Esperas

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Sinfonía… al lubricán

 

No es una hora, ni siquiera un rato, es… una sensación, íntima y misteriosa, que embelesa el alma y la recoge en su intimidad más hermosa. 

 

El lubricán –perro-lobo/lobo-perro– es luz que se difumina en el lienzo de las sombras y juega con las percepciones. Y vemos lo que no vemos sin ver lo que presentimos. El matojo que se mece con la brisa que lo acuna, se hace guarro a nuestros ojos y acelera los sentidos que presienten, pero ignoran. Y el guarro se hace matojo y se esfuma entre las sombras. No le vemos, pero está, y nos gana la partida porque es sabio y porque sabe que la luz del lubricán nos confunde y debilita ante sus sabios instintos.