Escopeta negra

Parques Nacionales y caza

La llamaban Laña, los lugareños del valle de Ordesa, y murió, ‘aplastada por un árbol’, el día de Reyes del año 2000. No tuvo suerte con los regalos de los Magos. Murió con el siglo. Era el último ejemplar, hembra, de la Capra pyrenaica pyrenaica, bucardo para los amigos, una subespecie de la Capra pyrenaica, nuestra cabra montés. Allá por los albores del siglo XX –exactamente el 16 de agosto de 1918,– alguien tuvo la feliz idea de ‘crearle’, al bucardo, un parque nacional, para ‘protegerle de los malvados cazadores’, con al nombre de Valle de Ordesa, el segundo más antiguo del suelo patrio. Y a fe que casi lo logran. Tras crearle el citado ‘santuario’, cuando apenas quedaban cuarenta ejemplares, el plan de protección de la especie se inicia ¡en 1994!, cuando sólo quedaban diez. Y todavía hay por ahí algún lumbreras que dice que al bucardo se lo ‘cargó’ la caza.

El pobre bucardo fue una víctima más de la nefasta gestión de los ‘santuarios nacionales’, esos parque zoológicos gigantes que algunos se empeñan en ‘preservar’, en cercar, aunque sea sin rejas, de la humana acción –como si esto fuera posible– y, sobre todo, de la perversa exterminación de los cazadores que llaman ‘deportivos’. El pobre bucardo no fue capaz de superar la ‘gestión técnica’ de unos ficticios ‘conservacionistas’ que, por evitar la citada humana acción, no fueron capaces de controlar la población de rebecos que, por expansión incontrolada, relegaron a la cabra impidiendo, y esto está demostrado, que los machos, bucardos, se encontrasen con las hembras, bucardas, y así… ni con los milagros del Altísimo podían llegar a reproducirse. Y los lumbreras no supieron, o no quisieron, verlo, o si lo vieron… siguieron erre que erre en su ‘conservacionista’ empecinamiento. Y, para paliar su ignorancia, señalaron a la caza con el dedo inquisidor y la culparon de su desaparición. ¿Se puede ser más… idiota, perdón, lumbreras?

Sobre la ominosa gestión de los parque nacionales habría que, se debía de, escribir un libro. La sarna en Sierra Nevada, los lazos en Cabañeros, las cajas-trampa para jabalíes en Las Tablas… Y, le pese a quien le pese, vender la mentira de que en los citados ‘santuarios’ no se caza no deja de ser eso, una mentira rentable para adictos a los Bambis, la mayor parte de la población urbanita, por desgracia. Las mentiras tienen las patas muy cortas. Por gestión, dicen, pero en los parques nacionales se caza, ¿o es que tiene otro nombre? Si así no fuese había que denominarlos ‘caos’ nacionales por sus descontroles poblacionales. Lo que más jeringa de esta historia con patas es que los portadores de las verdades absolutas, los popes del sancta sanctorum, sí que están de acuerdo en que se cace de esta forma. Claro que, lo mismo que con lo del libro, habría que escribir un buen tratado de economía sobre lo que nos cuesta, a los sufridos bolsillos de los contribuyentes, que se cace de esta forma que tanto les gusta a esos. El control de la cabras en Sierra Nevada le cuesta al año a la arcas públicas ¡seiscientos mil euros del ala! Y es sólo la pequeña punta de un iceberg enorme. Y estamos hablando de recortes en sanidad y educación…

La hipocresía del así sí –como yo manejo y quiero que alguna subvención se escapará para mi ‘ecológico’ bolsillo–, pero ‘caza deportiva no’, alcanza límites los límites del Pero Grullo (coetáneo del Pero Mentiras). Recientemente han montado todo un ‘escándalo ideológico’ porque al ministro Arias Cañete, que ve como le recortan los presupuestos con los tijeras de podar, le ha dado por autorizar unas cuantas monterías, pocas, y algún que otro rececho, menos, en fincas emblemáticas, gestionadas por el Organismo Autónomo de Parques Nacionales, como lo son Quintos de Mora o Lugar Nuevo Selladero-Contadores. Por esta gestión cinegética, regulada, controlada y, por descontado, absolutamente legal, nuestras necesitadas arcas públicas van a hacer una somera caja de 167.265 euros. No es mucho para la que está cayendo, pero si lo multiplicamos de forma exponencial por los distintos ‘santuarios’ que pueblan el suelo patrio, la cifra sí puede alcanzar unas dimensiones considerables dignas de tenerse en cuenta en los Presupuestos Generales del Estado y, además, se podría ahorrar el costo de lo que mucho que cuesta la ‘gestión actual’. No es, al menos, como para pensárselo. Pues no. En cuanto surgió la noticia, allí estaban los augures y agoreros derrochando improperios, en la prensa generalista, claro, que le encanta recoger, sin investigar, todo lo que huela a ‘conservacionismo chapuza’. Y soltaron tantos, unos cuantos, porque son cuatro, que el Ministerio tuvo que salir al quite para aseverar que la caza en los ‘santuarios nacionales’ está prohibida y lo estará per saecula saeculorum. Amen.

Pues nada, si así lo quieren, los del perrillo y la flauta, que apechuguen con las consecuencias y que acoquinen ellos de su bolsillo para pagar su gestión. Como muy bien dijo no sé quien en el Congreso de Toledo, el conservacionismo, absurdo, cuesta mucho dinero. El que lo quiera que lo pague.

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