Escopeta negra

Réquiem… en La menor

antonio-mata-foto-portada¡Se acabó lo que se daba! Con más pena o más gloria, según por donde se mire, la temporada del año negro –el 13, sin supersticiones–, ya es historia y cada uno contará la feria según el baile.

Indiscutiblemente, los de la mayor han bailado con la más guapa. La temporada, como hemos ido contando en nuestro Panorama montero a lo largo de estos meses, ha sido excepcional –si descontamos este último mes en el que la Virgen de la Cueva se ha puesto de huelga ‘a la japonesa’ y nos ha abierto las puertas del cielo (y las del Ártico), todas al mismo tiempo– y en un porcentaje elevadísimo de monterías han pintado oros. Los trofeos, de cuernas y navajas, han sido impresionantes y en los planteles, en muchos, era habitual echarse las manos a la cabeza, de admiración, que no de desesperación, como tantas y tantas veces cuando pintaban bastos. Desde aquí nuestras felicitaciones para todos aquellos que hayan logrado el guarro o el venao de sus sueños.

Pero, como siempre, nunca, y nunca mejor dicho que en estos días, llueve a gusto de todos. Es más, en la caza chica no llueve, más bien jarrea y caen los chuzos de punta. El panorama, en líneas generales, ha sido desolador; más que eso, descorazonador y digno de que, de una vez por todas, muchos miles, pero muchos, muchos, de los nuestros cuelguen ‘la de los dos ojos’ y manden todo esto… a la mierda, no, lo siguiente, que dicen los modelnos de hoy en día.

En un… alarde de ‘remover las conciencias’ –que no nos creemos ni nosotros mismos– hemos querido pintar un panorama apocalíptico, ésa es la palabra justa, con un relato, en nuestra sección de Caza chica, que lleva por título el mismo que este editorial y no es pura coincidencia. Un réquiem, en La menor, por la menor. Requiescat in pace, así termina. Y así acabará, si nadie lo remedia –y la pinta es que no lo remedia ni Dios, con perdón–, de una forma, repetimos, apocalíptica, la caza menor, la caza que, durante siglos, practicaron, vivieron, nuestros ancestros y que, entre otras cosas, tanto dio de comer, además de los placeres cinegéticos. En ésas estamos…

Resulta, cuando menos curioso, observar (y nosotros tenemos esa ‘atalaya’ desde la que mirar) el devenir cotidiano de los muchísimos ‘entes’ que componen nuestro sector. Entre los muchos comunicados, notas de prensa, opiniones, convocatorias… que llegan a las redacciones, a diario, se puede leer, publicar, de todo, como en botica. Predomina, en general, el lloriqueo, lo mal que nos tratan, lo que nos ofenden, las mentiras y afrentas del sector ecologeta, sus ataques directos así como los de la prensa generalista, lo deprimente que resulta ‘luchar’ (muy entre comillas) contra las instituciones… todo un género de planideos con los que, creemos, de lo único que se trata es de lavar nuestra ‘conciencia’ creyéndonos nuestras propias y eternas mentiras. También se palpa en el ambiente el intento de hacer lobby, palabro que nos pirria y nos autoconsuela. En otras nos encanta, como a nuestro señor Don Quijote, desfacer entuertos –y declaramos la caza patrimonio inmortal de la galaxia, por ejemplo– y salir a defender a los ‘más desvalidos’ –como príncipes, que desde aquí se van a no sabemos qué simulacro de defensa de no se sabe qué, pero que se va a cargar la caza en África, la auténtica, no el furtivismo, para los restos, al menos de algunas especies–.

Se nos quedan muchas ‘observaciones desde la atalaya’ en el tintero, seguro –esto daría para una tesis–, pero todo esto no es sino la introducción, aunque sea prolija, de las preguntas que nos planteamos, día sí y día también: ¿no tenemos otra cosa que hacer?, ¿no tenemos problemas infinitamente más graves que resolver? ¡La caza chica se muere y ya no lentamente! ¡Nuestros cazadores tiran la toalla por miles! Y los que tienen la responsabilidad de poner coto a una situación que, por momentos, se nos antoja irreversible, muestran una dejadez que clama al cielo y se pasan la vida, con honrosas excepciones, defendiendo bien sus sillones para que no se les enfríe el culo.

Nuestro sector –sobre todo en la caza menor, la de los cazadores de a pie, que son la mayoría– no se merece la situación que está atravesando por la desidia, o la avaricia o la dejadez, de unos y de otros, nos da lo mismo quiénes. De la misma forma que cuando ‘nos pisan el callo’ saltamos a defender lo nuestro, como por ejemplo está sucediendo en estos momentos con las rehalas –que ante una situación de amenaza al menos han ‘saldado sus diferencias’ y se van a sentar en una mesa para buscar soluciones o tomar medidas– o como también está pasando con el silvestrismo, ¿por qué no tenemos los… arrestos suficientes para, ¡todos juntos, a una!, salir con uñas y dientes a defender nuestras perdices –las nuestras, las buenas–, nuestras liebres y nuestros conejos, nuestra caza menor…? ¿Por qué si somos los que decimos que somos, no formamos el dichoso lobby ése, del que incluso se nos acusa, y ponemos a cada uno en su sito y a las perdices en el campo…?

Indiscutiblemente, los inviernos son muy crudos para salir al barbecho y se está mejor al rescoldo de la lumbre resguardando los… narices. Y así nos luce el pelo. R.I.P.

 

Por A. Mata.

 

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