Gestión Gestión y Medio ambiente

La caza como una garantía de salvaguarda medioambiental (X): Protección excesiva versus fauna protegida

«El lince intenta echar de sus zonas de campeo a otros predadores, como el zorro, ello no quiere decir que lo consiga».

PROTECCIÓN EXCESIVA VERSUS FAUNA PROTEGIDA

Lo que se acaba de exponer puede parecer un objetivo a conseguir para todos aquellos que odian la caza por razones sentimentales; si las especies cinegéticas quedan tan limitadas que ello imposibilita su aprovechamiento cinegético, así se acabaría con la actividad cinegética. No me cabe duda de que esa es la idea que preside muchas de las actuaciones ecologistas/animalistas, de sus reivindicaciones ante la Administración, así como la de muchas administraciones, que ideológicamente llevan tiempo compartiendo esos postulados.

Lo anterior es de una cortedad de miras que debería inhabilitar técnicamente a quien lo formule, ello por las siguientes razones:

  • Las especies cinegéticas constituyen la base trófica de la fauna española, por lo que es inaceptable que motivos político/ideológicos lleven a tal desequilibrio.
  • Las especies protegidas más sensibles (las más escasas) son precisamente las más dependientes de las especies cinegéticas para su alimentación. Así, es evidente que los zorros son capaces de alimentarse de vertederos y cadáveres, e incluso de insectos, pero eso nunca será posible para el lince.
  • Las especies protegidas menos sensibles (las menos escasas o incluso numerosas) han demostrado una capacidad de reproducción mayor que las más sensibles. Sin duda por ello son menos sensibles, por lo que esto es hasta una obviedad, aunque no lo son las consecuencias que de ello derivan, puesto que estas especies vienen colonizando zonas donde hasta ahora eran desconocidos, como es el caso del meloncillo, que está aumentando aún más si cabe el desequilibrio reinante en España desde hace más de veinte años.
El meloncillo, especie protegida, es una prueba más del desequilibrio equilibrio ecológico.
  • Por mucho que se diga desde el mundo ecologista y por parte de la Administración ecolojoide, las especies protegidas menos sensibles no constituyen presa de las más sensibles y muchas veces es al revés. Y si bien es cierto que, por ejemplo, el lince intenta echar de sus zonas de campeo a otros predadores, como el zorro, ello no quiere decir que lo consiga. Mucho más improbable es que pueda hacerlo con especies más fuertes y gregarias como es el meloncillo, capaz de hacer frente con éxito a perros de tamaño medio, mucho más fuertes que un lince adulto. Otro ejemplo es la relación de los búhos reales (muy numerosos, pese a su situación de protección) y todo tipo de falcónidas y rapaces de menor porte.
«Las especies protegidas menos sensibles no constituyen presa de las más sensibles y muchas veces es al revés».
  • Existen especies alóctonas que predan sobre la misma fauna que las protegidas, pero su captura se hace imposible, precisamente, por las medidas de protección de las especies protegidas, como es el caso de los mapaches o los visones americanos, cuyo número va en aumento por escapes o abandonos, así como por su propia reproducción en estado salvaje.
  • Existen especímenes de especies predadoras protegidas que son criados en cautividad y luego abandonados en el campo, de tal forma que producen un enorme desequilibrio en la cadena trófica. Es el caso de los hurones, que son lo mismo que los llamados turones. Son exactamente la misma especie (Mustela putorius), por mucho que los criados en cautividad hayan sido seleccionados en muchos casos por unas preferencias hacia un pelaje más blanquecino. En el caso de esta especie nos encontramos con la paradoja de que, siendo la misma especia (Mustela putorius), de forma artificial y por intereses comerciales, se permite su diferenciación oficiosa. La razón es clara; para que no afecte a sus criadores las limitaciones de cría en cautividad. Pero lo más curioso es que esta situación se da sólo para los criadores y tenedores urbanitas, de tal forma que la tenencia de hurones para cazar está perfectamente regulado como excepción, pero no la de los ‘turones’ que se pueden comprar en cualquier tienda de animales de una ciudad. Esos ‘turones’ constituyen hoy la tercera población de animales ‘domésticos’ en la Comunidad de Madrid, sólo por debajo de perros y gatos. Y sin embargo, una vez en el campo, esos ‘turones’ se convierten en ‘hurones’ y se transfiguran en especie protegida que no puede ser capturada, contribuyendo a la limitación de las disponibilidades alimenticias de especies como el lince.
«Los ‘turones’ constituyen hoy la tercera población de animales ‘domésticos’ en la Comunidad de Madrid, sólo por debajo de perros y gatos».

El resultado de esas medidas es que en la actualidad nos encontramos con una situación de alarma faunística que no quiere ser reconocida, bien porque a las personas que afecta más directamente es a los cazadores y a los gestores cinegéticos (que han sido declarados enemigos del actual modelo de conservación por parte del ecologismo), bien porque justifica el mantenimiento de medidas de conservación que conlleva la contratación de equipos de seguimiento cuyos componentes pertenecen en gran medida al movimiento ecologista. (Continuará).

Un artículo de Antonio Conde Bajén

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.