Opiniones

Eduardo Coca: «La caza ha de ser escasa para disfrutarla». Coloquios con José Ignacio Herce

Con Eduardo Coca Vita (EC) vamos a hablar sobre caza, uno de los pilares de nuestro mundo rural. Eduardo tiene una vida entera dedicada al medio ambiente, tanto de una manera profesional como recreativa.

Sobre la caza… «la han convertido en un objeto del comercio, un bien de consumo para la vanidad personal y la presunción social», ¿sigues manteniendo esta afirmación?

EC: La sigo suscribiendo e, incluso, la subrayo aún con más énfasis porque el tiempo no solamente no ha mejorado la situación, sino que la ha empeorado.

Eduardo y antes de nada, preséntate, ¿quién es Eduardo Coca para el mundo cinegético?

EC: Yo, quizá, sea una persona más conocida en el mundo de la caza por mis escritos y por lo que digo que por mi actividad cinegética, lo que no quiere decir que no cace, práctica que hago desde muy pronta edad y que he conseguido perpetuar en mis hijos y nietos. Quizá como escritor mantengo una mayor asiduidad y frecuencia en mis trabajos y por eso se me conoce más en esta faceta.

Situemos, ¿caza mayor o menor? ¿Montería o rececho? ¿Mano u ojeo?

EC: Yo empecé a cazar, como debe de ser, en mi pueblo siguiendo a mi padre, que era un cazador rural y de conejos que iba al cazadero en borrico. Posteriormente, he ido adoptando otras modalidades de caza, según mis posibilidades económicas me lo iban permitiendo (sonríe), como, por ejemplo, la caza mayor, sobre todo en monterías y ganchos en mi pueblo o el rececho, pocos, pero de casi todas las especies. Lo que nunca he hecho ni lo echo de menos, es haber salido a cazar al extranjero ni ojeos de perdices, estos últimos salvo en alguna circunstancia anecdótica. He cazado de todo y por toda España, pero siempre en pequeñas cantidades, no me gusta la abundancia.

Donde más a gusto me encuentro, sobre todo en mi última etapa como cazador, es cazando en mano, en mi pueblo, con mis perros y con la cuadrilla de mi sociedad, compuesta por personas de muy variada condición y formación, pero de mi entorno.

Ese bagaje como profesional y cazador te permite tener criterio suficiente para que la pregunta «¿cuál es para ti el concepto de caza?» sea básica a la hora de iniciar este coloquio

EC: Yo tengo un concepto de caza aprendida y continuada de una manera familiar, una caza natural, recreativa, sencilla, no competitiva y que, por supuesto, no ambiciona ni trofeos ni récords. Este tipo de caza me permite aprender permanentemente de una serie de personas, quizá sin mucha formación cultural, pero que son los mejores profesores de la vida, la gente de pueblo, cazadores, perreros, guardas… convivir con ellos es lo que más me gusta de la caza.

«Yo tengo un concepto de caza aprendida y continuada de una manera familiar, una caza natural, recreativa, sencilla, no competitiva y que, por supuesto, no ambiciona ni trofeos ni récords»

Evidentemente, a tu juicio la caza tiene una ética y una estética determinada, ¿no es así?

EC: Sin duda, para mí la ética de la caza significa que tiene que haber una proporcionalidad, una naturalidad en la práctica cinegética, y no es fácil poner el límite o la barrera que no se debe rebasar. Cuando llegamos a un determinado punto hay que parar, ese afán desmesurado por avanzar en medios, técnicas y ventajas frente al animal me parece algo muy negativo. Cada uno se debe poner sus límites éticos. Por desgracia es más fácil ser auténtico con los medios actuales que con los antiguos, obviamente.

En cuanto a la estética, debe primar la naturalidad tanto en la práctica de la caza como en el tratamiento al animal vivo o muerto. No admito el lenguaje ofensivo de algunos cazadores hacia los animales o el manejo de las piezas muertas como si fueran fardos u objetos de carga. La estética estaría en tratar al animal, tanto vivo como muerto, con un respeto exquisito.

En base a lo anterior, tres reglas básicas que debería de cumplir todo cazador que se precie de serlo…

EC: Lo primero, cazar sin ambición; lo segundo, cazar con sencillez y naturalidad, como decía antes; y por último, no tener sensación de frustración si no se consigue un trofeo importante. La caza es una satisfacción íntima, que se vive para cada uno. Los fracasos en caza sólo sirven para disfrutar más de los aciertos.

«La caza es una satisfacción íntima, que se vive para cada uno. Los fracasos en caza sólo sirven para disfrutar más de los aciertos»

Queda clara tu manera de entender la caza, ¿crees que actualmente ese concepto es compartido por la mayor parte de los cazadores?

