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Crónicas de Olsón, donde caza gente buena (I). Prolegómenos: Atarés

Olsón Caza
El premio, a veces, es levantar la vista desde la espera y ver el formidable paisaje que escondían las nubes. Luego se cuelan los tocinos, normal. Crónicas de Olsón, donde caza gente buena (I). Prolegómenos: Atarés.

A Antonio Gibaja le conozco desde que era un niño, desde que éramos unos niños, muy niños, morraleros precoces de unos padres que eran muy amigos, y muy cazadores y muy monteros, con una enorme afición.

Seguramente sea por eso que le aprecio tanto, después de tantísimos años mantenemos una sincera amistad.

Su padre, Bernardo, hombre de bien, fue uno de los primeros organizadores de monterías, pronto se desencantó de esa faceta.

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Antonio Gibaja, AMIGO y MONTERO.

MONTEROS Olsón

Antonio cuajó en MONTERO formidable al unísono con su hermano mayor, Bernardo.

MONTEROS de sentimiento, de afición, de saber hacer, de vivir con intensidad desde que emprenden el viaje hasta que están de nuevo en casa.

De los que saben sacar jugo a «otro día sin ver nada», a la fuerza ahorcan, hemos vivido tantos de esos…

MONTEROS hechos desde cuando ‘casi no había caza’, aprendiendo de la ausencia, de los pocos bichos que entraban.

No rellenan su curriculum cinegético de medallas de oro, lo rellenan de respeto a los que trabajan en el monte para que otros cacen, de tirar con seguridad y respetando las carreras, de ser unos señores en el campo, de los que saben apreciar el trabajo de las rehalas, de echar el día con los amigos…

Y eso siempre sin desdeñar otras cacerías. MONTEROS.

Bernardo Gibaja, el MONTERO tranquilo, en un resaque. Al fondo la Peña Oroel (1.770 msnm).

«Adolfito, vente a cazar a Huesca, que te va a encantar, jabalín»…

Además de todo lo referido, Antonio es un profesional de una dimensión colosal, ingeniero de montes, ha tocado muchos palos del sector.

Cuando trabajaba en la industria de las puertas uno de sus clientes era un oscense llamado Roberto Sistac.

Congeniaron enseguida, casi a la vez que se reconocieron cazadores…

Y ambos al mismo tiempo se abrieron las puertas de sus casas y de sus cazas (Ernesto Navarrete dixit).

«Adolfito, vente a cazar a Huesca, que te va a encantar, jabalín»…

Uno, más volandero en lo cinegético que los Gibaja, por aquel entonces sería recechista, perdicero, pescador de lucios o nada de eso, quién sabe…

El caso es que por pitos o por flautas, por aquel entonces no le acompañé.

Otros amigos, con mucho más sentido de lo que merece la pena, se unieron a la comitiva, además de Bernardo padre e hijo, claro, Ernesto Navarrete, Antonio Machuca, Jesualdo Domínguez-AlcahudJosé Antonio Araque o Paco Largo.

En los Montes de Toledo, en abierto y en un gancho, uno de esos días en que aquellos que se lo merecen tuvieron su premio, Antonio Gibaja una espléndida collera de venados y Ernesto Navarrete un navajero de buena tabla.

Otro MONTERO y además ESCRITOR…

Ernesto es, sin duda, uno de nuestros mejores escritores de caza (y no me atrevo a singularizar porque es algo que va mucho en el gusto de cada cual y por el temor a poder cometer una injusticia con otr@s tres o cuatro escritor@s de lo cinegético), plasmó de manera magistral un resaque largo en Un ‘cochinazo’ del Pirineo y más recientemente en la primera parte de La casa vieja, que además es una maravillosa crónica costumbrista.

¡Cuánta emoción, cómo transmite Navarrete!

Ernesto y Roberto nada más finalizar un resaque.

Aunque les adjunto el enlace a ambos artículos, vamos a actualizar Un ‘cochinazo’ del Pirineo porque merece mucho la pena, La casa vieja no por haberse publicado en esta página recientemente, el pasado noviembre.

Un ‘cochinazo’ del Pirineo

La casa vieja

Puede resultar muy duro sacar los jabalíes cazados del monte. Todo el mundo colabora en la medida de sus posibilidades. Caza auténtica.

