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Un corzo en el paraíso con los Gonzalo Palomo y Paco Largo. Montes de Toledo con duende

Un corzo en Montes de Toledo
Un corzo en Montes de Toledo, paraíso con duende.

Ya les he hablado en más de una ocasión de Paco Largo Sánchez, mi AMIGO, mi hermano.

Aparco la amistad para tratar con objetividad su profesionalidad, su vocación como ingeniero de montes que es plasmada como gestor de territorios.

Siendo objetivo es sencillo ponerle por las nubes, lo vale.

Un administrador-gestor de fincas, de cualificada formación, que lleva todo lo concerniente a estas, no solo lo forestal, cinegético, agrícola o ganadero. Y que cada vez es una figura más frecuente en nuestros campos.

Ajustando siempre las preferencias del propietario con lo que el campo puede ofrecer.

Un corzo en Montes de Toledo.
Uno de los paraísos corceros.

Paraísos corceros

Una de las especialidades de Paco es crear paraísos corceros.

Con tiempo, el tratamiento silvícola adecuado, las forestaciones correctas, dejando intacto lo que esté bien, alguna querencia o siembra más grande y quizá, si hiciera falta, alguna balsa, y paciencia, mucha paciencia, ya hay paraíso.

La pedregosa raña, –que si es recorrida por algún arroyo mejor que mejor, del que se mantienen sus fresnos, espinos, cornicabras, tamujas o peonías–, se convierte en hábitat corcero preferente, en golosina visual y olfativa para el humano.

No se añade nada que no sea nativo, autóctono, se foresta con encina, alcornoque en menor medida, que envuelven a los viejos quejigos, algunos verdaderos pies históricos… o si procede, también se foresta con fresno, por qué no…

A veces se siembran praderas de trébol –Trifolium-, o se mantiene la antigua labor en zonas poco pedregosas.

Nunca sobran los tomillos, el romero o el cantueso, color y sobre todo aroma.

Pero no lo hace al azar, mezclando todo y tirándolo donde caiga, no. Venga, aquí una charca, allí encinar y más allá dejamos una siembra… Lo hace con criterio, dejando lo que conviene, forestando o plantando lo adecuado en cada terreno. Y ese criterio es el que diferencia al buen gestor.

Labor, praderas, monte ripícola, agua… mosaico, vigilancia, cuidados…= corzos, los que había de siempre que van para arriba en estos hábitats tan prósperos para ellos.

Con una densidad generalmente adecuada, y una calidad sorprendentemente alta.

Estos paraísos se enfocan normalmente a la venta de hembras en vivo, controlando de paso la densidad, y de vez en cuando se caza algún macho…

La familia Palomo Aranda en una de sus monterías antes de la pandemia, Gonzalo júnior, Mario, Gonzalo sénior y Loli.

Los Gonzalo Palomo

Aproveché la oportunidad de un precinto disponible, y de paso cumplía uno de mis viejos sueños cinegéticos, de esos que les conté en Grand Slam o cerrando trayectoria. Alto Tajo: macho montés con Félix Herrero, una cuenta pendiente, una mácula sin perdón el no haber recechado un corzo en mi cuna de caza, los Montes de Toledo.

Con cuatro años me subía mi buen padre en una borrica, cuando me tocaba acompañarle a mí y no a una de mis hermanas, para llegar hasta ese puesto en la cuerda de ‘Tapuelas’, por ejemplo, –más adelante escribiré de ‘Tapuelas’–, y esto que les cuento no es un mérito, ni mejor ni peor, es un hecho.

Lo que no me acuerdo ya es cuántos años hace, a ver… ¡uy, qué mayor soy!

Adolfo, que te pierdes.

Una alegría enorme era saber que Gonzalo Palomo Servicios Cinegéticos comercializan la caza de parte de las fincas que gestiona Paco.

Y más alegría aún, fue cuando me enteré que esta temporada tenían los corzos de uno de los cotos más bonitos de cazar.

Son gente cercana, sería, que sabe de campo y de caza, y con los que he hecho amistad sincera, especialmente con Gonzalo padre, que tiene esa sorna medida, esa ironía cinegética que no llega a la socarronería, y que considero que es algo esencial en la caza. Nunca llega a molestar.