EC: De ninguna manera, hay muchos cazadores que han perdido esta idea de la práctica cinegética. Aun en el propio entorno de los que mantenemos estos criterios se hace cada vez más difícil hacerlo, ya que las ‘tentaciones’ son cada vez mayores: mejores armas, visores, más comodidades, etc. La caza no avanza en el sentido que yo la concibo, sino que retrocede, aunque siempre quedaremos ‘románticos’.

Esta manera de entender la caza ha llevado a que, por parte de algunos, se te considere como un ‘talibán cinegético’, ¿estás de acuerdo con esa afirmación?

PC: Que me consideran integrista, purista, talibán… no lo he dudado nunca, pero nadie podrá decir que detrás de mis afirmaciones tengo ningún interés comercial ni de otro tipo. Defiendo mis ideas porque creo en ellas y siempre desde el respeto a lo que puedan pensar otros. No me ofenden, para nada, esas afirmaciones; para mí ser purista, entendido como defensor de la traición y demás, me parece un halago incluso. Lo que no soy es censor de nada ni de nadie y el que quiera entrar en ese tema comercial o de ganadería cinegética, tipo cazar en cercados, sueltas, etc., que se salga de la caza y se dedique a ello, pero que no diga que es cazador. Esos ‘cazadores’ con esas conductas son los que acabarán con la caza, porque la sociedad no los entenderá nunca.

A lo largo de tu dilatada carrera como profesional y aficionado, ¿qué camino ha ido siguiendo la caza en todo ese tiempo? ¿Cómo ha ido cambiando o evolucionando la manera de entender la caza?

EC: Evolución poca, porque la evolución es un proceso lento que, generalmente, no afecta a la esencia de las cosas, pero cambio sí y radical. Estos cambios se deben, por un lado, a la actitud externa de una parte de la sociedad; por otra, por la de la administración en su afán de tener multitud de disposiciones en muchos casos innecesarias; y luego el propio cazador que se ve acosado por la constante evolución en tecnología, comodidades… Fíjate, yo te diría que la caza ha sufrido, más que un cambio, una auténtica revolución. Dentro de 30 o 40 años, las monterías se harán desde casa con el ordenador, con una aplicación que te dirá cuando tienes que disparar… (ríe abiertamente).

¿Qué echas de menos de las cacerías de antes?

EC: Todo, yo era más feliz yendo con mi padre de caza en borrico que ahora en coche. Era más feliz con las conversaciones con los guardas serranos, con el conejito que llevábamos a casa y mi madre preparaba y guardaba en aceite, con las conversaciones con los cabreros y gente del campo que nos íbamos encontrando por el camino… Para mí cualquier tiempo pasado fue mejor.

 ¿La ‘trofeitis’ impera entre nuestros monteros?

EC: No la comparto de ninguna de las maneras y, por desgracia, no sólo impera, sino que es el motor de la caza en el 90% de los cazadores. Sólo se habla del trofeo y a mí me molesta infinitamente que al final de una montería sólo se hable de tiros, oros… a mí cuéntame emociones, vivencias, etc. La trofeitis es la razón de la podredumbre que hay hoy en día en la caza, que ha llevado a la mercantilización y a la corrupción de la caza. Si la sociedad en general conociera esto, sería otro elemento más para criticar la caza, o este tipo de caza al menos.

«Sólo se habla del trofeo y a mí me molesta infinitamente que al final de una montería sólo se hable de tiros, oros… a mí cuéntame emociones, vivencias, etc. La trofeitis es la razón de la podredumbre que hay hoy en día en la caza, que ha llevado a la mercantilización y a la corrupción de la caza»

A la hora de afrontar una jornada de caza, ¿impera la calidad o la cantidad? ¿Hemos pasado de disfrutar jornadas de caza a pasar días de tiro? Me estoy refiriendo a las sueltas, ojeos…

EC: Como estamos comentando, en una parte muy importante de los que se llaman cazadores, aunque en realidad no lo son, impera, sin duda ,el criterio de la cantidad. En mi caso, por supuesto, no, y no puedo entender que nadie que se considere cazador salga a cazar buscando la cantidad. Yo suscribo lo que decía Delibes: «Un par de perdices bien matadas, bastan. Dieciocho a huevo, sobran». Yo jamás he caído en la tentación de ir a una suelta… quizá debo ser el único (sonríe) y no lo echo de menos. La caza ha de ser escasa para disfrutarla.

¿Cuál crees que debe de ser el futuro de prácticas como el tiro de pichón, codornices a tubo…?

EC: Ni me gusta ni apruebo el tiro de pichón, ahora bien, tampoco lo condeno porque no soy el juez moral de nadie, pero ¿qué encanto tiene meter un pájaro en una jaula para luego darle un tiro? Las codornices a tubo las defiendo aún menos.

