Pluma invitada

Una reflexión de cazador cabal

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Alrededor de estos enfrentamientos con el ecologismo, que a nada conducen si no somos nosotros capaces de arreglar primero nuestra casa y nuestra caza.

El belicismo y las posturas de confrontación, polarizadas, anulan la capacidad de argumentación y diálogo. Una sociedad atenta a esas peleas, optará por el ‘pensamiento fuerte’. Quien lleva las de perder es la imagen de nuestro colectivo, asociado a La escopeta nacional, fruto del desconocimiento de la realidad del mundo rural, de los daños agrícolas y ganaderos, de las epizootias producidas, en parte, por la ausencia del ejercicio del arte de la caza.

Tan lícito y exigible es responder con argumentos a ataques que los cazadores sufrimos desde medios digitales y de comunicación, como también intentar promover un cambio en la imagen que de nosotros ofrecen determinados medios de comunicación, dueños de la información, controlados por grupos económicos que, sujetos a intereses variopintos, no están sabiendo transmitir la imagen de un colectivo moderno, de una actividad ancestral y necesaria: tanto desde el punto de vista económico por los puestos de trabajo que genera, como por lo que constituye como herramienta de sostenibilidad del medio ambiente y natural en el que se desenvuelve.

En definitiva, la caza es un arte, una actividad necesaria para la dinamización del medio rural y para la sostenibilidad de las especies que lo habitan, no un deporte competitivo, al margen de que se celebren campeonatos que no deberían tener como fin quién caza más o más arceas o zorros abate, sino qué perros y conductores  lo hacen mejor.

Las diferentes Federaciones deberían abandonar comportamientos y actitudes más propias de otros tiempos afortunadamente superados que no están contribuyendo a mejorar nuestra imagen, al contrario.

De esa debilidad se están aprovechando este tipo de corrientes y movimientos de carácter animalista o ecologista: de la falta de cohesión de nuestro colectivo y de no saber ofrecer la imagen de una caza social que financian las sociedades de cazadores y ¿por qué no? debería, al igual que en otras naciones europeas, contribuir a desarrollar económicamente el propio estado.

 

Por Alberto Ramos (Ourense)

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