Cerramos hace meses la peor temporada perdicera de nuestra historia. Lo que era un secreto a voces, el hecho de que año tras año, desde hace décadas, nos quedábamos sin perdices, ya no ha aguantado más y, como una fina lluvia que no molesta pero empapa, al final, ha terminado por darnos un baño de realidad y ha dejado al descubierto una verdad tan incómoda como difícil de solucionar
Por Marcos Pedregal Rodríguez