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Con la veda cerrada, por Ángel Luis Casado

Con la veda cerrada, Ángel Luis Casado
Con la veda cerrada se pueden hacer algunas cosas más que, por ejemplo, reponer tablillas.

Con la veda cerrada

Terminada la temporada toca ir resolviendo otros menesteres que, tras haber sido condenados a la pena del olvido, reclaman ahora su turno. Y no, no teman, que no me refiero a los que nuestras santas nos vienen recordando a cada momento. Hablo de poner en perfecto orden de revista los archiperres: armas, calzado, cueros, ropa, collares, traíllas, gps, remolques, vehículos, etc. ¡Sudores dan!

Y en el campo, ir revisando tablillas, reponiendo las que falten, colocando las que estén por el suelo o no estén (alguien las pudo cambiar de lugar, ya me entienden…), revisar bebederos, desbrozar, recuperar alguna fuente, arreglar algún paso del camino, etc., etc. En fin, que no faltan cosas que llevar a cabo y este sería el momento ideal, antes de que volvamos a coger la escopeta.

¿Qué más podemos hacer en este tiempo ocioso de caza?

Pero, ¿hay algo más que podamos hacer en este tiempo ocioso de caza? Pues sí y les pongo un ejemplo:

Pidió el jefe de una cuadrilla palentina (a la que me honro pertenecer) a sus miembros que pensaran y pusieran sobre la mesa ideas o propuestas que ayudarán a la sociedad a mejorar su funcionamiento y, por tanto, el del grupo. Y también las quejas que cada cual tuviera. Para ello, facilitaba su contacto personal para que el que quisiera se expresara privadamente o si no, ya saben, whatsapp al canto en el grupo.

Cuatro ojos ven más que dos Con la veda

Esto que les acabo de contar puede parecer algo trivial, sin importancia, pero piensen que, si el personal se aplica y participa, es una buena fórmula de mejora que redundará, sin duda, en la felicidad futura de todos. Y, aunque no es algo nuevo porque es de manual en cualquier escuela de negocios, lo recojo con el fin de recordar que es válido para cualquier grupo de amigos que gestione cuatro hectáreas, para las sociedades de cazadores locales de montones de pueblos que integran gran cantidad de socios o incluso para propietarios o arrendatarios de fincas que quieran hacer partícipes en la gestión de sus cotos a las personas que, de un modo u otro, formen parte de ellos. Los agoreros dirán que esto es inviable e imposible.

A los que creemos que cuatro ojos ven más que dos, nos parece una buena manera de unir, de sumar y de que todos se sientan «parte de» porque siempre redundará en la cohesión del grupo, cosa nada desdeñable viendo cómo, a día de hoy, se encuentran muchas sociedades.

Difícil es, a priori, asegurar que se conseguirán los resultados perseguidos, pero si se hace con rigor, transparencia y seriedad, no me cabe duda alguna de que los gestores de lo común tendrán un argumento inmejorable para cerrar después esos debates sin sentido que suelen hacer más daño que beneficio al conjunto de socios y por ende, al propio acotado. Pero, cuidado, también éstos últimos tendrán justificadas razones contra aquellos si no se atienden sus propuestas o no se argumentan los motivos por los cuales no procede atender las mismas.

Por tanto, me parece una actitud valiente, pero ha de ser llevada a cabo seriamente porque se te puede volver en contra o caer, simplemente, en saco roto.

Yo, desde aquí, les animo a ello. Verán cómo se sienten mejor consigo mismos y con los demás e irán raudos a preguntar a sus respectivas o respectivos, que de todo hay en la viña del Señor, qué cosillas eran esas que estaban por  arreglar en casa; eso sí, después de haber dejado los cañones del arma relucientes, ¡qué tiempo ha de haber pa’too!

Parece que lo estoy viendo… Con la veda

Por Ángel Luis Casado Molina ⁄ www.librosdecaza.es

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