En la prensa

El desconsuelo de los veganos en el matadero de Madrid: despiden con lágrimas a los cerdos

Son las ocho de la mañana en el matadero de Getafe, en Madrid. Ante sus puertas se concentra una treintena de personas. Realizan una vigilia vegana. Los activistas esperan para detener los camiones de ganado que transportan, en este caso, cientos de cerdos que serán sacrificados para alimentar a los humanos.

«No sabemos a la hora que van a ir llegando los animales, pero somos pacíficos, lo único que queremos es despedirnos de ellos, darles el último adiós antes de morir. Les ofrecemos agua, los acariciamos y les damos cariño y amor en sus últimos momentos de vida», explica Roberto, vegano y miembro de Save Animals, la organización internacional que comenzó a poner de moda este forma de protesta animalista. Los conductores ya están en preaviso. Los mataderos en España ya comienzan a acostumbrarse a encontrar a primera hora de la mañana a los manifestantes agolpados en las puertas impidiendo la entrada de camiones.

Llega un vehículo, los veganos se ponen delante y obligan a detenerse al camionero enseñando sus carteles de protesta y mostrándose, ante todo, como gente pacífica que sólo quiere pedir perdón a los cochinos en nombre de la raza humana.

La mayor parte de los transportistas se para unos minutos para que el grupo pueda acercarse y tocar a los animales. La escena destila tristeza, el ruido del motor se entremezcla con los gruñidos de los cerdos. El desconsuelo de los animalistas va in crescendo. Ellos aseguran que presenciar el último tiempo de vida de los cerdos les destroza el alma.

 

Cierto es que, al comprobar el rostro de pavor de los porcinos, es inevitable sentir lástima. Pensar que van a morir en diez minutos no es agradable ni para un omnívoro. Pero, ¿se está dotando de características humanas a estos seres?; ¿siente miedo el cerdo o, más bien, se trata de una humanización del animal que no lleva a ningún lado? Toño Sánchez, coordinador de Save Animals, admite sin complejos que los cerdos «son animales inocentes» que deben ser salvados de las fauces humanas: «Nos sentimos impotentes cuando vemos que entran al matadero», declara.

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