Opiniones

Domingo 15 de abril. Con Ismael Tragacete en el autobús en busca del respeto perdido

Salí de casa con tiempo, había quedado antes con los amigos para bajar juntos hasta el Palacio de Comunicaciones, en Cibeles, donde, en la zona peatonal, nos habíamos citado los cazadores, –bueno, no sólo los cazadores, el mundo rural en general–, a las 12 convocados por la Federación Madrileña de Caza.

La parada del 34 está cerca de casa. Antes de cruzar me encontré con mi amigo José Ramón. Llevaba prisa, iba a coger el Cercanías para ir al Open de España de Golf. También es casualidad, justo el día que nos concentrábamos se celebraba una competición deportiva al aire libre de ese calado…

Tuve que cruzar la calle a la carrera, el 34 se acercaba a la parada. Iba hasta los topes, y eso que es de los autobuses grandes: “¡Vaya, hombre!”. Sin embargo, entre tanto tumulto, me encontré con una sorpresa muy agradable, allí, tranquilo, impasible como siempre, estaba Ismael Tragacete. ¡Qué alegría! Fue como una premonición: “Hoy nos va ir bien”.

Qué quieren que les cuente de Ismael que ya no sepan, es un cazador descomunal, que sólo ve superada su cualidad cinegética por su calidad humana. “Te tienes que venir un día a casa a comer”, me dijo tras saludarme. Y no son palabras vacías, son de verdad. ¡Y hay que ver cómo cocina Ismael! Aún recuerdo el último arroz que nos preparó a Antonio Mata y a mí en su refugio de Cabezamesada. En estos casos siempre me acuerdo de mi amigo Pablo Capote, ese artista inmenso que además es el director de Trofeo, cuando me decía que el cazador completo avía correctamente lo que caza y además lo sabe cocinar. Por lo que yo soy cazador incompleto, y además torpe. ¡PERO SOY CAZADOR! ¡Y PESCADOR!

Íbamos tan ricamente, y ya bastante más desahogados, me contaba Ismael que la temporada pasada había sido el quinto año de su vida que no había cazado perdices por lo adversa que fue la climatología, y es que es un ejemplo a seguir, la cara amable de la caza, y siempre arrimando el hombro, como era el caso, cuando nos dimos cuenta que el Paseo de la Castellana estaba cortado. “¿Y eso?” Resulta que también había una marcha de pensionistas, que arrancaba no muy lejos de nuestra concentración. Otra coincidencia en contra de los intereses previstos para el día del “Sí a la caza”, lo que es óbice para que cualquier colectivo, el que sea, tenga todo el derecho del mundo a manifestarse, faltaría más.

Fue bajar del 34, y aunque aún faltaba casi una hora para el inicio de la concentración, los aficionados me ‘robaron’ a Ismael, sienten veneración por él, no me extraña. Y él atiende a todo el mundo, fotografías, apretones de manos, abrazos…

De mi grupo de amigos cazadores o simplemente camperos, fuimos muchos a clamar por el respeto que se nos ha perdido, no sólo a los cazadores, sino a todo el ámbito de lo rural.

Antes de los discursos, me encontré con no pocas personas relevantes de nuestro sector. Cuando el presidente de la Federación Madrileña de Caza, Antonio García Ceva, inició su alocución, perdí la perspectiva tanto de los amigos con los que quedé como de los que me iba encontrando, ya que me tuve que centrar, lógicamente, en lo que se dirimía en el espacio dedicado a los oradores. Sólo un detalle ajeno a este espacio llamó mi atención, un grupo de radicales intentaron provocar a los asistentes, la respuesta fue ejemplar, se les silbó y abucheó y ya está.

Ya han podido leer en otros artículos cómo fueron el resto de disertaciones. García Ceva fue dando paso a Eduardo Coca (escritor y cazador), Javier Ceballos (cetrero), Juan de Dios Rodríguez Luque (silvestrismo), Raquel del Amo y Javier Gil (de JOCAMA, Jóvenes Cazadores de Madrid) que fueron poniendo voz a las demandas de lo cinegético en particular y de lo rural en general. Para finalizar, Antonio García cedió el micrófono al presidente de la Real Federación Española de Caza, Ángel López Maraver, que acabó afónico de dar vivas a la caza y al campo. Un toque de caracolas cerró la concentración.

Soy muy malo calculando, por lo que soy incapaz de estimar cuantas personas estábamos en la concentración de Madrid. ¿Qué podía haber ido más gente? Sin duda. ¿Qué los hechos antes relatados pudieron influir en que hubiera menos gente? Es muy posible, pero aunque fuera así, podíamos haber sido más. Incluso noté cierto desencanto en algunos compañeros, que sinceramente, no comparto. ¿Por qué?

Porque en total fuimos 100.000 los ‘rurales’ que nos echamos a las calles en toda España, recordando que hubo ciudades que, por una causa u otra, no convocaron la concentración. Porque eran concentraciones y no una manifestación. Y, principalmente, porque por fin en numerosos medios generalistas, televisiones, periódicos de papel y digitales, radios… se hicieron eco de nuestras reivindicaciones de manera, en general, objetiva, y eso, al menos para mí, es un paso importantísimo en defensa de lo cinegético y de lo rural. Importantísimo, repito. Claro que ha habido excepciones en el trato de los medios, pero es algo inherente a cualquier tipo de actividad.

Por lo tanto, considero que el objetivo del “Sí a la caza” del 15 de abril se consiguió con creces.

Fui a despedirme de Ismael, pero cuatro horas después seguía atendiendo a todo aquel que se lo solicitaba, y cuando me quise dar cuenta lo perdí otra vez de vista. En esta ocasión Ismael y este cronista coincidieron en algo, además de un viaje en el 34, en recuperar, al menos en parte, el respeto perdido de parte del resto de la sociedad no cazadora, no rural, me atrevería a decir. Y ese respeto lo recuperamos no sólo Ismael y yo, sino todo el colectivo campero.

Una reflexión de Adolfo Sanz Rueda

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