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Atalanta, la Luna del cazador y Madrid

ATALANTA, LA LUNA DEL CAZADOR Y MADRID

la Luna del cazador

Lo que empezó siendo un relato movido por la curiosidad de Venus, que combinaba astronomía, mitología y la cinegética, se desarrolla en otro segundo relato que no podía por menos dotar de la misma estructura, esta es, tres actos y un epílogo.

Siendo el segundo relato el que me hace quedar cojo de continente que no contenido, pues debemos darnos cuenta que dos relatos de tres actos piden un tercer relato de tres actos, para formar una trilogía.

Astronomía, mitología y caza

La trilogía tiene su quid de la cuestión en que en el mundo helenístico la astronomía jugaba un papel imprescindible en la sociedad, pues era una fuente de conocimiento de mareas, también de cosechas de cereales y viñas y, por tanto, de alimento esencial para aquella sociedad.

Por otro lado, era en la mitología donde se reflejaban sus dioses y héroes, a los que rezaban para tener su apoyo para que tuvieran éxito, en la vida diaria o en la salud, el amor o la riqueza, para que les ayudara en la vida real a enfrentarse a las situaciones cotidianas.

Para finalizar, el último lado de este triángulo era la caza, totalmente necesaria en el mundo helenístico pues era fuente de proteínas esenciales como alimento para sustentar la población.

Unir todo en un amalgama de las tres ciencias es lo que levantó mi curiosidad, quiero decir que muchas noches cuando estoy cazando veo las estrellas en el cielo, pero no conozco su significado y por mucho menos que tenían una historia en el mundo helenístico, además debo incluir que según iba investigando en internet, o más leía sobre mitología, más curiosidad tenía.

Una heroína con unas muy notables habilidades para la práctica de la caza

En este caso la figura de la mitología no es una deidad, sino una heroína, que también las había, gozando esta heroína de muy notables habilidades para la práctica de la caza.

Para iniciar el texto pongo una cita sobre la caza en España por un legado romano que me encontré buscando en internet sobre el mundo antiguo y su relación con la caza.

El legado de Augusto Quinto Tulio Máximo, de la legión VII, Gémina Félix consagró un ara a Diana con unos versos a ella dedicados.

«Acotó la planicie de un campo y se la consagró a los dioses; y a ti, Virgen Delia Triforme, te erigió un templo Tulio, natural de Libia, legado de la legión ibera, para poder atravesar a las corzas veloces, y a los ciervos, para cazar a los jabalíes de cerdas puntiagudas, y atrapar los caballos criados en los bosques; para poder competir a la carrera o con un arma de hierro, ya sea yendo a pie, o lanzando la jabalina desde un caballo ibero».

la Luna del cazador

Acto I

ATALANTA

Es una heroína consagrada a la diosa Artemisa y reconocida por sus habilidades para la caza.

Se desconoce quién fue su padre, pues lo atribuyen a varios posibles, no obstante, según cuenta parte de la mitología sucedió que el padre al darse cuenta que no era varón la abandonó en la profundidad del monte Partenio, la niña fue criada y amamantada por una osa hasta que fue encontrada por unos cazadores que decidieron adoptarla.

Una vez que Atalanta creció, decidió consagrase a la diosa de la cacería y los montes, Artemisa (de la que ya hemos hablado en la segunda parte de la trilogía), el hecho es que según cuenta la mitología, nuestra heroína cuando creció se convirtió en una frágil y bella mujer decidiendo no casarse nunca para consagrarse a Artemisa.

Se cuenta también, que durante una cacería que tenía sed, lanzó su lanza y al chocar contra una piedra brotó el agua, posteriormente se conocería como la fuente de Atalanta.

Relieve de un sarcófago romano de mármol que representa la caza del jabalí de Calidón. Museos Capitolinos, Roma. Jastrow (2006).

