Escopeta negra

Veneno, no

Se pelea a brazo partido en la calle y en los despachos. De la misma forma que otras veces ‘nos hemos flagelado’ –nosotros los primeros– hablando de indolencias y de laissez faire, laissez passer, o sea que nos daba lo mismo ocho que ochenta cuando reiterativamente nos metían el dedo en el ojo, sí es cierto que últimamente se palpa, y se demuestra, un cierto ambiente ‘pre-bélico’, en contra de los constantes desprecios a los que nos somete una Administración más ocupada, la mayor parte de las veces, en que no le salpique la caca que esparce el ventilador que de resolver los problemas de sus ciudadanos. Porque nosotros, mal que les pese a muchos, también somos ciudadanos, de los de primera, con más regulaciones e impuestos que muchos, pero, al menos, con los mismos derechos que ellos, que no es poco…

 

Se pelea, duro, en la calle, contra la subida de la tasas –Castilla y León–, una arbitrariedad administrativa que se merece otro nombre: robo a mano armada. Se pelea, en asambleas y despachos, por el silvestrismo, contra las órdenes de veda –Andalucía– y las nuevas leyes de caza –Galicia– siempre restrictivas y coercitivas de nuestros citados derechos. Se pelea, en las redes sociales, contra los que, por sistema, se empeñan en insultarnos y pretenden eliminarnos –página en Facebook de Jóvenes por la caza, Orgullosos de ser cazadores–. Se pelea… y se van consiguiendo algunos objetivos, revisión de la nueva Ley de Caza en Galicia, una prometedora –de momento– Ley de Caza en Castilla-La Mancha, la Orden de Control de Predadores (¡por fin!) en esta misma región… y, rebuscando, se podría hacer una buena lista, aunque no es cuestión de ser prolijos y esto tampoco da para tanto. ¡Pero se pelea!, y, desde aquí, estamos orgullosos de que, de una vez por todas, vayamos demostrando aquello de que el movimiento se demuestra andando. 

Quedan muchos frentes y, como no podía ser de otra forma, los más complicados –perdiz, licencias, accidentes, daños y algún otro que se nos queda–, pero, si la actitud persiste… todo se andará, seguro. Uno de estos frentes que, por suerte, cada vez acude menos a las páginas de noticias, y que tenemos que intentar entre todos que desaparezca para siempre, es el del dichoso veneno. El veneno es un lacra que, por desgracia, siempre nos salpica y nos muestra, por meros intereses de ‘ciertos interesados’, como los malos malísimos de la película. 

Nos gusta, mucho, y nos sumamos a ella, la iniciativa de SEO/BirdLife (que pueden encontrar unas páginas más adelante) Red de Voluntarios contra el Veneno, del proyecto Life+ VENENO, para implicar a cientos de voluntarios en labores de control y preventivas de esta… plaga, por ponerle un nombre, un tanto ligth. SEO/BirdLife, además, ofrece a cada voluntario un carnet, con un número de voluntario y un seguro de responsabilidad civil a cargo de la propia SEO. En este proyecto colaboran consejerías y gobiernos de doce comunidades, cabildos insulares y, revistas y editoriales cinegéticas, como no podía ser de otra forma. Nuestra enhorabuena por la iniciativa y el proyecto y, por supuesto, todo nuestro apoyo desde estas páginas.

Pero no nos gusta –siempre en danza la de arena– que, por sistema, cada vez que se detecte un caso de veneno en el campo, se pille el rábano por las hojas y paguen justos por pecadores. Como cuenta, y muy bien, nuestro querido amigo y colaborador Luis Fernando Villanueva, presidente de Aproca (también unas páginas más adelante), la dichosa Ley de Conservación (9/99) automáticamente, en el mismo instante que aparezca cualquier indicio de veneno, ¡imputa al titular del coto! ¿Se puede ser más… imbéciles? 

Independientemente de otros principios de derecho, se pasa por el arco del triunfo el principio constitucional, Artículo 24, de la presunción de inocencia, por no hablar del Artículo 14 y la igualdad de todos ante la ley. ¿Nosotros no? ¿Por qué? Cuenta Luis Fernando –lo pueden leer– que una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha ha condenado al titular de un coto al cierre de dos años y 25.000 euros de multa ¡por la aparición de un zorro muerto por veneno! ¡Sin que aparezca cebo, rastros, pruebas, indicios… ni nada que se le parezca! A esto, en otros tiempos, se le llamaba Inquisición. Y, nosotros, en éste, y en algunos otros casos, la seguimos padeciendo. Y ya va siendo hora de que, como en los casos citados al principio de este escrito, los pongamos sobre la mesa.

¡Veneno, no! Que investigue el Seprona, los jueces o a quien corresponda. Que cojan a los culpables y los crujan para que escarmienten de una vez por todas. Ahora…

Veneno, no; pero, así, tampoco.

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