El rincón de "Polvorilla"

El previo…

El viejo guarda aviva las ascuas de la lumbre. Se arrima a la mesa camilla y sujeta entre sus mano el inseparable garrote de sauce que siempre le acompaña y que ha mantenido a raya a más de un mastín. Su mujer ha arrimado un brik del “Jabalí de Oro” y se ha alejado. Hoy es noche de hombres. Vamos a tratar temas serios, muy serios. Temas de campo. Y allí nadie pinta nada. Ni nosotros. Pero el caso es que aquí estamos.

Le da una calada al celtas. Estaba y estoy impaciente para escuchar su opinión. Apura un chato de vino, me mira, vuelve a apurar. Así hasta que consigue que salte

Me “cagüen” la mar, Vidal, que me tiene usted en vilo ¡Arranque de una puta vez!

Sonríe. Siempre le divierte que la juventud rebose de celo y brío. Como lo era él de mozo. Vuelve a dar otra calada al celtas, como probando mi aguante. Carraspea y empieza a narrar:

En la solana del Morretón hay una “maná” que lleva 6. Dos son guarras, el resto motoristas. El verraco que andaba con ellas se ha rebajado a la “Umbría de la Chomina”. En el Madroñal conté la otra tarde cuatro ciervas. Va con ellas un venado de cuernos. Debe de haber alguna primala movía porque el bicho la seguía como loco. Estamos en diciembre, y con estos calores anda el campo confuso. Hasta oí bramar dos la otra noche. Estamos todos majaras… Y con esto de la puta caza, más.

En la Calera anda un macho, de seis arrobas, y anda sólo. No se me antoja viejo, pero sí peleón. En la misma morra anda un gamo grande, de cuernos, prudente y astuto como el más viejo de los lobos. Andan con él tres o cuatro hembras. Y quizás dos machos. No lo tengo del todo claro.

En el alto del Toconal hay dos bañas que se iban a secar. Las he “aliñao” con agua sin atreverme a echarles aceite quemado porque la montería es ya mismo, y no podemos liarla. Allí anda un guarro con buenos zapatos. Buenas albarcas calza ese. Y se me hace grande. Esta mañana he visto que el verraco ha pisado en huella vieja. Apenas tenía escarcha. Entra tarde el maricón, tras dejar pasar las guarras que deben andar encamadas en los “zarzalones” del río. A ese quiero yo verle las piñatas…. Y hasta ponerle la bota en lo alto. Tiene las cerdas canas. Ese es bueno. A ver si podemos echarlo al cemento.

Pero aquí no termina la cosa, porque en la solana del olivar, orilla de las coscojas, he cortado el rastro de otro, que tiene las “cornatas” de la mano derecha desiguales, cojo, y tiene poca huella pero a mí se me antoja grande. Va sólo. Y se mueve siempre por lo sucio. No sale a lo limpio el cabrón. Tiene una baña discreta junto a los dos pinos que hay entre los peñones. Es arisco. Te digo niño que a mí se me hace grande. Marca bien las defensas. Y se recoge no muy pronto, porque la vereda de entrada la tiene limpia de rocío. Ese guarro se acama tarde. Y poco me confundo.

Tengo medio vistas tres “maná”s más de guarras, “arrevuelta”s con “verraquetes”. La umbría tiene tanta caza como la solana. He preparado varios comederos discretos, de poco escándalo, con unos puñados de maíz. Los tienen arrasados. He hecho muchos de poca cantidad, para que los guarros grandes no se apoderen sin dejar al resto comer. Y la otra tarde, al caer el sol, me di un paseo con unos trapos empapados de orines de guarra en celo, por los altos, para que el aire se encargara de ensuciar el ambiente con ello.

No temas, niño, que la mancha tiene animales. Nada de andar por las tardes por ella, sólo de media mañana. Y ojito con llevar forasteros a que se bajen a pasear por allí. Está todo muy “andao”, y no me da la gana de “chantear” lo nuestro para que se “vácie” y huya a lo ajeno.

Cargue la mano en la umbría del puente, y por mis muertos que cacen bien los peñones de la Chomina. No me canso de decir que ahí hay un guarro muy grande. He “movío” dos puestos del Olivar y he quitado otro del Torilejo.
Que machaquen a las ciervas para que los perros no se entretengan. Y que venga el aire sereno. Si Dios nos regala una mañana de sol, tenemos los guarros “metíos” en la mancha.

Que espabilen las escopetas y monten pronto. Quiero esos perros en la calle a las 10 en punto. 10:30 como tarde. Y una vez sueltos que me anden poco, que la caza se menee. Llévame baja la mano de ida y alta de vuelta. Lo veré todo desde el alto del Castillete. Atento y sereno. Las prisas para los ladrones y los malos toreros.

Me levanté para irme. Me tendió la mano con un fuerte apretón. Me miró a los ojos y se despidió:

Que Dios te guarde, niño, que en esas carrascas de la vega me juego la gorra a que te las ves con algún verraco de batalla.

No tema usted, abuelo Vidal, se hará todo como dice. Y gracias por “sabuesear” esa maraña. Qué carajos iba yo a organizar sin su ayuda….

El viejo guarda me dio su bendición. Y temblando del mal cuerpo me escabullí.

Qué mal se pasa… Lo juro

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