Con la caza a cuestas Opiniones Relatos

Marzo, por Ángel Luis Casado

Marzo, por Ángel Luis Casado
Marzo: «Volvieron los canes a las perreras como los remolques al zaguán».

Coloquio por marzo

–Sonaron las caracolas a recogida. Se acabó la música y cada mochuelo a su olivo, que lo que bien empieza, bien acaba…

−Perdóneme, perdóneme, ¿he oído bien?

−Hombre, me refiero a que se acabó y que a pesar de lo negro del panorama…, estamos aquí y lo hemos podido contar. En fin…

−¡Aaaahhh, acabáramos! Creí que hablaba de la temporada y por ahí sí que no paso. Que este que le habla, cuando iba acudir a su primera cita, le confinaron en el pueblo y desde entonces, ¡en blanco!

–¡Vaya! Marzo

−¿Pensaba usted que a todo el mundo le habría ido bien?

−Ni mucho menos. Si me hubiera escuchado… yo daba las gracias por tener salud, ¿o es que sin ella sale usted de caza? Entiendo su enfado pero nadie ni nada escapa al virus. Seamos pacientes; antes que nos demos cuenta, estaremos en las puertas de una nueva temporada y ojalá pueda ser normal, sin contratiempos.

−¡Ya! Pero oiga, ¿ha visto usted cómo quedó el camino?

–¿Que si lo he visto? En él quedaron las ilusiones de muchos, como también las economías maltrechas de otros tantos que hacen posible la caza, tal y como hoy día está planteada: propietarios de fincas, guardería, rehaleros, acemileros, restauradores, taxidermistas, etc., etc. Desde aquí, mi reconocimiento a todos ellos y el mayor de los ánimos porque si duro ha sido el viaje hasta aquí, no parece cómodo ni fácil lo que resta para llegar al otoño.

Marzo, por Ángel Luis Casado

Esto que hemos vivido ¡no es cazar!

Y es que frío, como el invierno, ha sido el final de la temporada y se barruntaba. Sin apretones de manos, sin abrazos y con la mascarilla escondiendo nuestras emociones. Mantener la distancia nos roba el calor de la amistad, impidiendo, además, que fluyan la confianza y las sensaciones necesarias para hacer posible que cuajen relaciones nuevas; ¡pareciéramos huérfanos entre un buen puñado de personas! El virus nos ha llenado la vida y, por supuesto, la caza, de barreras que impiden compartir desayunos, migas, comidas, etc., donde charlábamos de nuestras cosas. Son momentos principales de una jornada de caza. Si la caza es lo que la rodea y le da forma, les diría que esto que hemos vivido ¡no es cazar! Le falta todo lo apuntado y le sobra distancia. Pero, con estos bueyes nos tocó arar

Se fue febrero, oscuro como la veda que nos echó encima. Volvieron los canes a las perreras como los remolques al zaguán. O los rifles al armario, perdón, al armero. Y los morrales al altillo, junto a las botas, zamarras y zamarros, y ¡nuestros sueños! que nunca podremos encerrar; como el del mejor lance, el que aún está por llegar. Y si la fortuna quisiera hacerlo realidad, otro nuevo vendrá sin darnos cuenta y así mientras vivamos porque el alma del cazador no tiene descanso ni tregua.

Las caracolas mudas cuelgan ya en la pared encalada, de un clavo oxidado. Esperan a que levante la veda, junto a la puerta entreabierta, que ni abre ni cierra, como la temporada que se nos ha ido.

Volveremos, no lo duden.

Marzo Por Ángel Luis Casado Molina ⁄ www.librosdecaza.es

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