En la recámara

Los enemigos de la caza

images_wonke_opinion_alberto-nunez_alberto-nunez-seoane-foto-portadaAntes de cualquier otra cosa, lo primero es saber lo que es un enemigo. No debemos confundirlo con ‘embutido’, aunque suene parecido. Enemigo, es alguien que, como dice el Diccionario de la RAE –que muchos deberían consultar más a menudo y otros tratar de, al menos, conocerlo para saber lo que es–, es alguien «Que actúa con mala voluntad hacia nosotros y nos desea, o hace, mal». Embutido es «Tripa, principalmente de cerdo, rellena de carne picada u otras sustancias», como ven, hay una ‘sutil’ diferencia.

Conscientes de su existencia, el siguiente paso es tratar de identificarlo. En nuestro caso, el de la caza, tenerlos, los tenemos –enemigos–, y los tenemos ‘a pares’, para todos los gustos, de todos los colores, de variada condición y distinto pelaje. Por no hacerlo cansino, los podríamos dividir en ‘activos’ y ‘pasivos’.

Entre los primeros, podemos diferenciar tres categorías: políticos, ecoflautas e ignorantes. En los ‘pasivos’ hemos de comenzar por distinguir entre ‘propios’ y ‘ajenos’. Los ‘propios’ son los cazadores indolentes o egoístas que no hacen nada consistente–nada más que quejarse de todo, despotricar contra todos y despreciar todo lo que no sean ellos mismos–, continuado y coherente, a favor de la caza y del derecho de los cazadores a cazar, siempre. En lo que se refiere a los ‘ajenos’, volvemos a tener tres categorías: otra vez los políticos –lo siento, pero están por todas partes…–, los periodistas –como personalización de cualquier medio de comunicación– y los amantes chupiguais de la naturaleza.

Como podrán imaginar, hace falta un tratado, que escribiré, sobre los pormenores de todos estos especímenes, pero, en el corto espacio de este artículo, sólo me da para cuatro inocentes pinceladas sobre alguno de ellos y he escogido a los medios informativos y/o los periodistas que les ponen imagen, voz o pluma… ¡ya ven!

Por ponerle nombre y apellidos, a uno de tantos, voy a hablar de La Sexta, esa ‘cadena’ de televisión que, bien por imperdonable desconocimiento supino, bien por ‘ideología’ izquierdosa, pseudo progresista y cavernaria, o por pura falta de objetividad, no cesa de transmitir verdades a medias, desinformación o, directamente, falsedades.

A menudo, en las tertulias de opinión de esta cadena, cuando tratan de alguno de los corruptos que están imputados, acusados o condenados, en alguno de los interminables y numerosos procesos que se están llevando a cabo, si se da la circunstancia de que el individuo en cuestión ha practicado la caza, de inmediato utilizan esta condición como algo peyorativo, presentando al ‘cazador’ como un excéntrico poseedor de un arma que va por el mundo ‘matando’ inocentes animalitos. Plantean el hecho de cazar, por ejemplo, un antílope en África, como algo reservado al alcance de millonarios caprichosos que no tienen otra cosa mejor que hacer. Muestran fotos de pabellones de caza o del cazador con sus trofeos, como podrían enseñar los cadáveres, y sus verdugos, de un conflicto en cualquier lugar del Planeta. Una obscena aberración que, lo peor, falta a la verdad y, por tanto, incita a la confusión absoluta.

El deber sagrado, primero e irrenunciable, de cualquier profesional de la información –léase periodista– es contrastar las noticias que difunde. Si falla esto, todo lo que viene después puede ser cualquier cosa –normalmente, se llama basura– menos información. Para hablar de caza o de cazadores, también hay que saber de lo que se está hablando. No se puede transmitir a la audiencia, ni directamente ni de un modo subliminal, opinión sobre lo que no se conoce bien o, sencillamente, se desconoce. Además de hacer un espantoso ridículo, faltan a la verdad y traicionan la esencia de su profesión.

Por poner tres ejemplos, de antes, ayer y hoy, reportajes sobre Juan Antonio Roca, el de Marbella, Urdangarín, el de Zarzuela o, Blesa, el de la Caja, muestran, bien a las claras de lo que les estoy escribiendo. No entro en opinar de estos personajes –ya me despacho a gusto en la sección del periódico en el que escribo semanalmente desde hace muchos años–, porque no es el momento ni el sitio. Opino de las mamarrachadas que tengo que padecer, escuchando a supuestos profesionales brillando por su falta de profesionalidad.

Parece que utilizarnos a los cazadores o a la caza, en general, como chivo expiatorio de lo que sea, venga o no venga al caso, ‘tranquiliza’ la conciencia de algunos. Y, yo, no les pido otra cosa que objetividad, información veraz y profesionalidad. ¿Es mucho pedir…?

Ya continuaré con el resto de nuestros enemigos, ¡habrá para todos!

 

Por Alberto Núñez Seoane.

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