Las brumas del Duero

Las brumas del Duero: ‘Alba de Yeltes’

felipe vegue

Escribo estas notas, casi sin pensar, en un día dedicado a la convivencia relajada con mis amigos rehaleros de la sierra salmantina. Amablemente, y aprovechando este encuentro, nos han puesto en contacto con responsables de clubes deportivos que aún no pertenecen a la órbita federativa para explicarles cuál es el modelo de trabajo que utiliza la Federación de Castilla y León y los nuevos proyectos e iniciativas en que estamos trabajando.

La problemática actual de la caza, que sin prisa, pero sin pausa, hay que desgranar e intentar ir arreglando y, sobre todo, la necesidad de la unión solidaria entre todos los cazadores para afrontar estos difíciles momentos, fueron los ejes principales de la exposición de los responsables federativos.

Resulta paradójico que hablemos de unión y la primera de las preguntas sea: ¿qué ocurre con la Española? Resulta inevitable desde hace un tiempo y me hace pensar, antes de contestarla, por las posibles connotaciones y, sobre todo, consecuencias que la opinión de los propios federativos pueda trasladar a toda la organización, pero la realidad es que teníamos un modelo y una estructura de federación que se ha desmoronado en los últimos años.

Muchos creíamos en una Federación Española de todos y para todos los cazadores, afiliados o no, en una entidad al servicio de la caza, cuya actividad, por consiguiente, beneficia a todos los cazadores y, como hemos podido comprobar, estábamos totalmente equivocados.

Ya apreciábamos desde hace tiempo en la organización federada nacional, yerros, desviaciones, incluso, aberraciones disfrazadas de desarrollo de negocios con soluciones de I+D inventadas y enloquecedoras en el posible arreglo de enfermedades o prohibiciones que le quedaban muy grandes a la entidad.

Los errores han sido dobles, unos de fondo (que se pueden perdonar por una mala orientación de los objetivos de gestión de la entidad) y otros de forma, que son imperdonables por la sucesión de hechos en su ejecución, que han llevado al desprestigio de la entidad y, lo que aún es peor, a un desenlace que se presume irreparable.

Incluso en contextos menos problemáticos, en la defensa a ultranza del camino errático emprendido, nunca faltaron acólitos para medrar y lograr acogimiento entre los brazos presidenciales; días de vino y rosas, con amplio eco en algunos de los medios especializados.

A esta inercia federativa nacional se oponían entonces tímidas reacciones, rápidamente acalladas por la apisonadora presidencial. Los ‘proyectos empresariales’ nunca fueron presentados con datos claros y reales.

Olvidando su estatus de representación y gestor de intereses cinegéticos de todos los cazadores, en su búsqueda del Santo Grial, la Española parecía disponer de todas las soluciones a los muchos males de la caza, y claro, para tanta investigación sobre munición sin plomo, etc., hacía falta dinero y mucho, y ya todos sabemos qué ocurre cuando las iniciativas necesitan soluciones financieras y hay dinero a mano.

Fue en ese momento cuando los directivos representantes de la mayoría social de la Federación decidieron parar esta máquina de despilfarro y desprestigio, y recuperar el rumbo que nunca debió abandonar la Federación nacional.

Pero esta posición tuvo un precio en la representación que ostentaban dentro de la Española y la realidad social fue falseada para que no correspondiese a la representatividad real que tenían las autonomías opositoras en las elecciones.

La Audiencia Nacional anuló las elecciones de la Real Federación Española de Caza celebradas en noviembre de 2012. La Sala de lo Contencioso-Administrativo consideró que «se omitió un trámite esencial» al no facilitar a las federaciones autonómicas un censo inicial de electores y ello afectó al reparto de representantes en la Asamblea General que reeligió por quinto mandato consecutivo a Andrés Gutiérrez Lara.

A pesar de las impugnaciones, denuncias continuadas de fraude y, finalmente, de la orden de Audiencia Nacional y del Consejo Superior de Deportes de repetir las elecciones, aún seguimos sin convocatoria electoral válida por parte del presidente nacional, al que ya se le ha incoado expediente disciplinario por el Tribunal Administrativo del Deporte.

Nula y extraña capacidad empresarial (que, por otra parte, no corresponde a los fines de la entidad), alardes de resultados fantásticos para convencer a la masa social, gestores vendiendo la piel del oso y lanzando a los cuatro vientos los cuantiosos beneficios económicos que convertirían a la Federación en una entidad multinacional, casi con cotización bursátil…

Ya en los primeros estadios en que se desarrollaron esos futuribles se exhibían tendencias y se presumía de aureola populista e influencias con amigos de cúpula y arrimados famosillos. Muchos de los que le rodearon carecían de ideario personal, con un empalagoso culto a la personalidad y a la obtención de prebendas que, en algún caso, fueron evolucionando hacia el lucro.

Las dificultades económicas y sociales de la caza deportiva deben ser oportunidades de mejorar. La Española está desaparecida en el panorama cinegético nacional y, en el futuro, para volver a obtener reconocimiento,  habrá que presentar trabajos y resultados, y no confiar en dirigentes de verbo fácil. Existen federados suficientes para una buena batalla y los líderes que salgan de estas justas necesitarán el empuje de los cazadores federados; estos tienen que salir ahora de la abulia, apatía y descorazonamiento en que nos ha sumido la Española.

Aunque este estigma acompañe de por vida a cualquier dirigente o colaborador federativo, bueno será no olvidarlo por todos los cazadores para evitar que se vuelva a  repetir.

Felipe Vegue

 

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