Huesca, la capital del jabalí Olsón

A veces todos, otras solo algunos, un par de veces por temporada o cuatro o cinco, el caso es que estos ‘madrileños’ fueron ‘asentándose’ en aquellos montes prepirenaicos, de tal manera que los años fueron pasando e hijos y sobrinos se unieron a la cuadrilla viajera.

Además, cada vez había más jabalíes, que al principio eran más escasos, por mucho que Huesca pase por ser, desde hace muchísimo tiempo, la provincia española donde normalmente más cochinos se cazan.

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Sólo por los paisajes que se disfrutan desde las esperas –puestos– ya merecen la pena los resaques.

El escudo provincial bien pudiera tener un jabalí representado, amén del jinete plateado con lanza sobre el todo.

También los corzos –que a veces se pueden tirar en los resaques– han ido a más, y hacia la zona de La Garcipollera ciervos, aunque puntualmente se dejan ver en otras zonas.

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Depende mucho del cazadero, de su orografía y del monte que tenga, pero normalmente los puestos están lejos y a veces con tiraderos tan amplios como este testero.

Verdadera CAZA

Caza auténtica, no es raro que haya puestos –esperas– de andar mucho, hay que sacar ‘a mano’ todo lo que se cace, ni se plantean dejar una pieza abatida en el monte, y normalmente se resaca con pocos perros, tampoco suelen ser muchos ni los resacadores ni los cazadores de puesto o espera.

Roberto le da a Antonio algo imprescindible en los resaques, una cuerda para acarrear lo que se cace.

Una cuerda de resistencia es un elemento imprescindible en el macuto, y no va mal un arnés y/o una eslinga.

Aunque a veces se caza tanta extensión que los planteamientos son más parecidos a los de una montería clásica.

Al ser terreno abierto, con mucha defensa y orografía complicada, existe la posibilidad de poder cazar un gran cochino de los de verdad, soberbio trofeo.

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El resacador, además de saber y estar en buena forma física, tiene que tener una inmensa afición, hay días que pueden resultar muy duros.

Del resaque y los resacadores al tocino

¡Qué bonitas son las jergas de la caza! Además del resaque para la batida, resacador para quien entra a ojear con los perros, quien va a un puesto aquí se dice que va de espera, «a la espera», tiene todo el sentido.

Cadillos –seguramente por la planta, cadillo de perro– se dice a los perros jóvenes, y no pocas veces tocinos a los jabalíes.

Por cierto, perros que con tres o cuatro meses ya están en el monte aprendiendo a cazar.

Los resacadores pueden llevar arma al no tener perros de agarre y así poder rematar algún cochino herido.

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Un gran tocino. El tercer cochino que cobró Antonio Machuca en Huesca tras más de 20 años yendo a los resaques, tiene una emotiva historia que ya les contaremos en su momento.
Agachados, de izda a dcha: Antonio Machuca –muy emocionado–, Jesús Piedrafita, Antonio júnior y Bernardo Gibaja; de pie: José Luis Martínez y dos cazadores del la Sociedad de Santa Cruz de la Serós.

Por fin sucumbí a los cantos de sirena

No fue hasta el 16 de febrero de 2019 cuando por fin sucumbí a los cantos de sirena de Antonio, Ernesto o Bernardo, con el que viajé la tarde anterior.

«¡Vente, vente… que te lo vas a pasar muy bien, jabalín!»…

¡Qué ruta más agradable! Olsón

Bernardo, que es un pedazo de pan, es además el montero tranquilo. Mucho de que hablar.

Llegamos a Atarés y enseguida comprobé qué era lo que tanto atraía a mis colegas de estas cacerías oscenses.

La sede social muy agradable, abajo el comedor y la cocina, arriba el bar, donde son partícipes todos los ataresanos (espero haber copiado bien el gentilicio de Atarés), sean cazadores o no.

Pero el valor no era el del local en sí, era el de su gente, los ataresanos.

Clásicos y savia nueva en el refugio de cazadores: José Antonio Araque, Pilar Largo, Álvaro Jarné, Roberto Sistac, Paco Largo y Antonio Machuca padre e hijo.

