Relatos

‘La última terna’, por M. J. Polvorilla

Ahí va, caminando sereno, firme y  ceremonioso. Gustándose. Ahí va, batiendo el albero con sus manoletinas, directo a tomar la alternativa de lo que será el penúltimo toro de su vida. Porque hoy, amigos, es un día grande y  glorioso para los anales de la tauromaquia. El banderillero Félix Jesús Rodríguez se consagra como matador de toros para morir cuando la Virgen de Guadalupe disponga, pero ostentando tal distinción.

toreroEn Almadén, plaza singular donde las haya, sale el padrino de la terna, Luis Miguel Vázquez, a amparar al flamante matador. Como testigos, algo insólito, Juan Antonio Ruiz, Espartaco, José Luis Moreno, Antón Cortés, Aníbal Ruiz y Sánchez Mora. Nunca antes tantas figuras habían refrendado el bautizo en un coso. Le entregan los trastos… Suerte, maestro, que tu Virgen te guíe y dé soltura y elegancia a tus maneras.

Camina firme a los medios. Cuatro rosas en el suelo no de casualidad. Tres rojas y una blanca. El maestro brinda a los cielos, con la mirada fija en el azul estival que sólo se aprecia en La Mancha. Se encomienda a Dios y, en silencio, coloca su montera boca abajo, rememorando a los dos aficionados que más lucharon por mantener esa plaza de toros que ahora mismo le estaba vistiendo de gala. Rezó una oración sencilla y breve en recuerdo de Lucilo Villar y Balbino Bejarano. Sonrió por el malogrado Teodoro Muñoz, novillero local y predecesor del ya maestro, apartado de la gloria en vida por una cornada de un novillo. Y, por último, tomó la rosa blanca, ésa que pocas veces se ve, la besó, la colocó sobre la montera y, sin miedo a ocultar su emoción, recordó a la mujer que le había parido, sus desvelos y esfuerzos para criarlo… Y el saber que, allí mismo, bajo el sol apremiante, su madre le estaba vitoreando…

El morlaco Pajarito que se adentra en la pelea, burraco de pieles y noble de pitones. Comienza por el derecho, citándolo en largo, girando la muñeca. El toro se deja hacer y el maestro comienza a pulir su obra maestra, toreando despacio, al paso, girando sobre sus propios pies, arrimándose el engaño hasta tocar pelo y sangre con los pechos… La plaza se rinde a los pies del maestro que, ahora sí, se relaja y comienza a tejer el mejor de los cuadros…

La lidia culmina como culminan las cosas bonitas: con éxito. Enemigo desorejado por mérito propio del matador que supo sacar toda la esencia a lo que justa esencia tenía.

Pero la tarde no termina aquí, con la locura de la alternativa la plaza está en pie. Pero ahora llega el momento más sublime de los que han sucumbido en los tendidos… El maestro se dispone a lidiar su segundo toro, el último toro de su vida. Puesto que como matador de toros quiere morir y así se retirará de los ruedos… Corta su coleta, se dirige al tercio y encuentra lo que no esperaba encontrar: la hembra que en su vientre lleva su sangre, justo el día en el que salía de cuentas, se personó allí para aplaudir a su hombre, al torero, al matador…

Brindis emotivo, de ésos que sabes que habla el corazón y lo traducen las palabras. Declaración de amor y de agradecimiento, de respeto y de pasión. Lágrimas que hablan de muchos esfuerzos y discusiones, pero que culminan con la satisfacción de haber plantado cara y cojones a la vida… y de perseguir los sueños hasta alcanzarlos…

Zalamero fue lidiado el 25 de julio de 2015 en la plaza de toros de Almadén, en Ciudad Real. Cumplió la faena a manos del maestro manchego Félix Jesús Rodríguez que había tomado la alternativa en su primero y se cortó la coleta en su segundo.

Ha sido catalogada como una de las faenas más sobrecogedoras, profundas y sublimes del toreo de nuestro tiempo. Cortó las dos orejas y el rabo. Y una multitud vitoreó al torero que consiguió arrancar lágrimas de emoción a los más fríos.

Aún recuerdo el momento final, justo cuando el estoque era parte del corazón del toro. Ese segundo en el que el encuentro se produjo, la muerte era inminente y el mundo entero se detuvo alguien, anónimo, saltó de su abono y gritó: «¡¡Esto es como hablar con Dios y que te conteste!!».

Al día siguiente nació Jimena. Mucho bien y mucha paz. ¡Enhorabuena, maestro!

Por M. J. ‘Polvorilla’

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