Escopeta negra

Y, ahora… ¡Que cacen ellos!

Nos están metiendo las cabras en el corral. Si allá por el mes de agosto hablábamos con un cierto optimismo, porque así nos lo parecía a la vista de los hechos –quizá fuera el calor, que incita los cuerpos al alborozo–, lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, nos llueven piedras, día sí, día también, en el colodrillo… y nos crecen los chichones como setas en otoño. Tenemos muchos frentes abiertos y en todos retrocedemos sin que a nadie se le ocurra como plantear una batalla que, visto lo visto, tiene visos de espantá, como Cagancho en Almagro, que se dice por los pagos manchegos. Y lo más lacerante es que no se atisba en el horizonte una batuta eficaz capaz de afinar una orquesta, que dice serlo, pero más parece una banda, una panda, de las del Chino Torero (con perdón de aquellos artistas que tan honradamente se ganaban el condumio en las feria de los pueblos).

Volver a enumerar los males eternos que nos acucian, no viene mucho a cuento. De todos es sabido la desidia que planea sobre la caza chica o el lúgubre y esperpéntico panorama de nuestra perdiz roja, entre otras barbaridades que se eternizan en el tiempo. Pero sí merece la pena recordar algunas de las últimas perrerías sufridas en lo que llevamos de temporada. 

 

Lo más preocupante, a la par que indignante, y que puede dar al traste con una de las partes más importantes de nuestra montería, si no con toda, es la manía persecutoria, recaudatoria, que le ha entrado ‘de repente’ a la Hacienda pública con nuestras rehalas (con los demás, también, pero ésta es la parte más débil y con la que es más fácil ensañarse). Si no enseñamos los dientes se nos van a tirar al cuello –se nos están tirando ya– y nos van a sorber los tuétanos. Lean lo que tan genialmente explican nuestros colaboradores, Felipe Vegue y Juan Caballero, en Caza y Safaris. Lo cierto es que, en las ‘mesas redondas’ los políticos de turno ‘nos comen la oreja’ y nos dejan ‘felices’ con sus titulares de prensa, pero, a la hora de la verdad… el movimiento se demuestra andando. Y en lo que a recaudar se refiere –sin razón, aunque en algunos casos la tengan–, éstos no andan, ¡vuelan!

 

De los furibundos ataques a los que nos están sometiendo, como muestra el botón del dichoso eurodiputado Perelló, que no merece una línea más de fama, que es lo que ha logrado, con su tan cacareado, y después negado, intento de prohibir la caza, salvo para gestión, coletilla siempre bien aplicada por estos ‘verdes sandía’. Su partido, el PSOE, habrá negado, a posteriori, la mayor, pero lo cierto y verdad es que en sus enmiendas presentadas ante la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo, decía bien claro que «…la actividad cinegética se realiza única y exclusivamente por razones de control de las especies o por cuestiones de equilibrio del ecosistema en el que habitan». Verde y con asas…

 

A los medios generalistas, que por índices de audiencia ¡matan!, y se arriman a todas las ascuas, tampoco les duelen prendas a la hora de arrearnos. La Sexta, con su flagrante montaje sobre la montería del Parque Nacional de Monfragüe, ha vuelto a hacer sangre a nuestra costa y, por concluir esta pútrida retahíla, recordar con tristeza –aunque nos pille más de refilón– el cruel y desaforado ataque que desde las tan bendecidas redes sociales, nido de ‘demócratas anónimos al ataque’, ha sufrida la periodista norteamericana Melissa Bachmann, por poner en su página de Facebook su trofeo de león cazado en Sudáfrica. ¡487.625 firmas!, se han recogido desde Change.org, en su contra, contra la caza, en definitiva. Como para pensárselo un poco y detenidamente…

 

Por todas estas y otras muchas más razones, Caza y Safaris ha tenido la osadía de poner en su portada un grito: ¡Hay que dejar de cazar! Algunos nos tacharán de locos, en su derecho están, pero hay razones suficientes –como argumentamos en los artículos antes citados y en los de otros colaboradores, como Juan Pedro Juárez, o los técnicos y científicos de Ciencia y Caza, que pueden leer en aquí–, como para pensar que el único lenguaje que entienden la mayor parte de estos urbanitas desaforados anti caza, y anti todo, es recibir un poco de medicina de su propia prédica. 

 

El más que ficticio ‘espíritu del 1-M’ se diluyó, si alguna vez existió, en las brumas del tiempo. Sin embargo, en las ocasiones en las que los cazadores, ¡todos juntos!, han hecho ‘huelga de escopetas caídas’, es decir, les han dejado los cotos en sus narices a sus ayuntamientos y asociaciones de agricultores –como en La Rioja hace unos años y en otros lugares, después–, a la Administración, por ejemplo, le ha faltado tiempo para solucionar problemas. ¿Por qué…? Porque tienen miedo, mucho, de comprobar lo que puede pasar si dejamos de cazar, ¡todos!, al menos una temporada. Y, por supuesto, de pagar daños, cotos, licencias, permisos, seguros… Pues eso, que ya va siendo hora de que traguen de su propia medicina. Ahora… ¡qué cacen ellos! y, por supuesto, ¡qué paguen ellos!

 

Desde estas páginas, nuestros más humildes y mejores deseos para que el año que ya está en puertas, sea, al menos, un poquito mejor que éste. ¡Nos lo merecemos!

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