En la senda de Diana Opiniones Pluma invitada

‘Mujeres que odian…’, por María Ángeles Marcos Alonso

Señora Silvia Barquero:

Cuanto menos es usted pura contradicción y eso, permítame decirle, la hace poco creíble. Ha alimentado el odio entre sus filas, ha tolerado todo tipo de injurias, descalificaciones, acosos e insultos en su página y en sus muros.  Nosotros, los hemos sufrido en nuestras carnes y… en nuestros muertos también.

A usted, señora, esto parecía no importarle en absoluto, muy al contrario, les alentaba a ello. Su falta de empatía mientras pregonaba “su gran sensibilidad”, no es ni era coherente. Hoy, de refilón, le ha tocado cierta dosis de «personal exaltado», de ese personal que muchos hemos soportado y que parece retroalimentarse cuando se les da cancha abierta a su despreciable vómito. Espero que esto le sirva para reflexionar. Nada puede ser impuesto. Ni por la fuerza ni recurriendo a la amenaza y el miedo, ni por los insultos gratuitos que sólo buscan hacer daño, destruir a las personas y debilitarlas, malsana estrategia muy utilizada en las redes sociales, en las que usted tiene doctorado en manejarse.

Por ello, como hay cosas que jamás deben tolerarse vengan de donde vengan, desde aquí, éste mi blog y desde mi humilde página también, condeno firmemente a todos aquellos que la han insultado y vejado con comentarios insultantes, machistas y misóginos, descalificativos fuera de todo lugar y execrables… no han sido muchos, muy pocos, pero no son tolerables ni admisibles ni excusables. Los condeno firmemente. Tanto así como también condeno todos los otros, aquellos que usted toleró y sigue tolerando, aquellos que tanto daño han hecho y usted parece haber olvidado.

Somos muchos los que somos personas y sabemos responder con la ley en la mano, pero de verdad, no para hacernos fotos o vídeos y rentabilizar en acólitos y/o en votos.

La ley, que es lenta pero inexorable, sólo necesita tiempo y los miserables caen más pronto que tarde.

Ya ve… yo no soy mujer de odiar a otras mujeres y no olvido que usted lo es. Admitir ciertas cosas sería como traicionar a mi propia naturaleza.

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