Entre tórdigas

La Camorra

Ha caído en mis manos un programa de monterías de una orgánica andaluza. En el referido folleto, aparte de las fechas, de las fincas y de las condiciones, se dan una serie de pautas de índole administrativo para los dueños de rehalas. Dentro de esas normas, lo que más me llama la atención es que señala que no se contratará a ninguna rehala que no esté dada de alta en la Agencia Tributaria y en la Tesorería de la Seguridad Social. No se equivoquen, no voy a hablar de rehalas, porque los que me conocen saben que mis ideas sobre ellas son arcaicas y porque bastante tienen ya los rehaleros con ser el comienzo de la madeja. Y digo esto porque la sociedad, el progreso y demás, es decir, Hacienda, ha empezado con ellos para desenredar este tremendo lío económico que es la caza.

 

Esta maravillosa afición mueve un montón de millones de euros, cada año, en este país. Y eso es en lo que nos escudamos para pensar que estamos a salvo de cualquier “salvaje” que quiera prohibirla. Pero el problema no es el de la prohibición; el problema es el del ninguneo, porque, es sencillo: ¿cuántos de esos millones revierten en las arcas del Estado, que no es otro que el resto de la sociedad que nos soporta? Eso es lo importante.

La droga se prohíbe y se persigue; el tabaco y el alcohol, igualmente peligrosos, se regulan, se legislan y se permiten. La diferencia es muy sencilla: la primera no deja un euro y los otros dos llenan las arcas. Cuando algún ‘salvaje’ dice que habría que prohibir el tabaco o el alcohol, alguien le acaba diciendo al oído: “¿Tú sabes el dinero que da eso en impuestos? Y se acabaron las dudas, se prohíbe el uso en locales públicos, se prohíbe su venta a menores, pero la sociedad sigue haciendo caja. Igual pasó con los juegos de azar, antes estaban prohibidos y ahora van a cambiar las leyes para construir un casino en Madrid. Yo lo veo muy claro: habiendo dinero para todos es como marchan las cosas.

Habrá mucha gente que piense que es culpa de los políticos, que sólo quieren recaudar, eso también se decía hace treinta años y los seguimos votando y, además, a los mismos. Habrá también quienes crean que con la caza no van a poder y hasta ahora ha sido así porque la mayoría de la gente que tiene poder o dinero son aficionados. Pero con esta crisis hemos podido comprobar que las deserciones son masivas día a día, se vende todo, hasta la afición, y dentro de algunos años no sabemos cuántos seremos. Y ahí, cuando seamos pocos, no le reportemos dinero a la sociedad y nos sigan viendo como unos ‘asesinos de animales armados hasta los dientes’, ahí, con el primer listo que nos lata de parada, nos van a agarrar y nos van a meter la higüela hasta las telenas. Por mucho que nos resistamos, por mucha tradición, por muchos jornales, mientras que la caza no reporte dinero en ‘A’ al Estado, estaremos siempre a merced de las circunstancias que, en mi opinión, no pintan bien.

La solución es muy sencilla y pasa por profesionalizar esta tradición nuestra tan amada. Sí, simple. Todos los vigilantes de coto, guardas y demás, para poder ejercer deberían estar dados de alta como autónomos o por cuenta ajena. En Castilla-La Mancha, de los dos o tres mil vigilantes censados, ¿cuántos tributan como tales? Cuando comience a funcionar la figura del especialista en control de predadores, con ellos pasará lo mismo. Todos esos empleados de banca y funcionarios que, fuera de su horario de oficina, son ‘gestores cinegéticos’, ¿cómo tributan? Como gestores, no. Porque no lo son, solamente compran un coto por dos, lo venden por tres y se acabó la historia de la mayoría de los ‘gestores cinegéticos’. Si en vez de comisión al ‘gestor’ se pagase el IVA al Estado, los propietarios podrían vender algo más caro y los cazadores comprar algo más barato, porque la ‘gestión’ suele suponer más del 21%, a veces hasta el 50%, y eso lo único que hace es aumentar nuestra fama de mafiosos. 

Ya sé que es difícil de digerir, pero, por muchas vueltas que se le dé, si queremos que nos tengan en cuenta, no nos queda otra que aportar algo. Recuerden que hasta a los ‘membrillos’ se les tapa la boca con billetes… 

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