Opiniones Pluma y pólvora

Pluma y pólvora: ‘Sentimientos encontrados’

juan pablo esteban 1 juan lobonEl 15 de agosto era una fecha señalada en el calendario, los nervios, que llevaban semanas fluyendo por mi cabeza y pensamiento, ese día desembocaban en palabras que se amontonaban y en gestos de ansiedad. Yo buscaba la compañía de Tomás y así tomar una copa para calmar esos nervios. Poco a poco, con el paso de los años, esos nervios fueron desapareciendo y se esfumaron para siempre convirtiéndose en pena tras la muerte de Tomás, hace ahora seis años.

Aquel 17 de agosto, fecha en la que me convertí en cazador, había en Villaralbo un renacuajo con apenas seis meses que hoy vive lo que yo viví: nervios, ganas y pasión. Dentro de unas horas cazaré con él, pisaremos rastrojos en busca de las codornices.

Ahora veo un Tomás en mí y me veo reflejado en Daniel.

Aquí, sentado con mi rifle, en la más absoluta soledad, viviendo por la noche y durmiendo por el día, me preparo para revivir el día más feliz y más triste de mi vida. Dani, tranquilo, Tomás y Francisco nos están guardando las codornices. Vayan para mi querido amigo estas palabras, allá donde esté, la primera de mañana te la dedicaremos.

Después de seis años sin tu compañía te prometo, querido amigo, que no ha pasado un día sin que me acuerde de ti. Te tengo tan presente que en esos días fríos de diciembre y enero tras las perdices, adiviné tu andar, seguro y decidido, entre los barbechos más duros y ásperos de estas tierras, testigos mudos de tantos y tantos lances tras ‘la reina’, como te gustaba llamar a la perdiz, figura que se desvanecía como la niebla cuando el sol la empuja, pidiendo paso, dejando todo húmedo y frío.

Te fuiste y nos dejaste huérfanos de cuadrilla, y de tus comentarios y conocimientos que nos alegraban la jornada.

Después de años y años dándote la murga para que te compraras unas chiruca, al final te las compraste, no sin antes pedirnos a todos, con tu habitual socarronería, una colecta para comprártelas…. ¡Jajaja, canalla!

Que sepas que debes un montón de días de fregadera, que todos los cacharros tuyos están por fregar, porque ahora ya no hay sorteo… ¿Te acuerdas: «en, de, mi, pi, sele…»?, al final tú siempre te librabas y le tocaba el turno a algún novel aprendiz o a algún sexagenario con bigote y entonces ya estaba liada, menuda polvorera… Al final no fregabais ninguno de los dos y cuando lo hacíais nos tocaba poner dinero para comprar otra vajilla y vasos.

En la sede sigue tu Vega Sicilia, aquel vino que nos trajiste el día de tu jubilación, algo delicioso junto con la leche condensada que se te colaba.

Tú siempre traías el macho perdiz más grande, hermoso y engallado, ese macho astuto y viejo que a los noveles nos la jugaba, pero que nada pudo hacer contigo, al saltar confiado de su bravura, con ese ruidoso ¡brrrrrrrrrrr!, después de darle vueltas y vueltas tus Loreto y Fabarm hacían el resto: te regodeabas en el lance… e incluso después de cincuenta años cazando te emocionabas cuando veías a ‘la reina’ doblar las alas y caer entre las siembras… Eras y siempre serás ‘su rey’ cazándolas y alabándolas.   

Yo me emociono al recordar todo esto y se me pone un nudo en la garganta que me acongoja y me entristece.

Seguro que San Huberto te tiene bien vigilado porque allí, en esas largas vaguadas y recodos que seguro hay en el paraíso de los cazadores, ya le has puesto el ojo a ese bando que se echa a dormir a la abrigada del zarzalón, al naciente, para que el sol las caliente a primera hora y así tenerte vigilado por si apareces al alba. Pero no te preocupes que tú siempre has sabido coger las vueltas y alguna irá a parar al morral… Pero, por si acaso alguna te sale revolada y a traición entre los matorrales de un reguero, yo estaré atento para gritarte desde la otra orilla: «¡Ahí te va, Tomás!».

Por Juan Lobón

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