El rincón de «Polvorilla»

Lolo de Juan

El rincón de "Polvorilla"

Cambio de rumbo

 

A mi amigo Ángel Cortés, poeta de versos a lápiz. 

Corría y volaba por el quejigal sin que Lucera pudiera meterle mano. Se paró, levantó otra piara que consiguió despistar a sus seguidores. Se amagó como una liebre tras un manojo de carrascas al socaire. Qué inteligencia y rectitud. Qué fijeza. Qué mala suerte la suya porque fui testigo de todo.

El rincón de "Polvorilla"

Mis cuatro caballos lanceros

A mi compadre Enrique Zunzunegui, aventurero de la vida, por la que camina con botos de jinete apasionado.

Vaya luna. A ver quién le pela los lomos a ése. Está en mitad del barranco donde el aire da más vueltas que un repeón en la plaza del pueblo. Son las tres y media de la madrugada y llevo un cansancio que me puede. Hasta que he dado con el marrano me he dejado los cuernos. Tengo los ojos rojos de mirar por las lentes. Y allí está. Es macho y gasta hechuras de viejo guerrero. No lo voy a tirar a distancia. O a treinta pasos o me rindo. La luna parece haberse quedado en el alto mirando el desenlace de la faena. Y quitarle a ese barranco el marrano va a ser imposible. Que no. El aire baila más que un maricón en una feria. Que no. Ésa no me la brinco. La única opción es esperar a que salga de allí. Que cambie el careo. Pero puede tardar toda la noche. Las espigas están altas y abundantes. Para qué carajos se va a marchar. Cagüen la mar. ¡Qué mosqueo gasto!

El rincón de "Polvorilla"

Loco

 

A mi amigo Fran Carabel.

Si tú le echas ganas yo le echo cojones. Qué espectáculo. Aún me sudan las manos y me tiembla el corazón. Tenía 90 kilos. 90 kilos de verdad. Y mala leche. Madre mía qué arreones. Vámonos, Polvorilla.

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Manso

¡A la puta y el voladero en la vejez los espero! Y es que no me gusta cómo caza la perrilla. Cagüen la mar… Y no hay nada peor que los mansos. Sí, los mansos. Los cobardes que muerden con la boca cerrada. Los nerviosos que se paran en el momento culmen. Qué mosqueo gasto.

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Rencor


A Fray José Gil, que lucha para que no me condene.

Menuda mirada tienes, canalla. Y eres como una brasa ardiendo en una mano, que cuanto más la aprietas más quema, pero no puedes soltarla. Rencor, hasta me chirrían los dientes al mentarte, al sentirte o al oírte. Y te temo porque no me gusta caminar contigo, pero te encuentro tras algún recoveco del campo. Y te encontré y te abracé con todas mis fuerzas esa maldita jornada de invierno.

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Candelita

Mi amigo Candelita, menuda joya. Eso es para que te toque. Como el Gordo de Navidad, como el guarro de la montería o como la maciza del bar. Candelita, como su nombre indica, está más caliente que las puertas del infierno. Menudo en talla, hasta regordete, vacilón, tocapelotas profesional, se sabe todos los chistes del mundo y todos los títulos de las películas de dos rombos. Candelita, en una reunión de personajes, se le conoce como a un japonés en una plaza de toros. Candelita, para que entiendan, es un libido con patas. Y no hay más.

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Iñaki y el Bolo

Anda que no vale duros el perro. Y eso que parece que está tonto- que está bolo, como dicen los toledanos-. Y así que le puso el nombre. El Bolo gasta buena genética, hasta apellidos tiene el chucho. Viene de la línea de Germania y al dueño le ha costado más de un carraspeo de garganta por muchos dólares que tenga en el banco. El Bolo no parece tener muchas luces… pero a vientos no hay quien le gane. El Bolo, con su aspecto tontorrón, está siendo el chiste en la junta de esta mañana, porque andan de montería de amigos en una sierra extremeño manchega y los colegas -como buenos tocapelotas- han de reírse hasta de la sombra de uno.