Más tarde se construyó un refugio de cazadores, donde ahora se preparan la salida al monte y la comida tras el resaque.

En todo caso, gente buena, muy buena, que te abre de par en par las puertas de su casa, de su caza…

Después, a mesa puesta, lluvia de chuletas

Había cierto bullicio, Roberto con la puerta de su casa abierta de par en par, algunos de los viajeros pernoctarían allí, otros lo haríamos en casas rurales…

El bullicio está reñido con el sosiego y la tranquilidad, pero allí, en ese instante, hacían una mezcla maravillosa.

En el interior trajín, calorcito agradable, fuera silencio y frío, restos de nieve, vaho al respirar, cielo cuajado de estrellas.

En la sede social todo el mundo cooperaba, el cronista, como era nuevo en esta plaza, veía los toros desde la barrera, y en cierto modo alucinaba lo adaptados que estaban los amigos con los naturales de Atarés.

Después, a mesa puesta, lluvia de chuletas y otros manjares, todo riquísimo, pero lo mejor era el ambiente.

Prolegómenos insuperables…

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Arriba, Pilar Largo desde su espera con un precioso tiradero de testero. Foto: Paco Largo
Abajo, Bernardo Gibaja en su espera, con más tiradero aún.

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La puerta Olsón

La Sociedad Deportiva de Cazadores de San Julián aglutina a los cazadores de la localidad, que comparten la jornada de caza con la sociedad de Santa Cruz de la Serós.

A veces, según la dimensión del resaque, también pueden acudir aficionados de otras partes de la provincia, o incluso de otras limítrofes, como José Luis Martínez y su hijo Unai, que viajan habitualmente con sus perros desde Navarra, o también los ‘madrileños’.

Otras veces se caza en localidades cercanas a Atarés.

Roberto Sistac en versión cocinero.

El pegamento de todo este ir y venir, de este no parar cinegético es Roberto, Sistac es un fenómeno, buenísima gente, incansable, imparable…

Anfitrión, cocinero, resacador, cazador en la espera… eso y mucho más es Roberto.

El caso es que Atarés es la puerta que se abrió al primer asentamiento de los ‘madrileños’, aunque estas crónicas lo serán de Olsón.

Todo se andará.

Pero no nos podemos marchar cerrando la puerta de golpe, sin al menos nombrar a esta gente maravillosa de Atarés.

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‘Butu’ en ese resaque fue postor. Recogiendo los puestos y los carteles de advertencia de la cacería.

Entre ellos, Javier Navarro, el Rubio, Jesús Piedrafita, Butu, Francisco Lerés y, ¡cómo no!, Fermín Jarné, el presidente, o sus hermanos Álvaro y Luis, Bicho –sí, el protagonista de La casa vieja–.

Ellos son los que abren las puertas de su caza y de casa a los que son amigos de sus amigos.

A la vez también son discretos y viven su caza con reserva hacia afuera. Hacen muy bien.

Mucho empuje y buen hacer en el monte, eso sí, que al ser todo natural sin artificio, no pocas veces los tocinos ganan la partida y el resultado es escaso.

En La Garcipollera Olsón

El plan no podía ser mejor, cazaríamos el sábado 16 en la Reserva de Caza de La Garcipollera y al día siguiente en Centenero, cerca de Atarés.

La batida de La Garcipollera estaba prevista más bien para el cervuno, que ha alcanzado unas altas densidades en el que fuera coto nacional.

Los ciervos se introdujeron allí entre los años 1960 y 1962, dando al principio venados de mucha calidad, después poco a poco la densidad fue aumentando alcanzado proporciones no deseables, bajando la calidad, aunque aún se puede encontrar algún venado grande.

Mi puesto casi en la misma ermita de San Juan, desde donde veía la torre que aún se mantiene perfectamente en pie de la iglesia de San Pedro de Cenarbe. Siglo XII, románico aragonés.

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En el descanso de los cazadores fatigados por el esfuerzo de acarrear el cervuno cazado, praderas al pie del viaducto de Cernarbe, el maquinista saludó haciendo sonar el silbato de la locomotora: ¡Prrrriiii, prrriii, prrriii!

Alborozados, los cazadores saludaron a su vez, los que estaban tumbados se levantaron para imitar a los compañeros.