Cuando una ilusión se cumple. ‘Las Corzas’ de ‘Valdelobillos’ con Gonzalo Palomo SC

La empresa cinegética, totalmente familiar, no da pasos en falso, poco a poco se van ganando a pulso un cartel de seriedad, de cacerías a un precio justo y no pocas veces asequible.

Todos participan, Loli Aranda, la matriarca, los Gonzalos, padre e hijo, y Mario, el otro vástago.

Aunque todos ayudan y hacen cosas, está enfocada a que sea Gonzalo Palomo Aranda el máximo responsable, y ya ejerce como tal.

Placidez

Me gusta hacer las cosas bien, por lo que cerré la cacería con Gonzalo y después se lo comuniqué a Paco.

La suerte que tenía es que contaba con dos guías de lujo, Gonzalo júnior y Paco.

También nos acompañaría Gonzalo sénior como apoyo.

Aunque a veces cuchicheaba por lo bajini y hacía unas risas con el sénior, era cazador alerta, y por mucho que llevara dos guías excepcionales, yo también iba cazando, quizá ‘con el rabillo del ojo’, pero cazando.

Esa virtud sí la tengo.

Además era yo el que iba a decidir jugar o no el lance. Mis compañeros solo me asesorarían, que no es poco.

La temperatura de la mañana de mediados de abril algo fresca, ideal para recechar.

El cielo entreverado, como si fuera la capa de un toro de lidia cercano, rañas transformadas en edén corcero, otras aledañas, son edén taurino años ha con sus dehesas adyacentes, ganadería brava. ¡Olé!

Las oportunidades había que aprovecharlas, valorar muy rápido, ya que lo normal era ver los corzos en las filas de la forestación, ya de por sí sucias, y que estos se colaran a la siguiente fila sin dar opción de disparo.

La primera oportunidad de fotografía fue a un alcaudón común al acecho, recortado contra el veteado cielo, las veteadas nubes, más bien.

Antes, en un praderío muy grande, donde sí se podía jugar un lance clásico de corzo, había una inusual e inexplicable ausencia total de estos.

Algunas corzas, pocas, unas cruzando raudas entre las filas de la forestación, otras sorprendidas ‘in fraganti’ en su excesiva tranquilidad –llevábamos el aire de fábula–. ¿Preparándose para parir? Seguramente.

Con todo, la compañía fabulosa, la primaveral mañana de una maravillosa placidez y una marcha con concentración pero de lo más sosegado.

Esto es CAZAR, CAZAR CORZOS.

Velocidad de crucero 1,5 km/h

Llevamos algo más de una hora disfrutando, para recorrer un poco más de kilómetro y medio, velocidad de crucero 1,5 km/h. Quizá un poco alta para rececho corcero, pero como quiera hasta entonces había habido poca incidencia cinegética…

Cuando llegamos ante una imponente encina secular que obligaba al camino a tomar un desvío.

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La chilla

De repente, una corza joven cruzó el camino muy despacio por delante de la encina, como a 90-100 metros de nuestra posición.

Advierto a Paco de tal hecho, se echa los prismáticos a la cara y me susurra:

–Mira a los pies de la encina, hay un par zorros.

Efectivamente, en un espectáculo fascinante, los dos zorros comenzaron a juguetear. Tenían toda la pinta de ser una madre enseñando al cachorrón.

Cambié inmediatamente rifle por cámara de fotos.

Pasó, por fin, la corcita, mientras los zorros siguieron a lo suyo hasta que un momento después se retiraron, justo en el instante en que una corza preñada apareció por los mismos pasos de la joven.

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Mucho más cauta aún, la corza cruzaba el camino a cámara lenta.

Cuando ya había ganado la otra orilla, volvió la cabeza, algo llamó su atención, resulta que los zorros seguían allí, pero tapados de nuestra vista.

La corza preñada se volvió sobre sus pasos y los raposos reaparecieron.

Ahora sí vimos claramente que eran una madre y el cachorrón.

Entonces Paco susurró a Gonzalo padre:

–¿Quieres que les chille?

Gonzalo asintió con la cabeza.

