Escopeta negra

SM el Rey

antonio-mata-foto-portadaSe da la curiosa paradoja, desde hace apenas unas horas (al cierre de esta edición), de que SM el Rey Juan Carlos I ya no es el Rey al que están dedicadas estas líneas, aunque sí Su Majestad, tratamiento que mantendrá aunque ya no sea el Rey ‘oficial’.

Pero no es de tratamientos, como se pueden imaginar, de lo que queremos hablar aquí… queremos hablar de caza y de cazadores y de todos esos botarates que, sin tener la menor idea de qué va esto, y con mucha mala leche, han logrado, lograron tiempo ha, que una persona, por encima de todo, amante y practicante de la pasión cinegética, tuviera que abandonarla o, al menos, practicarla casi a escondidas por muy Rey de España que fuese.

Don Juan Carlos, independientemente de cualquier connotación que cualquiera le quiera poner —que seguro que habrá muchos que se la pondrán— ha sido un gran cazador (y lo es y lo será toda su vida porque esto, como todos ustedes saben, es un modo de vida que no desaparece de la noche a la mañana y mucho menos por el ensañamiento de cuatro cabestros) y la caza de este país le debe mucho y mucha imagen, más de la que nosotros mismos le damos muchas de las veces. Sin ir más lejos, esta publicación se honra de haberle tenido en su portada hasta en tres ocasiones (y en un próximo número le rendirá un merecido homenaje con ellas cuando pasen estos fastos, que no queremos que nadie nos tache de oportunistas, aunque podríamos haberlo hecho).

Vienen a nuestra memoria, ahora, en estos momentos trascendentales en la Historia de nuestro país, unos cuantos acasos en los que la dichosa caterva de tontosdelhaba se ensañó con su real persona por el mero y simple hecho de ser cazador. Si miramos nuestra Historia, cosa que aquí no hace ni el Tato, y así nos va, todos (suponemos que habrá alguna excepción que desconocemos), absolutamente todos los reyes, y reinas, de todas las dinastías reinantes en nuestro suelo patrio, desde los visigodos, los condes y reyes de Castilla, los califas y emires musulmanes, los Trastámara o Trastamara, los Habsburgo o Austrias y los Borbones… ¡todos fueron cazadores!, incluso algunos presidentes de la República lo fueron… Ahí está uno de los considerados grandes reyes, nuestro querido Carlos III, modelo de cazador. Mal que les pese a algunos, Nelson Mandela, un héroe del pueblo, también fue cazador, vamos, que hasta Cayo Lara lo es… y no pasa nada, ni nadie se ha ensañado con ellos por practicar y vivir nuestra afición.

Sin embargo, don Juan Carlos, ha sufrido todo tipo de vejaciones, mentiras, insultos (también, y no es difícil encontrarlos), calumnias… ¡Hasta tuvo que pedir perdón públicamente… por ser cazador! Con el dichoso episodio del elefante, manejado por una absoluta colección de imbéciles interesados, se dijeron tal sarta de tonterías que se podría escribir la enciclopedia del disparate. Aún recordamos a unas cuantas arpías, en un programa de esos que sólo sirven para adormilar conciencias y que la gente no piense, despotricando contra nuestro querido Tony Sánchez Ariño, a grito pelao por decir la verdad y defender la afición de nuestro monarca. Con una ignorancia supina, digna del oficio que ejercen —despellejar al prójimo—, afirmaban que el Rey había cazado en Bostwana ¡una especie protegida!, el elefante, cuando había censados en el país más de ciento cincuenta mil con un crecimiento anual de la población de un quince por ciento y estaban desforestando todo el territorio… Y el Rey tuvo que pedir perdón. ¡Manda narices, la bazofia que produce la ignorancia!

Lo del oso Mitrofan y otras lindezas no tiene sentido traerlas a cuento. Pero lo cierto es que muy pocos ciudadanos han sufrido en sus carnes tal cantidad de desprecio por practicar una afición que, como tantas y tantas veces hemos dicho, es tan absolutamente legal como cualquier otra. ¡Hasta un galardonado con un conocido premio cinegético habló, escribió, lo de meterle la escopeta por el culo!, eso sí, metafóricamente, que correr es de cobardes…

Pero, tal vez, ahora, haya llegado el momento de ‘su venganza’, aunque, debido a su estado de salud, quizá sea demasiado tarde… Ahora, lejos del huracán mediático que todo lo arrasa, puede ser que, a la chita callando, haya llegado su momento: volver a ser lo que siempre se ha sentido, un gran cazador. Quizá, y desde aquí todos nuestros ánimos, a partir de ahora pueda hacer sus escapaditas a bajar unas perdices, lejos de los dichosos focos que todo lo pervierten. Quizá aún le quede algún venado que disfrutar, lejos de los números de los récords. Quizá… ahora pueda disfrutar en soledad de ésta su pasión, como lo es la nuestra, sin tener que soportar a tanto indigente mental dispuesto a regurgitar basura contra lo nuestro… nuestra caza.

Cuenta la Historia que Carlos III cazaba para evitar la locura… Muchos de éstos deberían practicarla para evitar la tontuna. ¡Buena caza, Señor!

 

Por A. Mata.

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