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Muy placentero

Mientras que en el cielo se veían algunos quebrantahuesos entre cientos de buitres, volando con La Collarada (2.883 msnm) nevada de fondo, impresionante.

Tan singular batida, en la que se cazaron cuatro o cinco venados –pequeños– y otras tantas ciervas, es merecedora de crónica aparte.

Todo muy placentero, aunque lo cierto y verdad es que por la tarde estaba ‘reventadito’.

Muchos miles de kilómetros a las espaldas ya en aquella temporada 2018-2019.

Aproveché que Paco Largo se tenía que volver a Madrid, y con él regresé renunciando muy a mi pesar al resaque, este sí, de Centenero.

Pero me gustó tanto, lo pasé tan bien –como siempre me decía Antonio–, que prometí regresar en cuanto tuviera ocasión.

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Ya iba siendo hora de llegar a Olsón.

Crónicas de Olsón, donde caza gente buena

Ya iba siendo hora de llegar a Olsón.

Creí que Olsón era otro pueblo más de las cercanías de Atarés donde también se resacaba.

Bien que es un pueblo, precioso como los otros, que también se caza a resaque, claro, pero está a más de hora y media –100 km– de Atarés en coche, hacia el suroeste, en la comarca de Sobrarbe.

Roberto es socio del coto, como David Aguilar, Pepino, Jorge Bibián, siempre acompañado de su hija Jara, Joaquín González, Alberto Mainar, Burguer, y Jordi Faba.

Pepino, Jorge y Jara son también habituales del entorno de Atarés.

En mi tercer viaje a este Prepirineo salvaje –y maravilloso–, por fin aterricé en Olsón, y es cuando comprendí su peculiaridad.

Allí se cazan desde pequeños resaques que casi son medios ganchos, a batidas que se pueden considerar monterías.

Además de tocinos, hay bastantes corzos.

Orografía compleja, sierra, barranqueras.

Alguna zona es tan accidentada que se ha instalado hasta una tirolina para poder sacar los jabalíes cazados.

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Un buen tocino cobrado en un resaque corto en Olsón.
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Unai y ‘Pepino’ comentando las incidencias al finalizar el resaque.

El Encuentro Olsón

El Encuentro son tres días seguidos de resaque, normalmente de viernes a domingo y en noviembre.

En El Encuentro o alguna de las batidas grandes, se juntan cazadores de casi toda España, aragoneses, claro, navarros, catalanes, vascos, riojanos, madrileños, castellanoleoneses, castellanomanchegos, castellonenses y valencianos… ¡y hasta extremeños! que vienen a través del grupo de Bernardo, Antonio y Ernesto que montean con Juan Carlos Moyano, que es un cielo de persona.

Y andorranos, franceses y en el último celebrado ¡hasta alemanes!

En esta ocasión un nutrido grupo de ‘madrileños’, clásicos y modernos, acudieron a un resaque grande, escoltados por sus anfitriones, agachados, a la izquierda Roberto Sistac y a la derecha Álvaro Jarné.
Foto: Paco Largo

A estos resaques grandes, como hay esa posibilidad, otros amigos de nuestro entorno cinegético en Madrid se han unido a las expediciones.

No se me puede olvidar como quieren, cuidan y miman a sus perros, protagonistas totales en los resaques.

Aquí el resacador es figura principal, me atrevería a decir por encima del cazador que se pone en la espera.

Crónicas de Olsón, donde caza gente buena, como caza gente buena en Atarés y su entorno.

Lo tengo difícil, me tengo que abrochar los machos y esmerarme mucho, me he echado unos compañeros de viaje escrito de muchísimo nivel, además de Ernesto y sus artículos ya comentados, la segunda parte de estas crónicas vendrá de la mano del decano, Cesáreo Martín, será muy visual y espectacular.

¡Qué buenos amigos tengo! Y eso es un tesoro muy grande.

Crónica y fotografías: Adolfo Sanz Rueda

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Ha acabado el resaque y la comida en el refugio, entonces sales fuera y si miras hacia el norte tu vista se choca con los colosos pirenaicos. ¡Qué gozada, qué bonita es la caza!

Próximo capítulo

Crónicas de Olsón, donde caza gente buena (II). El punto de vista del decano, Cesáreo Martín

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