El jabalí de Calidón (la ley de la primera sangre)

Según nos indica la mitología, había un monstruoso jabalí en la región de Calidón, en el golfo de Patras (en Grecia occidental), causando graves destrozos y grandes males, también destrozaba las viñas y las cosechas de cereal, obligando a la gente de la ciudad a guarecerse dentro de las murallas, de esta forma, los habitantes de dicha ciudad empezaron a pasar hambre, con lo que dicha situación trajo mucha penuria.

El rey de dicha ciudad para solventar este asunto envió mensajeros por toda Grecia para cazar el monstruo, ofreciendo como trofeo los colmillos y la piel del jabalí.

Como respuesta vinieron los mejores cazadores y héroes de aquella época de toda Grecia, y algunos del extranjero, vamos, que se reunió la flor y nata de la caza. Parece ser que estaban hasta los argonautas, el famoso Teseo, claro que estaba Meleagro, que era el famoso hijo del rey, sin olvidar a la heroína Atalanta.

Cuando Atalanta se unió al grupo de cazadores se produjo un shock, pues no admitían en la caza a una mujer, con lo que algunos participantes animaron a Atalanta a que no cazase, pero Meleagro impuso su criterio y finalmente la dejaron participar.

Empezó la cacería siendo dura y costosa, pero fue Atalanta la primera que consiguió herir con una flecha al fabuloso jabalí, luego fue Meleagro quien le remató hundiendo su acero en el cuerpo del monstruo.

Meleagro le dio la piel de jabalí a Atalanta, pues fue la primera que hirió, pero los hijos de Tesio no estaban de acuerdo que una mujer hubiera conseguido la piel del jabalí pues era indigno, con lo que se la quitaron a Atalanta, posteriormente Meleagro los mató y le devolvió la piel a Atalanta.

Atalanta e Hipómenes, de Guido Reni. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Hipómenes

Cuenta la leyenda que Atalanta como estaba consagrada a Artemisa tenía la obligación de permanecer virgen, el oráculo la dijo que el día que dejase de ser virgen sería convertida en animal.

Para evitar los pretendientes Atalanta anunció que solo se casaría con el que lograse vencerla en una carrera, pero si ella venciera podría matar a sus contrincantes.

Por supuesto que era una corredora nata, siendo más veloz y ágil que cualquier hombre.

Así aquel que la pretendiese echaba la carrera. Atalanta los daba ventaja, pero al final siempre llegaba antes que ellos con lo que luego los mataba.

De esta forma poco a poco según se conocía las victorias, se iba acrecentado la fama de Atalanta, con lo que cada vez eran menos los pretendientes.

Así fue, hasta que llegó el hombre que pudo derrotarla, este se llamaba Hipómenes, de esta forma, para lograr vencerla trabó un ardid ingenioso.

Resulta que Hipómenes para vencer a Atalanta tenía unas manzanas que le había dado Afrodita, manzanas que procedían del jardín de las Hespérides (lugar que según el geógrafo Estrabón y Plinio el Viejo lo situaban en la península Ibérica).

Esas manzanas, al ser Afrodita la diosa de la belleza, eran capaces de enamorar al que las cogiese, de esta forma cuando Atalanta iba a alcanzar en la carrera a Hipómenes, este dejó caer una de las manzanas, con lo que Atalanta se paró en seco su carrera, para recoger la manzana atraída por su mágica belleza, con todo ello Hipómenes pudo llegar a la meta antes que Atenea.

Con lo que al final consiguió desposar a Atalanta. Se cuenta que vivieron felices durante un tiempo con sus cacerías y sus hazañas.

Acto II

LA LUNA DEL CAZADOR

¿Cuál es la Luna del cazador? ¿La conocéis? ¿Habéis oído hablar de ella? Estoy seguro de que la respuesta es sí, aunque ahora no os acordéis, muchos amigos del mundo de la noche de los aguardos son conscientes de ella.