Con la palma de su mano en los labios, Paco aspiró hacia dentro imitando el chillido de un conejo herido.

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La pareja de raposos se pusieron alerta, y así siguieron tras la segunda chilla.

Al tercer chillido la hembra se vino rauda hacia nosotros, al siguiente salió el cachorrón tras su estela, de vez en cuando se paraban… chillaba Paco y otro arreón.

A escasos metros de nuestra posición, primero la zorra y después el zorrete, ganaron lo espeso, ahora despavoridos.

Intensidad, emoción…

Y porque en esos momentos llegaba a nuestra vera Gonzalo hijo, que se había separado de nosotros para intentar localizar corzos por otro lado, que sino nos pisan.

Una auténtica pasada la demostración del señor ingeniero.

Los taimados, astutos, perdieron tales calificativos ante la pericia del amigo.

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Asomó de nuevo la corza preñada por el mismo sitio y se volvió al monte otra vez.

Todavía boquiabiertos por lo que acabábamos de presenciar, y cuando el junior nos iba a comentar lo que había visto, comenzó un reto de ladridos.

Palpitaciones a mil, adrenalina…

Yo creo que la intuición cinegética de los cuatro nos dijo que eran dos machos, seguramente marcando territorio.

Aunque personalmente no se crean que tengo claro lo de los ladridos de los corzos, excepto cuando intuyen el peligro y huyen, por lo que no apostaría un céntimo a que estaban marcando territorio, un encontronazo, quizá, y se marcaban distancias.

El caso es que uno se acercaba, más o menos, a la misma zona por donde asomaron la corza joven y la preñada, y el otro hacia nosotros desde nuestra izquierda.

Es entonces cuando la décimas de segundo se convierten en años.

Tomé posiciones para disparar con total seguridad al que presumiblemente iba a asomar por delante de la señorial encina, ya que parecía que venía más adelantado que el otro.

Acerté.

Tras un agradabilísimo suplicio emocional, por fin apareció muy cauto y se paró exactamente en el mismo sitio que la corza preñada. ¡Sí, era un macho!

La primera confrontación visual de Gonzalo junior con el corzo se saldó con un ”es bueno”.

Pero ya les he comentado que iba a tomar personalmente la decisión.

El 12+1 de ACE

Había puesto el visor a 12 aumentos, previa puntería en blanco apoyado en mi viejo, querido y escacharrado bípode hacia donde suponía que iba a asomar.

Enfoqué con el visor la cuerna del corzo, de arriba a abajo, vi que tenía mucha fuerza en las bases, y me dio sensación de masivo.

Además, lo que estaba haciendo y con la desconfianza que se presentó, le daban para mí la categoría de viejo, y casi solo con eso era suficiente.

Inmediatamente la cruz se desplazó a la paleta. ¡Poum!

Tanta intensidad, tanta emoción, no se podía saldar con sufrimiento, como así fue.

No dejé que los amigos dictaran su vaticinio previo sobre las cualidades del trofeo.

Y a Gonzalo padre, que tomó los mandos de la cámara, le dejé sin grabar el lance, que era su ilusión.

Pude haber metido la pata, en el sentido que el otro que ladraba podía ser mejor, además que había cerrado cazar el más grande que encontráramos, y si algo era seguro es que en el coto los había –los hay– mucho más grandes que el recién cazado.

Pero de algo tiene que valer ser el socio 12+1 de ACE, el haber practicado tantos años el “oír, ver y callar”, haber aprendido de ilustres corceros, socios de ACE o no, cazadores o no.

Por cierto, siempre presumo de ese 12+1 de ACE, y es que la Asociación del Corzo Español es para mí un ejemplo que ha hecho y sigue haciendo muchas cosas y buenas.

Al menos esa intuición, esa rapidez de valoración la he adquirido. También los he cazado, e incluso censado, mucho.

Aquello de que “en la caza siempre se aprende”, no es una frase hecha, es una verdad como un templo, y más aún en el caso del corzo.

El típico corzo chaparrete de Montes de Toledo

Me refiero con chaparrete, bajito y regordete, al trofeo del corzo, de típico ‘trofeo chaparrete’, sería más correcto, aunque seguramente eso era una apreciación mía de juventud, ya que ahora se ven muchos trofeos de corzo de Montes de Toledo que no son de estas características precisamente.

