En la prensa

Animalismo enfurecido: la disparatada lucha por los derechos de tu mascota

Una animalista protesta contra el consumo de carne en el centro de Barcelona en 2013. ALBERT GEA | REUTERS

Morcillas de sangre humana, perros ‘citados’ a declarar como testigos, vigilias a las puertas de los mataderos… ¿Se ha convertido la loable defensa de los animales en un delirio permanente?

Milagros fue citada hace un par de semanas en el Juzgado de lo Penal número 1 de Santa Cruz de Tenerife en calidad de testigo por un caso de maltrato de hace casi siete años. Y el asunto sería algo dramáticamente habitual en España si Milagros no fuera la propia víctima de la agresión y si Milagros no fuera, además, una perra. Una hembra de raza pitbull de color marrón con el pecho y el morro blancos que fue arrojada a la basura por su dueño en el interior de una maleta en el año 2012 y que asistió la semana pasada al juicio como si tal cosa. «Que pase la testigo perjudicada, la perra Milagros», dijo la juez. Y la perra pasó. Luego la fiscal de Medio Ambiente aclaró a los asistentes, por si acaso, que «obviamente» la testigo no iba a declarar.

«Ya está bien de considerar que sólo las personas tenemos derechos. También los animales tienen obligaciones y derechos, y uno de ellos es acudir a su pleito», explicó días después la magistrada Sandra Barrera en la Cadena Ser para justificar la inédita citación de la perra.

¿Realmente tiene obligaciones un perro? ¿Cuáles son exactamente? ¿Tiene de verdad un pitbull el derecho a asistir a su pleito? ¿Son necesarios estos gestos para concienciar sobre el maltrato animal o ha desvariado definitivamente el movimiento animalista?

La testificación de la perra Milagros coincide en el tiempo con campañas que te recomiendan no llamar «rata» a tu cuñado por muy tacaño que sea, ataques de radicales veganos en distintos puntos de Europa contra las carnicerías, iniciativas para alimentar a las mascotas con dietas veganas, vigilias para despedir con abrazos a los cerdos en la puerta de los mataderos e incluso con una novedosa receta que nos permite (¿por fin?) elaborar morcillas con nuestra propia sangre.

El disparate ha dinamitado incluso las teorías más locas del filósofo australiano Peter Singer, que publicó en 1975 Liberación animal, uno de los libros que desencadenó el movimiento más reciente a favor de los supuestos derechos de los animales. Seis años después escribía El círculo en expansión, en el que trazaba el crecimiento progresivo de la consideración moral de los otros. Pasamos primero de la familia a la tribu, al clan, luego a la nación, a la raza y finalmente a toda la humanidad. ¿Alcanza hoy a los animales? ¿A todos?

«Singer sostiene que todos los seres son objeto de comprensión, cuidado y compasión y que los círculos de moral se van ampliando», apunta Juan Ignacio Pérez, profesor de Fisiología Animal en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco. «Ya ocurrió con la defensa de los grandes simios, que en cuestiones de investigación, por ejemplo, ya tienen un trato diferente al resto de animales. No se trata igual a un orangután que a una rata. El problema es ver dónde está el final del camino, dónde ponemos la frontera. El discurso animalista ha cambiado mucho en los últimos tiempos y si seguimos así, no tardaremos en llegar a reclamar los derechos de las anémonas o las plantas«.

Más allá de la incuestionable obligación de tratar bien a los animales, ha surgido en los últimos tiempos un animalismo ideológico sobre el que han ido creciendo los simpatizantes de partidos políticos que pelean por los «derechos» de los animales, practicantes de dietas veganas, corrientes antiespecistas que luchan contra la discriminación animal y discursos cada vez más exóticos o directamente radicales.

«Hay que preguntarse cómo hemos llegado hasta aquí en tan poco tiempo», dice José Manuel Errasti, profesor de Psicología de la Personalidad en la Universidad de Oviedo. Desde hace años, el primer día de clase, Errasti plantea a sus alumnos un dilema moral: ¿quién prefieres que muera en una corrida de toros, el toro o el torero? «Empecé a hacer esta pregunta convencido de que encontraría algún caso llamativo de alguien que prefiriera la muerte del torero. Al principio eran unos pocos, pero la proporción ha ido aumentando y en los últimos dos o tres años, prácticamente el 90% de los alumnos ya dicen que prefieren la muerte del torero antes que la del toro», cuenta el profesor. «No podemos ignorar que estamos ante un grave problema social».

El propio Errasti señala dos factores que explican la evolución del animalismo. Por un lado, lo que llama el «mito de la naturaleza», una reinvención idílica del medio natural construido, dice, por jóvenes de ciudad que «jamás han pasado una noche en el bosque, en la selva o en el desierto pero sí se han inventado un nuevo concepto de animal con una supuesta esencia de pureza, autenticidad y carente de maldad». Por otro lado, una educación emocional que desde la infancia nos ha presentado a los animales como iguales a nosotros. «El Pato Donald es un ser humano, Pluto o Mufasa también. Disney ha conseguido que la gente vea seres humanos en los animales que nos rodean porque si en las Patoaventuras salieran patos en un estanque volando unos metros y comiendo hierbajos, los niños se aburrirían como ostras».