Para refrescar la memoria tiro de hemeroteca y os cuento algo de ella. (El artículo sobre el que me baso, apareció en el periódico ABC en octubre de 2019).

la Luna del cazador
La Luna del cazador en el hemisferio norte, noche del 12 al 13 de octubre de 2019.

La Luna del cazador es la del equinoccio de otoño en el hemisferio norte

Simplificando os diré que la Luna del cazador es la del equinoccio de otoño en el hemisferio norte, siendo por tanto en el equinoccio de primavera en el hemisferio sur.

Esto tiene su lógica pues la órbita de la Tierra conocemos que es elíptica y que la Luna orbita sobre la Tierra.

En los dos equinoccios es cuando la Luna se puede ver más tiempo durante la noche por la razón del ángulo con que se puede divisar en el cielo.

La Luna del cazador tiene lugar justo después de la Luna de la cosecha, en concreto en el equinoccio, que llevado a cristiano es el momento cuando dura lo mismo la noche que el día, o lo que es lo mismo, hay las mismas horas de día que de noche.

Conocemos que la Luna sale con unos cincuenta minutos de diferencia cada día, pero en esta época la diferencia suele ser apenas unos treinta minutos. Además, si la latitud es mayor incluso la diferencia de tiempo será menor. Esto es debido al pequeño ángulo que forma la órbita de la tierra con el horizonte.

Al ser de larga duración y mayor visibilidad, por el ángulo, era cuando las tribus se dedicaban a ir de caza para aprovisionarse para el invierno, también debo incluir que la Luna tiene un carácter más amarillo o anaranjado pues como se mira al horizonte se ve a través de mayor capa de atmósfera que cuando se mira hacia arriba, y la atmósfera provoca una mayor dispersión del color azul, con lo que vemos el cielo muy azul (mirando hacia arriba claro), sin embargo la Luna por el espesor la vemos amarilla o anaranjada.

¡El despertar del campo de otoño!

Es, por tanto, la primera Luna del otoño, cuando algunas lluvias han mojado los campos resecos, saliendo algunas hierbecillas tímidas, cuando en los campos, al tener un poco de agua, buscan las lombrices el mover la tierra, las encinas conocidas como las melosas que son aquellas que dan una bellota más dulce y más temprana, se hacen dueñas de la llamada para avisar que dan sus frutos.

¿Cómo hacen la llamada? Fácil, lo primero son los pájaros, urracas, rabilargos, arrendajos, etc., los zorros se sienten atraídos por el griterío de las aves, y los guarros por el olor de la bellota, aunque también acuden al goloseo de los insectos los cuales horadan la tierra, de esta forma los guarros terminan arando las zonas llanas de los prados en busca de las lombrices, barbechean los prados… ¡Esto es el despertar del campo de otoño! Todo con el objetivo de prepararse para el duro invierno, es la época de atiborrarse de proteínas que ayuden en el invierno.

Claro que, como el hombre está en la cúspide de la pirámide, pues aprovecha también esa llamada para la caza, y ¿qué mejor llamada que una Luna que dura más tiempo en el cielo?

Seguro me hallo que más de una vez en esa noche de otoño os habéis sorprendido por la rapidez con la que sale la Luna, también de su color y por supuesto del horizonte, pues bien, esta es la explicación.

Los animales sin la cobertura vegetal que les brindan los cultivos al haber sido segados, con más intensidad lumínica, con el mismo tiempo de noche que de día pueden ser más fácilmente cazados, por ello se denomina la Luna del cazador.

Acto III

MADRID

Conocemos que el punto más céntrico de la península Ibérica está situado en la provincia de Toledo, en concreto en la localidad de Nombela, con lo que es el punto de la Península más alejado del mar, es el centro peninsular.

La ciudad de Toledo fue capital imperial, con los reyes de Castilla que allí tenían su corte, entre otras razones por la localización, de hecho, muchos de los reyes castellanos están enterrados en dicha catedral.

