Escopeta negra Opiniones

Muerte provocada por un jabalí. Y ahora, ¡qué cacen ellos!

Despertarte por la mañana y encontrarte con que Google te ha colocado en la pantalla, en primera línea, la noticia de que un chaval de 20 años ha muerto en un accidente en una conocida autovía de la capital, te revuelve el mondongo antes de bajarte de la cama. Sobre todo porque sabes que tu propia hija circula a horas similares cerca del lugar del suceso.

Toquemos madera, crucemos los dedos, y hagamos todos esos rituales que dicen que alejan el mal fario, pero… podía haber sido el hijo de cualquiera.

Cuando lees la causa del accidente, aún por determinar, según la policía, pero ves al lado del pretil de la autovía un jabalí panza arriba, no hay que ir a Salamanca para imaginar lo que ha pasado y quien es el ‘culpable’ de la muerte inútil de un ser humano con toda la vida por delante. Y te surgen las preguntas una a una…

¿Es culpable el jabalí? Bastante tiene el pobre animal con intentar sobrevivir en un entorno tan hostil, hasta para él que es uno de los grandes supervivientes de esa naturaleza que le estamos robando día a día. ¿Es culpable el estado? Parte de culpa tiene, seguro, porque se supone que este tipos de vías deben de estar protegidas y, por algún lugar, se les ha colado al bicho, sobre todo porque no hay ni un maldito paso de fauna que le permita moverse sin un cierto riesgo, para él y para los que invadimos su entorno. ¿Hay más culpables…?

Se me vienen a la cabeza, como seguro que a muchos de los que puedan leer este escrito, esos ‘inconscientes’ –por no soltarles otro palabro más desagradable a la vista y al oído– que claman día sí y día también contra el control de la fauna, sobre todo silvestre, y llamando, llamándonos, poco menos que asesinas, y demás, a los que, de una forma u otra, pero siempre legal y de forma absolutamente regulada, pretendemos un control poblacional que la propia naturaleza, por causas que podrían dar para mil escritos como éste, no es capaz de controlar. ¿Qué estará pensando la señora Barquero –ahora que no ha logrado su poltrona europea– al saber que uno de esos ‘animalitos’ incontrolables se ha llevado por delante a un joven, totalmente ajeno a cualquiera de todas estas zarandajas, con toda su vida por delante? ¿Seguirá con su asquerosa demagogia barata defendiendo que la naturaleza debe campar por sus respetos y arremetiendo contra todo lo que sea un intento de contralarla a pesar de que cuesten vidas humanas? Estoy seguro de que alguno éstos, más de uno y más de cien, habrá pensado, y dicho, o escrito en sus panfletarias redes sociales, que ¡pobrecito animalito asesinado!, si no se ha alegrado, como tantas y tantas veces han hecho, de la propia muerte de este chico, ¡qué se joda!, ¿a quien se le ocurre ir a las seis y pico de la mañana a trabajar, o donde fuese, en coche y matando a ‘pobres animalitos’? Se me ponen los pelos como escarpias sólo de pensar en mi hija…

Veo y leo en el panfleto web, perdón, página web, de la señora Barquero como le vende a sus acólitos ‘su triunfo’ –¡hay que ser gilipollas además de mentir con desparpajo!– sobre la propia justicia, TSJ, haciéndoles creer que ‘salvan’ a las cabras en Guadarrama. Independientemente de la mentira yo le preguntaría a esta señora y a banda, ¿qué harán cuando sea una cabra la que se cruce con un vehículo por una carretera de la sierra y provoque una o varias muertes? Sé la respuesta –pobrecita cabra asesinada– y también sé lo que haría, enviarle a la madre o familiares del joven que esta mañana ha perdido la vida innecesariamente a que ‘controle a su especie’, esa especie de fanáticos incontrolables que anteponen derechos de seres con instintos incontrolables, jamás racionales, a la vida de los seres humanos. Y ¡a ver qué respuesta les daba…!

Por la parte que nos toca y, aunque raya la utopía –aunque en alguna región, con dos… narices ya lo han hecho–, también sé lo que haría, sí, dejar de cazar, dejar que las especies campen a su libre albedrío y que cada mañana al levantarnos nos estremezcamos con cien noticias como la de hoy… y luego, a quien corresponda, que les pida responsabilidades y ¡qué cacen ellos! Otro gallo nos cantara…

Escopeta negra

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