partir de entonces, se comenzaron a realizar controles de expansión territorial y poblacional que arrojan datos muy significativos: en los primeros años había unas 50 zonas de censo; hoy se superan con creces las 400.

Además de la tradicional zona de Matarraña, la cabra montés está presente en el Bajo Aragón, Cuencas Mineras, Calamocha, Gúdar-Javalambre, Teruel capital, Sierra de Albarracín o Maestrazgo, donde, gracias a las visitas de cazadores de otros puntos de España y del extranjero, el turismo cinegético crece a pasos agigantados.

J.R.S. suma dos décadas ejerciendo como intermediario de varios acotados del Maestrazgo. Desde 2012 hacia aquí, ha percibido un ‘boom’ motivado por varios factores. “Hubo una plaga de sarna muy importante en Andalucía y Extremadura que se llevó por delante al 80% de la población de la cabra montés. En Castellón, los trofeos son mucho más finos de puntas. Por eso las orgánicas del sector comenzaron a tomar Teruel”, explica este alcorisano, refiriéndose a empresas como Wild Hunting Spain, que recientemente trajo al hijo de Donald Trump.

“Vienen muchos estadounidenses, mexicanos, canadienses, árabes y rusos. Suelen ser personas de alto poder adquisitivo y no les importa el dinero que se han de gastar”, añade, quien asegura manejar los precios “más asequibles” del mercado. “A partir de los 10 años, los machos los vendo por 3.000 euros (bronce), 4.000 (plata) o 4.500 (oro). Las hembras y los cabritos no superan los 200 o 250 euros”, señala, antes de reconocer que ha visto cometer “auténticas locuras”.

“Una vez me llamó un importante empresario español que vino con su helicóptero y se gastó alrededor de 30.000 euros en un abrir y cerrar de ojos”, recuerda, aunque matiza que “los cazadores del país suelen ser más comedidos que los extranjeros”. De ahí que las empresas de internet aprovechen para “colar” precios desorbitados.

El Matarraña, comarca en la que se ha producido una de las expansiones más notables de cabra hispánica -en 1995 había 350 ejemplares y actualmente más de 3.300-, es el destino por excelencia de estas compañías. “El perfil del cliente es el extranjero que viene única y exclusivamente para cazar. Se le recoge en el aeropuerto y se le lleva al monte; no hay espacio para la improvisación”, explica Julián Caldú, director de Matarranya Forest, empresa que gestiona siete cotos de la comarca. “Es un turismo de lujo porque estos cazadores no miran nada; solo quieren vivir la experiencia”, añade Caldú, y ensalza que “los hoteles y comercios de benefician del impacto de estas cacerías privadas».

De media, los turistas extranjeros se gastan alrededor de 40.000 euros. Contratan ‘packs’ de domingo a domingo que incluyen el viaje, la estancia -el Parador de Alcañiz es uno de los espacios más demandados- y los recechos. A partir de ahí, y en función de las piezas que se maten, el gasto puede aumentar hasta cifras desorbitadas.

Expansión de la cabra montés

Aunque Teruel es el territorio natural de la cabra montés (hay alrededor de 12.000), este herbívoro se está extendiendo hacia las otras dos provincias aragonesas. Los últimos censos revelan que por Zaragoza se distribuyen alrededor de 700 ejemplares y que en Huesca son más de 100.

El abandono del mundo rural y la recuperación del bosque son algunos de los factores que facilitan la expansión de estos animales salvajes. Buscan la amplitud de cultivos y huyen de la densidad de los árboles para encontrar comida y agua en los espacios sembrados. Algo similar a lo que en su momento hicieron el ciervo, el jabalí o el corzo, especie que mayor auge viene experimentando en la Comunidad.

El corzo como atractivo

La pasada temporada, según datos de la Federación Aragonesa de Caza, se mataron cerca de 12.000 corzos en la Comunidad. Antes, los particulares o las asociaciones de los pueblos se encargaban de explotar los cotos; ahora, los ayuntamientos venden los aprovechamientos para que se organicen cacerías que generan turismo y, por consiguiente, ingresos. Junto a Guadalajara, Soria y Cuenca, Teruel figura entre las provincias españolas mejor preparadas para la captura de este mamífero. También Zaragoza, con el Moncayo y Calatayud como zonas predilectas.

“Viene gente de todo el país, pero, dada la cercanía, los madrileños son los que más se interesan por la caza del corzo en la comarca. La población de muchos municipios ha bajado y, como los cazadores locales no son capaces de abarcar los aprovechamientos, los ayuntamientos optan por ceder los precintos”, explica un particular que gestiona seis reservas en la Comarca Comunidad de Calatayud, y destaca que “el sector hostelero está encantado con esta situación».

De hecho, él trabaja en un hotel de la zona y asegura que “durante la temporada de caza las habitaciones se llenan de visitantes que, atraídos por los grandes trofeos que hay en estos cotos, vienen a pasar el fin de semana”.

Más información en: heraldo.es

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