En la recámara

Seguimos sin ser

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Han cambiado al ministro de turno responsable del ‘ministerio que se ocupa de lo nuestro’. La nueva titular, desde el día inmediato a su toma de posesión, ha sido preguntada, requerida y asediada por casi todos los representantes de los asuntos que conciernen a su gestión, por todos menos uno… ¡Sí, sólo ha faltado uno!, ¿adivinan cuál…?, pues sí, han acertado, ¡la caza!

Entre la concurridísima representación de los que acudieron a interesarse de modo oficial por los planes que la señora García Tejerina tiene para el futuro de todos los administrados que tenemos intereses en los asuntos de su competencia, no había un solo representante de la caza o los cazadores. Agricultores, recolectores, propietarios de fincas, regantes, pescadores, naturalistas, ecologistas… un etcétera, todo lo largo que quieran, pero siempre con una ausencia, aleccionadora para los que nos critican, delatora para quienes nos ignoran y sangrante para sus protagonistas: ¡nosotros, los cazadores!

Ni Federación ni federaciones ni asociaciones ni ‘oficinas’ ni plataformas ¡ni madre que las parió! La Ministra de Agricultura se reunió, a la semana siguiente de su nombramiento, con los ecologistas –lo que me parece, más que correcto, perfecto–, pero, ¿y nosotros, cuándo se va a reunir con nosotros? A lo mejor, lo que sucede es que los cazadores y todos los mundos que convergen y se relacionan con nosotros, no tenemos ningún problema… ¡Sí, debe de ser eso!

No le voy a echar la culpa a la señora Ministra de algo de lo que no es responsable. Cuando rehúse escucharnos, lo diré; de momento, lo que está pasando es que no le hemos pedido que nos escuche, ‘sólo’ eso.

Yo, la verdad, es que cada vez entiendo menos lo que pasa. Soy consciente de la fatídica desunión entre los cazadores, consciente de la inoperancia de los que rigen los destinos de la caza, consciente también de los resquemores, envidias, mamarrachadas y vanidades varias que infestan nuestro mundo… Pero esto de que seamos capaces de permanecer impávidos ante un despropósito tras otro, de que transijamos con lo inasumible, de que no haya barbaridad contra la caza capaz de hacernos saltar y correr, de verdad, en su defensa… esto no alcanzo a comprenderlo. Y es que para poder quejarse con propiedad, primero hay que ser escuchados.

Ya saben lo de «aquellos barros trajeron estos lodos», pues estamos dejando que el barro se extienda tanto que, cuando queramos darnos cuenta, los lodos que vendrán nos van a enterrar a todos sin posibilidad de salir a la superficie a tomar un poco de aire si quiera…

La tragedia sigue su curso: uno de los colectivos sociales más amplios, uno de los sectores que más recursos económicos genera, una de las actividades que mejor cuidan el medio ambienten y resultan imprescindibles para la sostenibilidad de la flora y la fauna y el futuro de la biodiversidad, los cazadores y la caza, siguen sin ser tenidos en cuenta, en proporción a su relevancia; pero, en este triste caso, no por culpa de los que mandan –sabemos que ellos no se mueven más que por intereses propios o bajo presión social–, sino, hoy por hoy, debido a la inacción de los interesados, es decir, de los cazadores y de todos los que sustentan, rodean y complementan su mundo.

Yo, como me he quedado estupefacto una vez más con lo que veo que sigue pasando y estoy hasta el mismísimo gorro de esperar ‘a verlas venir’, he decidido pedir audiencia a la señora Ministra, para informarle de nuestros problemas, hablarle de nuestras ideas, proponerle sugerencias, comentarle esperanzas y sugerirle alternativas. También para pedirle su atención, reclamarle acciones y renegar de inercias, estupideces, personalismos, arbitrariedades, memeces e injusticias.

Si me recibe, si llego a hablar con ella, ya les contaré cómo me fue. De momento, y mientras tanto, seguiremos, apenas, siendo.

Alberto Núñez Seoane

 

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