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Ande yo caliente…

Las espera de invierno tienen un encanto especial, oscuras, estruendosas, sobre todo por el ruido del agua cayendo y, a la vez, silenciosas por lo poco sonoro del suelo húmedo y, especialmente, frías. 

El frío, fiel compañero de los aguardos de invierno, es un presente poco fiable y que, al caer la tarde, se sienta a nuestro lado y no se aleja hasta que el calor de la cama lo devuelve al campo serrano.

Son numerosos los consejos: ropa abundante y en capas, termos de líquido y movimientos permanentes y repetidos para que la sangre fluya por unas extremidades que se adormecen derivado de unas temperaturas poco propias de nuestros cuerpos monteros.

Y especial inconveniente en las frías noches de luna es el molesto tiriteo de un cuerpo un poco molesto por las gélidas esperas.

He probado de todo, con especial resultado con la modesta manta zamorana que, al encerrar en un improvisado poncho un cuerpo orondo como el mío, genera un calor muy agradable que, rápidamente, se desvanece cuando, por un oportuno encare, el calor sale huyendo por el hueco.

La pasada navidad mi familia ideó un obsequio digno de mi persona y para ello se acercaron a 4 Hunters a fin de que me proveyeran de una buena parca para mis salidas monteras. Mi constitución oronda y mi escasa altura hacen que sea mal patrón para lo normal de las prendas y “por suerte” no tenían ninguna parca de mi talla. Lástima, pero había algo que me rondaba mi cabeza desde hace tiempo y, ante la negativa de la existencia del regalo, algo se iluminó y, sin pensar, unas palabras salieron de mi boca, prácticamente sin pensar: “¿No tenéis un mono de espera? ¡Vamos a ver qué tal me queda!”, le espeté a Javier Hernández, que tal amablemente me había recibido en sus instalaciones de Pinto.

Me lo probé y, al instante, le dije que ni me lo envolvieran que me lo llevaba. Una funda con unas cómodas cuerdas para su transporte y su escaso peso llamaron mi atención de inmediato, ideado ya la comodidad de su manejo en los movimientos a la postura de aguardo.

Su facilidad de colocación y su reducido peso hacen que sea una prenda de un manejo muy cómodo, efectivo en el abrigo y con una señal digna de mención: su ausencia de ruido en sus movimientos, algo realmente útil para su destino final, las esperas.

Y, así, me lo lleve con el ansia de la próxima espera, que tuvo lugar apenas dos días después. Una noche fría, muy fría, y algo nuevo en la vieja torreta, el mono. Cómodo, muy calentito y extraordinariamente silencioso, hizo de las esperas de invierno algo más placenteras de lo acostumbrado, el frío pasó a la historia tan rápidamente como el resultado de esa noche calentita de diciembre, pero, si algo sabemos los esperistas, es que no el resultado de una espera se mide solo por los centímetros de navaja que asomen de nuestro deseado trofeo.

Y ésa fue, sin duda, una buena espera.

Más información en www.4hunters.es

Por Ignacio García Gómez

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