Fue por una mujer, la reina Isabel de Valois, la razón por la que se trasladó la corte a Madrid.

Isabel de Valois decía que se agobiaba dentro de los muros del Alcázar y que no le gustaba el clima de Toledo (que digo yo, que varía poco con el de Madrid). Otra de las importantes razones para el traslado de la corte, era que el arzobispado de Toledo ejercía mucho poder en la política, por lo que la opción de que la corte se trasladase a Madrid provocaría que el influjo eclesiástico en el estamento de la política sería menor.

Valladolid había ocupado un lugar importante en la revuelta de los comuneros, por tanto, descartando ambas opciones, lo que quedaba Madrid.

Madrid además aportó al monarca sus reales cazaderos, famosos por su calidad, entre ellos los de la zona de El Escorial.

Atalanta y Cibeles Luna del cazador

Bien, ahora viene el enlace con Atalanta.

Madrid, por tanto, es el centro del Reino de España, y en el centro de Madrid está la arteria que denominamos como la Castellana.

En el medio de la Castellana está la Cibeles.

La fuente de la Cibeles fue diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez. Francisco Gutiérrez Arribas esculpió la figura de la Diosa y el francés Roberto Michel esculpió los dos leones.

La diosa Cibeles es la madre Tierra según los helenos, y los leones son Hipómenes y Atalanta condenados a caminar permanentemente paralelos sin poder cruzarse por toda la eternidad como castigo por haber entrado en uno de los santuarios de la diosa Cibeles y gozar allí de su amor.

EPÍLOGO

Mis conocimientos del mundo de la caza por aquellos años en los que llego a Madrid para comenzar mis estudios se ceñían a los Montes de Toledo, algo de la cara norte de Sierra Morena y parte de la zona extremeña (Deleitosa, Los Ibores y Don Benito), lo que me parecía en aquel entonces que era como decir que me conocía casi todo lo importante en el mundo de la caza.

Llego a Madrid en los años noventa y es en la época de la primavera cuando alejado de la zona donde podía practicar mis entonces aficiones que eran la caza y los caballos, empiezo a bañarme en el mundo de cultura y divertimentos que brinda el foro a un muchacho de provincias.

Los fines de semana empiezo a planificarlos de otra manera distinta, pues cuando me quedaba en Madrid en vez de irme al campo, me rendía mucho más en lo que al tiempo se refiere.

El Madrid campero y cinegético Luna del cazador

Cuando ya llevaba unos fines de semana en Madrid el cuerpo me pedía campo y empecé a curiosear en las afueras de Madrid.

Lo que vi me impresionó, una de las primeras salidas en este aspecto recuerdo que fue a El Pardo y aquello me encantó, lógicamente estaba muy cuidado y todavía no habían cerrado las radiales de Madrid.

Luego, poco a poco, fui conociendo otros lugares dentro de la Comunidad que me llamaban la atención en lo referente a lo cinegético.

Una de las cosas más sorprendentes fue el descubrir el tremendo encinar que tiene Madrid además de sus terrenos adehesados. Con una buena densidad de pies por hectárea, saneado, encinas de recios troncos, que marcan la profundidad del suelo, aquello me chocó pues no creía que fuese un encinar tan bueno como el que yo veía en Extremadura, o en Ciudad Real.

De esta forma comentándolo con un amigo este me dijo:

– Pues claro, Tomás, imagínate cómo tenía que ser la densidad de terrenos y la de la caza, si la realeza cazaba siempre por estas zonas.

Tuve la fortuna de cazar en el valle del Lozoya, en la Reserva de Sonsaz, en Somosierra (hay que joderse con el frío que pasé, me tocó un puesto en la cuerda y lo de al lado era de la provincia de Segovia), en Aranjuez y el valle del Tajuña, en Valdilecha y Tielmes a la menor que era un paraíso, también en la zona oeste de la comunidad a la mayor, en localidades como Cadalso de los Vidrios, Cenicientos, Villadelprado y Chapinería, en fincas de caza mayor que si una era buena, la otra era mejor.

