Relatos

42.5 Kg. de trofeo de jabalí

Habíamos quedado varias veces en pasar una tarde en RIBERA ALTA para pasarle factura a un buen marrano, pero problemas de ultima hora nos hicieron varias veces suspender nuestra cita.

Por fin el día de Santa Digna, de este mes de junio a las 7,30 de la tarde con un severo sol de atardecer les estaba recibiendo en los portalones del patio de cuadras de la finca.

Mi buen amigo Joaquin Leal, acompañado de tres “ escuderos “ Antonio, Jose y Marco “ venían con toda la ilusión de pasar una tarde agradable viendo la finca fuera de la temporada de monterías y con mi compromiso de hacernos con un buen guarro.

Ya carrileando con mi 4×4 que casi se sabe solo los caminos, guarros y venaos acaparaban la atención de mis invitados, cuernas y navajas animaban el trayecto, pastos que empiezan a agostarse y rebaños de ciervos, gamos y muflones concentrados en los granos de cebadas y avenas por las rubias tierras de labor en la finca.

Lomos negros entre las rastrojeras delatan la presencia de piaras de guarros dándose el festín al pie de encinas y alcornoques que la glotona cosechadora no ha podido cosechar.

Tengo que decir que íbamos siete personas en el coche, prismáticos a la cara y a buscar nuestro guarro. Este es pequeño, esa es guarra, ese no se ve bien, ese tira pal monte, no nos poníamos de acuerdo. Unos minutos de coordinación y todos coincidimos en uno muy chico pero que cada vez que alzaba la jeta de los rastrojos le veíamos incluso en la distancia unos colmillos fuera de lo habitual , a ojo de los guardas el guarro tenia mas de 10 cm. de navaja que asomaban en su jeta y decidimos que ese era nuestro objetivo.

Empezamos el rececho pero era animal muy huidizo, solitario y con andares muy cansinos, todo hacia pensar que era un gran y viejo jabalí, escurrido de cuartos traseros, poca grasa entre sus cueros, cabeza muy grande y andares muy cautelosos.

Sigilosos, en línea, despacio, íbamos intentando acercarnos al macareno, pero continuamente lo perdíamos de nuestra vista, otras se encamaba como una liebre, se levantaba andaba unos y volvía a perderse en los bajos de las abulagas. Cuando nos dimos cuenta comprobamos como su astucia le hizo que pasáramos por delante de él sin darnos cuenta y lo habíamos dejado atrás. Volver a empezar para cambiar de dirección el rececho.

Así varias veces hasta que el sofoco, el sudor y el cansancio empezaban a pasarnos factura, pero nuestra afición y las ganas de cobrar un buen guarro nos hacían volver a intentarlo.

Un ligero refrigerio y agua fresquita al gañote nos hicieron intentarlo una vez mas, hasta que de pronto en el frescor de un pequeño regajo donde culebreaba un hilo de agua vimos como el lomo negro de un guarro se movía entre las ultimas hierbas frescas y verdes de junio, unos y otros quietos, conteniendo la respiración, nos miramos porque nos parecía muy pequeño para ser el berraco que buscábamos, dudamos y Joaquin que lo tenia en la cruz de su visor pero solo le veía los cuartos traseros decidió no tirarlo.

El guarro que nos intuye y el viento que nos delata pone tierra de por medio subiendo un pequeño repecho, en ese momento pudimos ver perfectamente las impresionantes defensas que tenia y sin dudarlo encaro su rifle, volvimos a mirarnos porque no encajaba su boca con su pequeño tamaño, las gotas de sudor resbalaban por la frente de Joaquin, sus escuderos no respiraban pero se les oían los latidos del corazón como se fueran a salirle por la boca y en el momento que tuvo la oportunidad Joaquin lo tiro.

El estruendo del tiro nos hizo enmudecer hasta que vimos rodar al marrano hasta el arroyo.

Unos segundos de silencio, pataleos del guarro y abrazos como en una boda. Nos acercamos con prudencia hasta comprobar que no había peligro y no podíamos creer lo que veíamos, un jabalí de poco más de 40 kilos con una boca impresionante.

Una primera valoración de los allí presentes dudábamos si era plata u oro, era ya un animal muy viejo (mas de 12 años) y nos parecía imposible encajar una boca de tal trofeo con un cuerpo tan bajo en peso.

Una buena cena con los recuerdos de lo vivido esa tarde nos hizo pasar muy agradables momentos.

Un abrazo a todos.

Jesús Fernández

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