– ¿Sabe que eso de «aburrirse como ostras» es una expresión especista, verdad?

-Definitivamente el animalismo que se plantea como ideología política ha llegado al delirio -sentencia el profesor Errasti.

PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales), la mayor organización en el mundo en defensa de los derechos de los animales, distribuyó a finales del año pasado una guía para evitar el lenguaje especista, es decir, las expresiones que, según ellos, son crueles con los animales. Adiós a lo de ser un cabeza de chorlito o un burro, a comportarse como un cerdo o matar dos pájaros de un tiro. «¿Por qué poner toda la carne en el asador si puedes poner todas las ganas o por qué agarrar el toro por los cuernos si puedes agarrar la flor por las espinas?», se preguntan en PETA.

Juan Ignacio Pérez alerta de un «pensamiento posmoderno» que lo mismo lleva a relativizar el lenguaje que la política, los movimientos sociales o la ciencia. «Es fácil hablar de los derechos de los animales pensando en un gato o un perro, que son animales próximos y simpáticos, pero qué pasa con una langosta o un cangrejo. ¿Y un mosquito o una esponja?», se pregunta.

«En un metro de césped viven más de 10.000 insectos, así que mueren muchos más animales en un partido de fútbol que en una corrida de toros, pero, claro, mueren animales muy pequeños. ¿Qué hacemos?», plantea José Manuel Errasti. «En el animalismo actual hay una respuesta emocional e inmadura aprendida de la publicidad que finge tener un argumento racional pero que realmente ofrece una visión banal del mundo, con categorías cursis de Disney, y que sólo puede darse en el ámbito de una ciudad, en el contexto del yogur helado, los likes, los peluches y la mascotita».

En ese escenario que dibuja Errasti se explica que ya haya en España 13 millones de mascotas, más perros que niños menores de 15 años. «El descenso de la natalidad ha ido acompañado de un aumento de la mascotidad«, dice el profesor de Psicología. «Los animales están sirviendo para tener hijos de la forma más light, sin responsabilidades, hijos que nunca te van a criticar y con los que puedes fantasear una relación humana significativa, aunque no lo sea para nada».

Juan Ignacio Pérez alerta: «Estamos viendo cosas que hace 10 años eran inconcebibles, comportamientos extraterrestres».

Durante la campaña electoral de las elecciones generales, Laura Duarte, candidata de Pacma, se grabó un vídeo alimentando cariñosamente a un toro manso haciendo creer que era un toro de lidia. Confesó después que no tenía insecticidas en casa, que había convivido en armonía con las hormigas de su terraza y que si tuviera ratas en su piso las ahuyentaría de casa sin matarlas, como si fueran vendedores de enciclopedias. En otro vídeo de campaña, Silvia Barquero, presidenta del partido y candidata al Parlamento europeo, reflexionaba sobre la experimentación científica con animales y hablaba del «eterno dilema entre tu madre o tu perro» como quien duda entre la tortilla de patata con cebolla o sin cebolla.

«Tratan de ridiculizar lo que es una causa mundial, tan compleja y tan revolucionaria como la nuestra, buscando la excepción, intentando encontrar algo en lo que flaqueemos para intentar demostrar que nuestra causa no se sostiene», se lamenta ahora Duarte. «Nosotros planteamos una situación más natural y normal de lo que parece, que es elegir no perjudicar a los animales cuando es posible elegir, que es el 99% de los casos».

El programa electoral de Pacma reclama, entre otras cosas, el «sacrificio cero» de animales, la prohibición de su venta, el fin de la tauromaquia, la caza y la pesca deportiva, acabar con los zoológicos, acuarios y toda cautividad con fines de entretenimiento y la búsqueda de métodos alternativos a la experimentación científica con ratones.

«Básicamente todos los animalistas tratamos de evitar el sufrimiento de los animales -comparte Laura Duarte- pero eso implica grandes cambios estructurales y por eso nos ataca la industria y nos intenta ridiculizar una parte de la sociedad que todavía no lo entiende. Nuestro movimiento es equiparable al de otros colectivos discriminados históricamente por la sociedad como las mujeres o las personas negras».

– ¿Son equiparables los derechos de los negros con los de los animales?

– Cuando las personas negras empezaron a reclamar sus derechos también se rieron de ellos.

– Pero los animales todavía no han reclamado nada…

– Los niños tampoco y no por eso tienen menos derechos. Los animales merecen tener derechos y ser respetados y defendidos igual que las personas. Nosotros no pedimos que los animales vayan a votar o la Universidad, pedimos que se les respete.

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