La dehesa madrileña es espléndida Luna del cazador

La dehesa de Madrid, no se parecía en nada a las dehesas de la sierra de los Yébenes, a la de las Villuercas, Anchuras, Puertollano o Almadén, muchas de ellas de piedra y de escasos pastos, no, esta dehesa tenía más suelo, por tanto, era una tierra mucho más rica que la de los Montes de Toledo.

Claro, era dehesa y no sierra, aunque también es cierto que la Comunidad de Madrid tiene zona de sierra, pero lo que me sorprendió fue la dehesa, muflones, gamos, jabalíes y venados ofrecían un plantel, variedad y diversidad, en definitiva, me aportó un conocimiento mucho más abierto que el habitual de los Montes de Toledo.

Una berrea espectacular en Cenicientos

Recuerdo que iba mucho a Cenicientos a la finca de un buen amigo que tenía unos venados de impresión y algunos guarros muy buenos.

Por aquel entonces no tenía ni idea de esto de la Luna, pero era una vez pasada la berrea, cuando nos encantaba ponernos de espera, pues en la berrea hacíamos conteo, selección o tan simplemente la vigilábamos.

En aquella época siempre me cogía unos días de vacaciones a fin de disfrutar la caza y del campo durante más tiempo.

La berrea era espectacular, pero una vez pasaba, y antes de que empezasen las monterías, teníamos oportunidad para ponernos de espera, entonces, con la luz de la luna, la manta para quitarte el relente de la noche, solía suceder la mayoría de las noches que te quedabas embobado viendo los guarretes que entraban al comedero y a los que por supuesto no tiraba debido a su escaso tamaño.

la Luna del cazador

Teníamos cogido el paso a un señor guarro Luna del cazador

Recuerdo una vez en la que teníamos cogido el paso y la entrada a un guarro, mejor dicho, a un señor guarro por la pisada.

El tamaño de las piedras que poníamos en el comedero imposibilitaba que fuera un guarro pequeño, unas matas más atrás había un par de gordas estacas, lo que anteriormente fue un chaparro pequeño, con una altura de un metro cincuenta donde manchaba la estaca, donde el guarro se aseaba, lo que nos mostraba la altura, nos pusimos para visitarle con aviesas intenciones, pero no entró esa noche, decidimos repetirle una semana más tarde pues entendimos que no hicimos nada mal ni tampoco ruido ni dejamos olor que pudiera advertir nuestra presencia, además de considerar el hecho de que habría luna llena.

Por eso repetimos, total los otros comederos no estaban tan seguidos.

En esa época los guarros solían tardar más tiempo para tomar los comederos que preparábamos, pues todavía quedaban por recoger en la zona algún majuelillo (viña pequeña) y esa era la parte de uva tardía que a los guarros les encantaba.

En esa zona, al igual que en Méntrida, se daba mucho la garnacha, que era una uva recia que aportaba bastante graduación que maduraba tarde y con una buena cantidad de azúcar. Que para los guarros era un manjar.

Nos pusimos con no mucha fe Luna del cazador

La noche de marras, después de prepararnos en la casa, fuimos no con mucha fe a ponernos, pero sí recuerdo que íbamos contentos, tuvimos una tarde muy divertida.

Preparamos las cosas y nos fuimos a la caída de la tarde.

Hay que ver lo largo que se te hacen las horas cuando estas de espera, y las cosas tan distintas en lo que piensas cuando se cierra la noche.

El cielo estaba despejado con muchas estrellas, lo que no nos anunciaba lluvias para el día siguiente.

La luna plena, amarilla-anaranjada, que iba y venía con su luz, pues las nubes la cubrían de vez en cuando.

Estábamos situados como a media ladera y el comedero lo teníamos situado a unos setenta metros, a la izquierda del comedero unas matas y diez metros más allá el monte, por la derecha otro tanto de lo mismo.