De ser verdad mi apreciación juvenil, serían cuernas diametralmente opuestas a las típicas del venado caballar de Montes de Toledo, de cuernas largas y más bien finas.

Quedan también venados caballares, pero actualmente, al igual que en el corzo, se impone la diversidad, y los hay en estos pagos de trofeo récord con cornamentas muy gruesas.

Pero regresemos a nuestra perdida ruta.

Un corzo en Montes de Toledo

Paco y Gonzalo júnior examinaron el corzo, al unísono:

–Es viejo y con mucha fuerza abajo, buenas rosetas y casi sin pivotes.

Con el frontal blanco, y el pelo que le cubría las rosetas –que se le juntaban– en la base de las cuernas.

No muy largo, ni de cuernas ni de puntas, seguramente en regresión. Las rosetas se le ‘derramaban’.

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De trofeo poco fotogénico, ya que es mejor de lo que dicen las imágenes, seguramente por eso le hicimos cientos de fotos. El pelo, como ya he dicho, tapaba mucho en la base.

Un corzo en Montes de Toledo
La señorial encina, delante de la cual pasaron muchas cosas en poco tiempo.

¿Buen tiro?

Pasamos a examinar el disparo, y ¡oh, sorpresa! Nada de paleta, se había ido a la izquierda y alto, al lomo, pero al tirar de arriba a abajo, estaba de pie, salió sesgado y hacia abajo, siendo fulminante el efecto de la bala AccuTip de 130 grains del .270 Win.

Y eso no podía ser a 90-100 metros, tirando tranquilo y bien apoyado.

Por lo que no tenía el rifle a punto, ya que llevaba bastante tiempo sin acudir al campo de tiro, como es mi –mala– costumbre.

No me podía escapar sin haber cometido algún error.

En ese momento salió a relucir la fina ironía de Gonzalo padre:

–A ver si va a ser el indio y no la flecha. -Carcajada general.

Pero una vez comprobado era lo que supuse, fue la flecha y no el indio, cualquier golpe inadecuado en tanto tiempo sin ponerlo a punto.

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Sesión fotográfica del trofeo y después en un paseo por el coto donde, ahora sí, vimos mucho corzo, hembras, algunas a punto de parir, y algún que otro macho.

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Por cierto, al acudir al cobro, pudimos ver y fotografiar al ‘contrincante’ del cazado, muy cerrado, de cuernas paralelas y una más larga que la otra, puntas largas y buena roseta ‘derramándose’ más aparentemente que en el cazado.

Pero muchos de esos detalles los vi en la foto, no en el campo, que me dio la impresión de ‘flojo’ por lo cerrado que era.

No le hubiera tirado, por lo que aquello que les contaba antes de la intuición corcera adquirida se va un poco al garete.

Aunque con este corzo tenía dudas en el campo, y mi máxima, repetida mil veces, es “no tirar ante cualquier tipo de duda”, y el que cacé no me ofreció duda alguna.

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Futuro

Precintado. El desollado y destazado los realizó perfectamente Gonzalo hijo.

Un corzo en Montes de Toledo

Una pena no poder naturalizarlo de pecho (solo tengo uno hecho así, el primero que cacé en el año de la polca en Cameros) porque estaba cambiando el pelo, pero las manos mágicas de Taxidermia Medina lo dejarán precioso de cráneo.

Los Medina además de buenos amigos son unos profesionales formidables.

Medida en verde, representativo alto, que años atrás cuando el baremo era más bajo y la fórmula otra, lo mismo hubiera alcanzado el bronce.

Comprobar la traducción a los puntos actuales es casi imposible sin saber peso y volumen, pero por ver esa variación, antes de que le pongan la tabla, les contaré en este mismo artículo actualizado sobre su puntuación con la fórmula actual y con la anterior.

Un corzo en Montes de Toledo
Gonzalo Palomo Aranda con el corzo. Hay futuro.

Ya les he hablado de Paco y de Gonzalo sénior, turno para el júnior.

Es un joven trabajador y con mucho entusiasmo, pero con eso no basta, encauza bien ese esfuerzo.

