Opiniones Pluma invitada

Sobre «la mismidad de la caza», por Laureano de Las Cuevas

mismidad de la caza
Desde «la mismidad de la caza», Ortega justifica la caza como actividad natural humana.

Es probablemente el Prólogo que Ortega y Gasset realizó a la obra de su amigo el conde de Yebes, Veinte años de Caza Mayor, la fuente de donde manan una inmensa mayoría de las citas o alegatos que, en defensa de la actividad venatoria, adornan los penachos de variopintos escritores, a algunos de los cuales se les ve en demasía el plumero. Prólogo que por sí mismo constituye una obra maestra de la literatura cinegética española. Pero que habremos de recordar, no fue este su fin, sino su germen. Es, por tanto, a mi entender, terriblemente equivoco desligar a Ortega de Yebes.

Es ‘Veinte años de Caza Mayor’, obra que se ha de anteponer a su ‘Prólogo’

Son, sin duda, los escritos de don Eduardo Figueroa y Alonso Martínez, pistón que inician e invitan a la meditación de Ortega, aquellos que dotan al filósofo de la arcilla con la que modelar su obra. Sería aquí redundante, pues es por cualquier neófito en la literatura o las artes venatorias, que estudia o disfruta de la caza mayor conocido, que, Veinte años de caza Mayor, es y ha sido el referente, e imprescindible manual para muchas generaciones de cazadores. Ortega, prologa la obra de Yebes tras su atenta y critica lectura, extrayendo de esta, ideas y conclusiones. Es por tanto Veinte años de Caza Mayor, obra que se ha de anteponer a su Prólogo.

Puede lo anterior parecer obvio, pero no lo es para muchos, que citando la segunda no han siquiera ojeado la primera. Aquellos que ignoran, que el embrión de las conclusiones del filósofo, son las andanzas y descripciones del cazador. Solo aquel que haya leído ambas, participará de la admiración del conde hacia el cazador furtivo (el de entonces), puesto que en él, instintos y razón dimanan en comportamientos donde la igualdad entre pieza y cazador establecen fronteras que han permanecido inalteradas en los últimos siglos y que hacen que la prevalencia de la razón sobre el instinto, no incline la balanza sobre la superioridad técnica. Ortega extrae de la obra de Yebes uno de los puntales de su pensamiento.

Desde «la mismidad de la caza»

Desde «la mismidad de la caza», Ortega justifica la caza como actividad natural humana, dotando a esta de una eticidad que no ha de transcender líneas rojas que impidan la necesidad moral de no superar la ventajas que hagan imposible la huida u ocultación de la presa, que elimine de un plumazo el duelo de instintos. Ortega realza la ética en la conducta del cazador que «deliberadamente y por propia voluntad», rechaza el uso de cierta tecnología que «podría aniquilar de modo fulminante y facilísimo la mayor parte de las especies animales».

De esta admiración que el conde de Yebes plasma en su obra Veinte años de Caza Mayor; Ortega concluirá, una premisa fundamental que todo cazador, en mi opinión, ha de respetar esa «mismidad de la caza», y que sin su observancia, cualquier acción venatoria quedaría absolutamente desnaturalizada.

«Hay, pues, en la caza como deporte una libérrima renuncia del hombre a la supremacía de su humanidad. Ésta es su consubstancial elegancia. En vez de hacer todo lo que como hombre podría hacer, liga sus excesivas dotes y se pone a imitar a la Naturaleza; es decir, que por su gusto retrocede y reingresa en ella. Tal vez sea éste un primer atisbo de por qué es para el hombre tan grande delicia cazar.» (Ortega y Gasset).

Un artículo de Laureano de Las Cuevas, vicepresidente de Real Club de Monteros

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