Desde el pulpitillo

Bienvenido a casa, Majestad

Cuando nació, Adena era un proyecto cuanto menos interesante, abanderado por gente de todas las condiciones, que aglutinó alrededor de sus siglas a todo tipo de personas con un interés común: la conservación de las especies animales y vegetales de nuestro planeta.

 

Recuerdo como alguien a quien interesó el proyecto nos lo presentó en la barra del bar de la Sociedad de Caza y Pesca de Linares, y nos pidió una pequeña aportación económica para contribuir a dar el banderazo de salida a aquella ilusión. Todos los presentes en la conversación, cazadores y/o pescadores, rellenamos el correspondiente formulario y comprometimos mil pesetas anuales cada uno (menos de veinte duros al mes) para apoyar algo que nos parecía una gran idea. En realidad todos nos sentíamos parte de un proyecto que, en mayor o menor  medida, cada uno de nosotros ya llevaba en la mente cuando salíamos al campo. Si ahora le podíamos poner nombre, mucho mejor. Después extendimos el comentario entre los miembros de la Sociedad y no fueron pocos los que se dieron de alta. Aquello tenía buena pinta. Los cazadores nos sentíamos integrados en un proyecto para la conservación de la naturaleza. 

Cuando una organización nace, como aquella, libre de prejuicios, libre de politiquillos y jurichaqueteros, abierta a todos los pensamientos, abierta a todos los que de buena fe estuvieran dispuestos a colaborar con la conservación de la naturaleza, con una puerta abierta a cada corazón, a cada sensibilidad y a cada pensamiento, sin poner ninguno frente a otro y unidos todos por un objetivo común, está destinada a triunfar. Pero cuando se permite que los politiquillos y los jurichaqueteros empiecen a medrar, empiecen a ocupar sillones, a distribuir cargos, a poner cotas al pensamiento, y a enfrentar al hombre con su propia esencia, marcando distancias y señalando a los que compartiendo la misma idea no piensan del mismo modo, se empieza una peligrosa aproximación a los que opinaban que la raza aria era la única posible sobre la tierra.

Así le ha ocurrido a WWF, que además de ser unos hipócritas de tres pares de bigotes, son los peores gestores que la organización ha tenido, porque echando al más señero de sus socios, por ser cazador, nos han puesto en la calle a todos los que siendo cazadores contribuíamos con nuestro pequeño granito de arena a la sostenibilidad de la causa. Cualquier cazador o pescador del mundo que esté o estuviera colaborando con la organización se verá excluido, y en buena lógica causará baja. Y aquí viene aquello de «grano no hace granero, pero hace compañero», y según está la situación mundial ningún granero debería permitirse la pérdida de ningún grano.
Pero en fin, ya expliqué en alguno de mis artículos anteriores lo peligrosa que es la expansión del Ecolobrón Cientificus, y ya ven, hasta a WWF han llegado.

De todas formas, estoy seguro que Su Majestad está mucho mejor en un safari que en la presidencia de estos impresentables, de los que estaría hasta el gorro. Por eso, creo que los cazadores del mundo unidos podemos decir a nuestro Rey: Bienvenido a casa Majestad. A esta casa donde hasta los que no piensan como nosotros son bien recibidos, y donde si no les gusta la caldereta de venado, les ofrecemos un tomate con sal y una buena ensalada.  Desde un pensamiento plural, generoso, abierto y sin duda, mucho más cercano al deseo de la conservación de los espacios naturales, que a la conservación de los sillones presidenciales.
Después de mucho aplaudir aquel grandioso ¿Por qué no te callas?, a veces me quedo esperando un ¡Qué os den mierda!, que sin duda la regia educación no permite, pero que algunos merecen más que el agua que se beben.

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