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Pluma invitada: ‘A Mario, la caza hecha pasión’

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Recuerdo muy bien la primera vez que vi a Mario. Yo esperaba en la recepción de la empresa para hacer la entrevista para el puesto de directora de Comunicación y él me preguntó si me habían atendido. Estaba nerviosa hasta que él comenzó a hablar, bromeando como siempre, con la eterna sonrisa que le acompañaba, y supe que ese día iba a comenzar una nueva aventura en mi vida.En este tiempo, además de conocer al Mario jefe con el que compartí innumerables buenos momentos y muchas risas, tuve la inmensa suerte de disfrutar del Mario amigo, compañero y confidente, una persona con la que poder contar y con la que aprendí mucho.

Conocer a Mario era, inevitablemente, descubrir su pasión por la caza, descubrir esa faceta suya desconocida para mucha gente. Es de ese Mario, el cazador, sobre el que quiero escribir hoy, porque yo, que desconocía este mundo por completo, e incluso lo censuraba en algunas ocasiones, aprendí a respetarlo, a entenderlo e incluso a contagiarme del entusiasmo que él derrochaba cuando hablaba sobre él.

Tuve la suerte de corregir mano a mano con él su libro Nacido por y para la caza y me siento orgullosa de haber podido ayudarle, tal y como él me escribió en su dedicatoria, «a cumplir uno de mis sueños”. En ese tiempo me relató cientos de historias, muchas de las cuales volví a escuchar en repetidas ocasiones cuando volvía a contarlas de nuevo a gente que las desconocía, pero siempre lo hacía con la misma pasión y entusiasmo, como si estuviera volviendo a sentir todas las sensaciones que tuvo durante el lance.

A pesar de ser un gran cazador de montaña y disfrutar de forma extraordinaria con los viajes internacionales, los que le conocíamos bien sabemos que su auténtica locura y pasión eran las esperas de cochinos en abierto. Muchas de las que vivió se iban a recoger en el que habría sido su segundo libro. Aún puedo ver sus ojos brillar cuando hablaba de cómo había conseguido hacerse con algún jabalí que le había tenido varias noches en vilo, esquivándole en varias ocasiones porque le había dado el aire o porque había entrado cuando él ya se había ido. Hablaba con su gran amigo Antonio y se ponía nervioso cuando éste le decía que algún cochino con buena boca merodeaba por la zona.

Era como un niño entusiasmado con un juguete nuevo. En muchas ocasiones, cazar o no cazar una pieza era lo de menos, se sentía libre en el campo, le gustaba pensar mientras miraba las estrellas y encontraba la paz en el silencio de la noche, perdido en los montes de Guadalajara que tan bien conocía y que tanto amaba.

De la mano de Mario no sólo he aprendido a entender y a respetar la caza, también he tenido la oportunidad de acompañarle a numerosos eventos de caza, como el año pasado cuando recibió de Caza y Safaris el Premio Cazador del Año, en Jaén, y conocer a gente maravillosa que comparte su misma pasión y que hoy están tan tristes como yo: Rodrigo, Ramón, María, Antonio, Néstor, Eduardo, Gustavo, Tomás, Javier y otros muchos amigos que hoy lloramos su pérdida.

Quedaban muchas cosas por hacer, muchas cosas que decir y muchas sonrisas que repartir. Hace poco me dijo que, si pudiera elegir una forma de irse de este mundo, sería cazando y no en la cama de un hospital. Quedémonos con eso, aunque ahora duela y no consuele. Se marchó haciendo lo que más le gustaba en la vida, y es seguro que ya anda por el cielo cazando con su perrita Senda y repartiendo sonrisas dulces, para los de allá, y para los que aún estamos aquí.

Te echo de menos, descansa en paz.

Susana Martín

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