Estamos hablando mucho del cazador, pero, ¿y el gestor?, ¿qué papel está desempeñando en esta situación actual? ¿Qué está primando a la hora de hacer gestión?

EC: Cuanta más gestión, menos caza. Una cosa es la gestión clásica, poner comederos, bebederos… pero la gestión tecnificada que existe hoy reduce la noción de caza en la finca gestionada. No entiendo la gestión con fines comerciales, eso no es gestión de caza.

Esta manera de enfocar la caza de esta parte de los cazadores, a tu juicio ¿sería o de hecho es un argumento esgrimible por los animalistas en contra de la caza?

EC: A mí lo que me asusta es que los propios cazadores y gestores les están dando argumentos al animalismo. Nos critican porque estamos defendiendo algo que no es caza…

Se están utilizando mucho los aspectos económicos de la caza a la hora de defenderla, ¿crees que verdaderamente es el principal pilar sobre el que se puede sustentar esa defensa?

EC: La caza se debe defender porque es cultura, medioambiente, tradición y satisfacción espiritual, lo demás viene por añadidura.

«La caza se debe defender porque es cultura, medioambiente, tradición y satisfacción espiritual, lo demás viene por añadidura»

En esta línea, ¿cómo ves el avance del animalismo en contra de la caza en nuestro país? ¿Qué parte de la culpa tiene el colectivo cazador en este avance casi inexorable?

EC: Los animalistas no me asustan como enemigos de la caza porque no acabarán nunca con la caza. Lo que me asusta es la corrupción que hay dentro del mundo de la caza, la evolución artificial sin sentido, desbocada y sin justificación, eso no lo entienden ni los propios cazadores. Un rececho en los Pirineos con toda su dureza se puede explicar a la gente, un ojeo de perdices soltadas de las jaulas, no.

¿Qué mensaje lanzarías a la sociedad para revertir esta tendencia?

EC: Yo, el mensaje se lo lanzo a los cazadores: no perdáis el norte, ponerles un freno a vuestras ambiciones, si la caza sigue por este camino va derecha al precipicio. La sociedad aceptará o no la caza de siempre, pero la moderna no la entenderá nunca.

¿Crees que la caza debe de ser considerada un deporte?

EC: La caza que yo entiendo, sí. Cazar a mano perdices con la escasez que hay actualmente haciéndote tu propio reto junto a tus perros, eso sí es un deporte, como el senderismo o escalar…Sí, es un deporte que conlleva un esfuerzo personal.

«Cazar a mano perdices con la escasez que hay actualmente haciéndote tu propio reto junto a tus perros, eso sí es un deporte, como el senderismo o escalar… Sí, es un deporte que conlleva un esfuerzo personal»

¿Cuál crees que debería ser el papel de las administraciones a la hora de realizar una buena gestión cinegética? ¿Lo están haciendo?

EC: Odio la intervención administrativa en todo y en la caza en particular. Las administraciones deben actuar lo menos posible. No tiene justificación la existencia de diferentes legislaciones autonómicas, tienen que autojustificar su existencia sacando normativas innecesarias y a veces incomprensibles e incluso esperpénticas, he llegado a leer en una orden de vedas que se prohibía tirar a cochinos de menos de 20 kilos… Además, es imposible conocer las ingentes cantidades de leyes de todo tipo que existen en estos momentos sobre la caza, las piezas, el transporte, etc., ningún cerebro humano puede procesar toda esa información… ¡Lo bueno que tiene es que los propios agentes de la autoridad, tampoco! (sonríe).

«Es imposible conocer las ingentes cantidades de leyes de todo tipo que existen en estos momentos sobre la caza, las piezas, el transporte, etc., ningún cerebro humano puede procesar toda esa información…»

Por último, a la vista de tu visión de la situación actual, ¿qué futuro auguras a la caza no sólo a nivel nacional, sino, incluso, internacional?

EC: A la caza comercial como negocio, como actividad empresarial, un porvenir boyante, pero insisto que eso no es cazar y quizá se tendrían que cambiar las leyes de caza y llamarla de otra manera. La otra quedará para cuatro románticos que, al final, se acabarán aburriendo o cayendo en la tentación de la caza artificial.

Con Eduardo Coca se pueden estar horas y horas de coloquio, tal es su saber y conocimiento. Se podrá estar de acuerdo o no con sus afirmaciones, pero lo que está claro es que sabe muy bien lo que dice y por qué lo dice y, aunque nos duela, tiene mucha pero mucha razón en buena parte de sus afirmaciones. Don Eduardo, todo un placer que nos hayas dedicado unos minutos de tu precioso tiempo.

Como siempre quiero dar las gracias a NOVOTEL MADRID CENTER, muy ligado a nuestro mundo rural y sus tradiciones, por la amabilidad con que nos acoge para realizar estos coloquios.

Coloquios con José Ignacio Herce Álvarez

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