Escopeta negra

Los ‘tiraduros’

De toma un duro a dame un duro… van tres duros, decía la antigua ‘matemática parda’ que, tan eficazmente, usaban nuestros abuelos en ‘los negocios’. A algunos no les saldrán las cuentas, seguro, pero a ellos, mejor que peor, les salían y, de una forma u otra, producían resultados ‘económicos’ para… ir tirando, y con un duro hacían milagros.

Viene a cuento, el tema de los duros –que, probablemente, muchos, de generaciones muy posteriores, no sepan ni lo que son–, por la manía que les ha dado, y no es de ahora, a unos cuantos de éstos, nuestros ‘servidores públicos’, de ir tirando duros por ahí como si, con la que está cayendo, no hubiera mejor sitio donde echarlos que no sea en una hucha. O, mejor aún, invertirlos adecuadamente para sacar de la miseria a muchos de los que se está llevando por delante esta… como queramos calificarla, situación que estamos viviendo. 

¿Saben cuál es la dotación económica para gestionar la cabra montés en el Parque Nacional de Sierra Nevada? ¡1.700.000 euros, del bolsillo del contribuyente! ¿Saben cuál es el beneficio económico que se podría obtener si se realizase una adecuada, reglada, legislada y sostenible gestión cinegética de los aproximadamente 16.000 ejemplares que hay en el Parque? Nosotros tampoco, pero de toma un millón y pico, de euros, no de duros que son unos algunos más, a dame… unas cuantas decenas de millones, van… un porrón de millones que, como ya hemos dicho, paliarían unas cuantas necesidades. Muchas. ¿Se enteran de esto los tiraduros?

Tenemos otro ejemplo, aunque los hay, de todos conocidos, a pares. Nos cuenta nuestro querido amigo y colaborador Rodrigo Moreno, en uno de los artículos sobre la maldita sarna que pueden leer unas páginas más adelante, que en otro de esos ‘santuarios de la naturaleza’, en los que la caza está maldita, concretamente en el asturiano Parque Natural de la Sierra del Sueve, se han abatido, por control poblacional, la friolera de 1.000 gamos. Como ya se pueden imaginar, han sido… eliminados por la guardería, que eso, según los ‘lumbreras de turno’ no es cazar. Como muy bien nos hace la cuenta Rodrigo en su artículo, si esos gamos se hubiesen ofrecido a los cazadores al ridículo precio de 100 o 150 euros, que hubiera habido ‘tortas’ por cazarlos, se podían haber obtenido unos 100.000 o 150.000 euros que, sumados a lo que se haya pagado de extras y gestión a la guardería por abatirlos, suponen unos cuantos duros, perdón, euros, de ahorro para los contribuyentes asturianos. No sabemos ni lo vamos a comprobar ahora, cómo está el famoso límite del déficit en nuestra querida Asturias, pero, seguro, los tiraduros asturianos tampoco se han molestado ni un segundo en comprobarlo.

Todo esto, además del insulto que supone para la inteligencia, acarrea consecuencias aún mucho más graves y dramáticas. Permítanos otro ‘cuento’. Hace apenas un mes que tuvimos la suerte de poder visitar el maravilloso entorno de Bulnes, también en Asturias, como todo el mundo sabe. Mientras disfrutábamos de las impresionantes vistas del Murallón de Amuesa o del monte del Acebuco, entre otros muchos, se acercó a nosotros el propietario de uno de los tres o cuatro restaurantes que hay, para turistas, en tan increíble rincón de los Picos. Era de Madrid. Había sido montañero, ecologista y, estaba claro, amante, en todo el concepto de la palabra, de la naturaleza. Tanto fue el cántaro a la fuente –nos dijo– que se quedó allí, a vivir. En un determinado momento, y sin saber quienes éramos, surgió la caza. Y surgió porque nos contaba que, dos días antes de nuestra visita, un rebeco había muerto, al lado de la pared de su restaurante, por culpa de la sarna. Y nos describió el sufrimiento del animal, durante varios días, sin que nadie (y dio aviso, como se dice) hiciera nada por remediarlo. «Aquí, desde que no se caza, esto es un auténtico desastre que va a acabar con todo», nos soltó. «¿Pero tú no nos has dicho que eres ecologista?». «¡La caza es la única forma de gestión de todo esto y de acabar con la puta sarna, y el que no lo quiera o sepa reconocer es un imbécil¡». Y se quedó tan ancho.

La sarna ha hecho y está haciendo estragos, sobre todo en los ‘santuarios’. La Administración, cuando no derrocha, que derrocha a manos llenas –acuérdense de la matanza de la citada Sierra Nevada–, mira para otro lado. Los gestores y operadores cinegéticos tienen miedo de hablar por temor a represalias a la hora de solicitar permisos o autorizar planes de gestión. Además de la mortandad en cabras y rebecos, ya está afectando a los venados, a los corzos e, incluso, al lobo y al zorro… Y nadie hace absolutamente nada, o si lo hacen, que lo hacen, su gestión es nefasta. Por cierto, ¿dónde están, para estos casos necesarios, los ecologetas en movimiento?

 

 

Editorial de Caza y Safaris del mes de junio.

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