Opiniones Pluma y pólvora

«¡Ay, Mel!», por Juan Lobón

-¿Dónde estás, pingüino?
-Aparcado detrás de un Opel Astra blanco con pegatinas de corzo.
-¡Es el mío! , ¡ya estás aquí!
Me dio el tiempo justo de sacar sus seis rosas blancas del coche, antes de que saliera corriendo a abrazarme con esa sonrisa y perseguida por Gala.

Después de varios meses de conversaciones, por fin, nos abrazábamos y nos veíamos en persona.
Conocí a Mel en un momento muy difícil de su vida, uno de los muchos que tuvo que soportar.
Ni Mel era mala persona ni yo soy mala persona, pero aquella visita a Moia nos separó y nos hizo tomar caminos diferentes, aunque siempre que recibía un ataque masivo o había algo que pudiese perjudicarla, le ofrecía mi ayuda.
Cada uno lleva por dentro lo suyo y yo siempre la tuve en muy alta estima, y la última decisión de Mel me ha calado muy profundo. Siento una impotencia terrible, un vacío, una herida que tardará mucho en curarse. Una herida que creía cicatrizada y que su pérdida me hizo llorar delante de aquella foto que me envió mientras la acariciaba con mis dedos.
La vida sigue, todo continua y aunque ahora el dolor es grandísimo se apaciguará y la tendremos siempre entre nosotros. Mel tenía admiradores en el mundo de la caza y también gente contraria, por decirlo de algún modo, pero ante todo era una persona, con sus sentimientos, inquietudes y sus malos ratos.
Hoy estamos aquí, mañana… quién sabe. Antes de tener una discusión o un enfrentamiento con un amigo, muchas veces por algo insignificante, pensad en las cosas buenas que habéis vivido con esas personas, los buenos ratos, y que si hoy te acuestas odiando a esa persona quizá nunca puedas retomar esa amistad y poder volver a reír juntos… la vida es muy puta.
Yo conocí a Mel, la vi llorar, reír, disfrutar de su pasión, de sus perros y de su día a día, y siempre, siempre, quise lo mejor para ella. Hoy estará feliz entre corzos, becadas y sus perros que se fueron antes que ella.
Si para mí esto es duro, imagino que para su familia y amigos más cercanos debe serlo aún más. A ellos les mando un abrazo grandísimo y todo mi ánimo.
Hoy iré al monte, pondré mi cabeza en orden, mis sentimientos y, cuando vea ese escurridizo corzo, te prometo que me acordaré de ti y miraré al cielo buscando tu luz, porque desde allí arriba cuidas de todos.
Descansa en paz, Mel Capitán.
Por Juan Lobón

One Comment

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.