Tiene buenos maestros y buena formación, sabe mucho de campo y caza, y toca muchos palos de la práctica cinegética, todos bien.

Cura antes que fraile.

Y con mucho futuro en esto, que es algo que se agradece, porque nos estamos quedando sin relevo, por eso son recibidos con los brazos abiertos estos jóvenes tan capaces en el gremio de San Huberto, de San Eustaquio.

Un corzo en Montes de Toledo
¡Cómo no voy a querer a mi mujer!

El tomillo aceitunero y el mejor trofeo

Pues resulta que tanto el paraíso como el duende son comestibles. ¡Toma ya!

Aceite, vinagre, vino, sal, ajo, tomillo, orégano, pimentón, romero y comino. El adobo.

Ese es el paraíso comestible, que quizá solo tenga que pedir prestada la sal a un vecino, lo demás de aquí.

El aceite de oliva virgen extra es denominación de origen protegida (DOP) Montes de Toledo es de muchísima calidad, y qué decir de los vinos DO Montes de Toledo, de los mejores entre los mejores, y no lo digo yo, que soy poco enófilo, lo dicen sus galardones y el paladar de los entendidos.

Algunas DOP y DO son de fincas muy muy cercanas al coto donde cazamos.

Mercedes Ramos Azaña, como buena alquimista que es, preparó con mimo el adobo, ungüento mágico, con todos los elementos en su justa medida, no tirados así de cualquier modo.

Con el tomillo aceitunero, cortado con tijera de podar, de Las Ventas con Peña Aguilera, su localidad de origen.

El corte justo al lomo, 48 horas en adobo y… a la sartén con aceite del país.

Pablo y Merche Sanz Ramos se unieron a la fiesta gastronómica, y como agradecidos y sinceros que son, no repararon en elogios ante el delicioso festín que les preparó su madre.

Este, sin duda, es el mejor trofeo, disfrutar con la familia de esta exquisitez. Una alegría inmensa en tiempos tan tristes.

¿Saben quién me presentó a Mercedes? Sí, ese mismo, Paco, por lo que mi gratitud hacia él será eterna.

Fotografía del III Catálogo General de Trofeos de Caza publicado por el ICONA. Tercer corzo de España en 1970, con 133,60 puntos, cazado por Bernabé Galiano en ‘Tapuelas’ en 1967.

Bernabé Galiano Martínez, Berna, el corzo de ‘Tapuelas’

Mi anhelo por el corzo de Montes de Toledo viene de antiguo, desde que era un niño.

Bernabé Galiano Martínez, Berna, organizaba alguna montería, para sus amigos, en las fincas que tenía arrendadas, preferentemente en ‘Tapuelas’, la niña de sus ojos.

Le recuerdo como una buena persona, muy apreciado.

Era la época en que algunas fincas eran aún ‘terreno libre’ y se estaban ultimando como coto de caza.

Resulta que en el III Catálogo General de Trofeos de Caza, publicado por el ICONA, y que recogía los trofeos homologados hasta la exposición de 1970, el tercero de España, de 133,60 puntos, era un corzo de Berna cazado en ‘Tapuelas’.

Y ya este se escapaba del concepto de trofeo chaparrete del que hablé antes, largo, con siete puntas, buen perlado y rosetas.

Se homologó según la fórmula del ICONA vigente en esa fecha, y en la que la altura por 1,5 sustituía al peso. Me hubiera gustado poderlo medir según la fórmula de valoración actual, y ver la posible diferencia de puntuación.

⇒ Pinchando aquí puede ver la ficha de homologación del corzo en 1970. III Catálogo General de Trofeos de Caza

→ Pinchando aquí puede ver la ficha de homologación del corzo actual. Comisión de Homologación de Trofeos de Caza Mayor de la Comunidad de Madrid

Como eso no es posible, haré la comprobación con el corzo que cacé, como ya les comenté.

Qué tendrá el corzo que genera tanta pasión, que su caza o mera contemplación es tan gratificante, sin duda, tiene duende.

Texto de Adolfo Sanz Rueda

Fotografías A. Sanz, P. Largo y G. Palomo

 

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