En el centro el prado, era el espacio el que se hacía dueño del tiradero.

La anécdota de los aviones Luna del cazador

Recuerdo que mi amigo tenía un cuñado que era piloto y solía volar bastante. Cuestión que viene relacionada con uno de los guardas que se llamaba Daniel.

– Dice Daniel que son los vuelos que van a Barajas y que va a hablar con mi cuñado para que no pasen por aquí que espantan la caza.

– Pues luego le digo a Daniel que los aviones que vienen de África y los que van a Sudamérica seguro que conseguimos que no pasen, pero los que van a Portugal no les queda más remedio que pasar por aquí.

La carcajada no explotó pues la contuvimos con una risa silenciosa, pero si empezábamos ese camino al final fastidiábamos el puesto.

Una luna roja… Luna del cazador

Con lo que nos callamos y nos pusimos a mirar, ya la noche se había adueñado de nuestro escenario, tan solo divisábamos las piedras del comedero y una maraña de matas.

Pero, ¿cómo podía ser que no tuviésemos luna? Ya, ya sale la luna, esto es distinto, pero…

Qué roja es, lo mismo llueve mañana, no, no puede ser no hay nubes, bueno, en cualquier caso tenemos visibilidad, ahora, si vienen la nubes… ¡Qué raro es esto!

Todo esto pensaba yo en ese tiempo de espera.

Mi amigo, después de las horas iniciales, se hartó de espera y sugirió que nos quitásemos, con lo que me negué en rotundo:

– Ahora que tenemos luz.

– Pues lo tiras tú.

– De eso nada, vengo invitado, me tratas a cuerpo de Rey y encima tiro yo, de eso ni hablar.

Conseguí aplacar en mi amigo lo tedioso y monótono de la noche y forzar su atención al menos una hora más.

¡Menudo guarro! Luna del cazador

Tiempo después Diego estaba mirando a mano izquierda, cuando yo percibí algo ligero, un pequeño ruido, pero no vi nada, alcé la vista buscando la estela de algún avión, para posteriormente llevarla en el comedero, este me parecía más grande, entonces vi cómo se movía, ¡menudo guarro!

Con un golpe de mano avisé a Diego y me lleve el índice a la boca para señalarle que nada de ruido, ligeramente le señale el comedero, pero Diego también lo había visto, la cara de Diego cambió al ver el tamaño del animalito, rápidamente se echó el rifle a la cara buscándole la paleta.

El tiro rompió el silencio de la noche, la carrera fue recta, sabíamos que iba tocado, un abrazo nos dimos por el lance, y con una linterna nos acercamos al comedero, pero no vimos sangre, lo dejaríamos para el día siguiente, que el tamaño y por donde se había metido no nos podía dar nada bueno.

Plata alta con la Luna del cazador

Vaya noche de nervios, nos levantamos con impaciencia desayunamos frugalmente, y cogimos a una perra que estaba muy puesta, no tardamos en dar con él, el guarro se encontraba muerto seco a escasos cincuenta metros del comedero, creo que dio plata alta.

A lo que iba el relato resulta que al final Madrid con su diosa Cibeles en su carro llevados por Atalanta e Hipómenes, la luz y los claro-oscuros de Luna del cazador, me dieron muchas satisfacciones cinegéticamente hablando, vaya en memoria de aquellos amigos, aquellos cazaderos y de los ratos vividos este relato.

Ya la ley de la primera sangre para la caza mayor se encuentra escrita y narrada en la mitología griega. Vamos, para que luego alguno cuestione las leyes de montería.

La Luna del cazador Un artículo de Tomás Cortés Sánchez

• Pinchando aquí puede ver el primer artículo de la trilogía: El Lucero del alba, Venus y la caza del jabalí

• Pinchando aquí puede ver el segundo artículo de la trilogía: La Luna, Artemisa y la caza en la noche

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