Al viso

Nosotras y la caza

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nosotras-cazaInspirándome en el cartel de venatoria de este año (a la vez que lo aplaudo), me gustaría con estas líneas,  intentar destruir el tópico “las mujeres no cazan”.
Pues sí, las mujeres también cazamos. Somos pocas, eso no se lo rebato a nadie pero, las que lo hacemos, lo intentamos hacer en igualdad de condiciones que los hombres.

A lo largo de la historia, han existido innumerables figuras femeninas que han sido un referente en el mundo cinegético.  Desde Diana, Diosa de la caza y la naturaleza hasta figuras actuales como la mismísima Reina de Inglaterra , Carolina de Mónaco, la Infanta Alicia o la condesa de Romanones. Pero no todas las figuras femeninas ligadas al mundo de la caza, son de sangre noble. Son muchas las mujeres que, sin ilustres apellidos, sin escudos de armas familiares, sin ser grandes terratenientes, son expertas cazadoras y amantes del campo.
Mis primeros contactos con la caza, fueron de la mano de mi padre y de mi abuelo Florentino, ambos experimentados cazadores, amantes declarados de la fauna y aguerridos perreros en sus comienzos. Mi amor por la caza, no empezó con un arma en la mano, sino cuidando primero de los perros de la rehala, dando biberón a gabatas “huérfanas”  y rayones en su misma situación, capturando tordos en la huerta de casa de mi abuelo para que no destrozasen los tomates y las frutas , y observando como tras cada salida mi padre y mi abuelo volvían a casa con amplias sonrisas y siendo aún más cómplices el uno del otro tras cada jornada.
-“yo también quiero eso”- pensaba yo. Hasta que un día no excesivamente caluroso de Agosto, se me permitió ir con ellos tras las rebeldes codornices de Guadalajara. Ese primer día de caza, recuerdo que cobraron 6 piezas entre los dos, pero para mi, andar callada y sin hacer ruido, siempre unos pasos por detrás de ellos para no entorpecer el tiro, contemplar con emoción las muestras que los perros nos regalaban, supuso el comienzo de lo que hoy ,puedo llamar orgullosa, mi gran pasión.
Esa primera salida, trajo consigo muchas más, de montería, de rececho, esperas y aguardos, noches de acampada con papá en el monte, ojeos, salidas en mano con el abuelo y los amigos… un sinfín de aventuras que despertaron múltiples sensaciones en mi.
Ya no era solo la ilusión por cobrar alguna pieza, sino la alegría de disfrutar jornadas camperas con los amigos, la complicidad de los ratos a solas con mi padre, los ratos de reflexión interna en la quietud del monte. Todo ello fue lo que me impulsó a continuar con esa afición.
Cuando empecé a “independizarme” y hacer mis primeras salidas al campo sola, me di cuenta de que fuera del ámbito familiar en el que siempre me había movido, el mundo de la caza, era mucho más machista de lo que imaginaba. Frases como -“mira la niña con el rifle”-, preguntas como –“¿oye pero tu cazas sola sin tu padre?”-, comentarios jocosos y a veces hirientes tales que –“cuidado con el cerrojo no te rompas una uña”-, y los eternos cuchicheos cuando decían mi nombre en los sorteos lejos de achantarme y mermar mis ganas de cazar, sólo hicieron que cada día me sintiese mas orgullosa de ser una de esas “bichos raros” a las que les gusta la caza.

Para mi alegría ,poco a poco fui conociendo mujeres que bien por haber sido morraleras de sus padres desde pequeñas, bien por acompañar a sus parejas o bien por afición propia, acudían a cacerías. Para mí, ellas son auténticas, son personas que no han tenido miedo a la hora de participar en algo que siempre se ha creído esencialmente de hombres. No han tenido miedo de salirse el guión y pelear por hacer que en el mundo de la caza se nos deje de mirar con lupa.Me gusta cuando llego a los desayunos, ver mujeres que se calzan las botas , se cuelgan el rifle y se unen a las diferentes armadas como “uno más” y me refiero a vosotras Pachi, Cristina Marta, Leticia, María… Aplaudo a aquellas que por amor a sus parejas acuden con ellos, como es el caso de mi buen amigo Nacho y su simpatiquísima novia Elena o como el veterano montero Abel y su cariñosa Nerea, como fue el caso de mis padres… En mi caso, cuento con la extraordinaria suerte de haber encontrado a alguien que comparte plenamente  mi afición.
Tengo la inmensa suerte de contar con un grupo muy extenso de amigos cazadores que siempre me han tratado en igualdad de condiciones, ellos están orgullosos de tener a su amiga cazadora y yo estoy orgullosa de tenerles a ellos, indiscutiblemente, la caza une.  Me han enseñado muchas cosas, me han abierto las puertas de su círculo de amistades y han luchado conmigo para que las mujeres nos hagamos hueco en este mundo. Aun con todo ello, pienso que queda mucho camino por andar y creo que es una tarea dura pero que se puede conseguir con la colaboración de ambas partes; hombre y mujeres. Vosotros, en lugar de cerrar las puertas, deberíais abrirlas sin miedo a que invadamos vuestro “espacio” pues no nos interesa nada mas allá, que compartir jornadas, lances y experiencias. Y nosotras, deberíamos ayudarles a aceptarnos mejor, amoldándonos sin objeción a todo aquello, que nos guste o no, ellos han hecho tradición.
Debemos imaginar que hay un código de cazadores no escrito, en el que se positivizan ciertas normas básicas que nosotras no debemos intentar cambiar para ajustarlas a nuestros gustos y usos, si no por el contrario, debemos amoldarnos a ellas para no provocar rechazo, pues los cambios en las tradiciones, raramente gustan a nadie. Ellos, han sido los “amos y señores” de las cacerías españolas, no se trata de destronarles, sino de hacernos ver como iguales para de ese modo, encontrar nuestro lugar en ellas.

La ropa de caza no favorece, pasar frío en el campo es algo terrible, mojarse…impensable, hacer frente a batallones de mosquitos se tercia todo un reto, prescindir del perfume es algo en ocasiones hasta grosero y ya, mancharse de sangre es algo grotesco…a todas las que piensen eso, yo les digo que tienen razón en muchas cosas, pero que si lo prueban, probablemente a muchas, les gustará. No es obligatorio cazar, ni básico que te guste la naturaleza, simplemente es algo que te nace de dentro, y que si lo tienes, no has de desperdiciarlo ni encubrirlo por el miedo a las críticas o el rechazo que pueda producir en terceras personas, pues como tú, habrá otras muchas mujeres.
Señoras y señores  , adaptémonos a los tiempos que corren, tiempos de igualdad y armonía entre sexos, tiempos en los que tener una afición y poder practicarla es un lujo, tiempos en los que quien tiene un amigo para compartir los escasos ratos que el trabajo nos deja libres, tiene un tesoro. La caza se puede disfrutar, solo, en familia, con amigos, con la pareja…pero el caso es disfrutarla. No obstaculicemos a nadie la práctica del arte cinegético por razón de sexo ,edad o clase social. Esas cosas, en el campo…se dejan de lado.

María Romero de Alba

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