Juan Alberto Pérez Vázquez es cazador desde hace cinco años, se inició en la caza por iniciativa y consejo de su compadre, Jesús Riquelme.
Compadre en el sentido de cuando el amigo es más que un amigo, es familia, por mucho que no haya parentesco genético.
Riquelme es marca de organización de buenas monterías, Jesús es cazador desde siempre, desde que tiene uso de razón, desde que era morralero, nació cazador.
Juan Alberto ha acogido la afición con los brazos abiertos, tirándole más la caza mayor, sin embargo nunca había hecho una espera y eso que le llamaba mucho la atención, hasta que…
Jesús a través de Monterías Riquelme gestiona varios cotos, y en uno de ellos, en abierto, dispone de permisos de espera al jabalí por daños, y como estaban entrando muchos cochinos, le propuso a su compadre: «¿Quieres hacer una espera, están entrando marranos a porrillo y hay buena luna?».
A la respuesta obvia de Juan Alberto, sucedió una ilusión desbordada y después cierta incertidumbre, lógico: ¡era su primer aguardo!
En su cabeza se agolpaban las preguntas, no sabía cómo actuar, tenía la información, la teoría bien aprendida, pero «del dicho al hecho hay mucho trecho».
Estas dudas hicieron que Juan Alberto llamara a su primo Jonathan Fernández, un esperista acérrimo, para que le acompañara –una acertadísima decisión–, ya que Jesús le llevaría hasta el puesto pero no se podría quedar con él durante el aguardo porque le tocaba vigilancia en otro lugar.
A la teckel Jara no le hace falta ni hablar Riquelme
A las nueve de la noche ya estaban los primos en la puerta del coto.
Y a las diez Jesús los había dejado en el puesto, previo cambio de criterio, ya que cambió el emplazamiento que tenía previsto porque el día anterior había cortado el rastro de un ‘mozo’ que gastaba un ‘zapato’ descomunal, vamos, un pedazo cochino que hasta ahora no tenía localizado ni él ni la guardería.
Era muy complicado, al ser la primera vez que se tenía referencias de un guarro tan grande en ese cazadero, lo lógico y normal es que la primera noche no hubiera suerte.
Ítem más, a todo se unía la condición de novel de Juan Alberto como esperista, y por muy bien asesorado que estuviera por Jesús y por Jonathan…
Una vez puestos, llegó de nuevo la catarata de dudas… Riquelme
Lo primero fue cómo instalar la linterna en el visor, papeleta que le solucionó Jonathan inmediatamente…
–¿Cuándo encienda la luz qué hará el guarro? ¿Qué hago cuando entre? –Le preguntó Juan Alberto a su primo.
–Si no está ‘tiroteado’ aguantará cinco o seis segundos después de encender la luz, si está ‘tiroteado’ saldrá corriendo inmediatamente. Estate pendiente de la luz, pero sobre todo de la perra, que te va a marcar hasta de donde viene.
Y es que Jonathan tiene una teckel, Jara, a la que solo le falta decir «señorito, lo tiene usted atravesado a 25 metros detrás de la encina».
Emoción por arrobas: «viene un monstruo» Riquelme
Poco después de las 23 Jara barruntó algo, escucharon nítidamente el ruido que hacia el guarro pero se lo tragó la tierra.
A las 23:40 se escuchó perfectamente el bufido de un cochino, la perra lo marcó.
Juan Alberto nos comenta que «estábamos escuchando perfectamente al guarro andado y resoplando, cuando mi primo me susurró “cuando la perra lo vea se pondrá a temblar y nos dará en las piernas”, por entonces yo era un manojo de nervios, ¡cuánta emoción!».
Poco antes de la media noche Jonathan mira con los prismáticos y dice «viene un monstruo», Jara se pone a temblar y da a Juan Alberto en las piernas, lo que hizo que éste se pusiera a temblar también.
Su primo puso la calma: «Está comiendo detrás de los naranjos, cuando salga al claro lo dejamos unos minutos». Riquelme
El cazador toma de nuevo la palabra, «al salir a lo limpio lo pude ver perfectamente, era inmenso, y yo temblaba más aún si cabe».
Pasados tres o cuatro minutos que parecieron horas, Jonathan susurró «céntralo en la cruz, enciende la luz y tira…».
«Encender la luz y salir el guarro arreando fue todo uno, era de los ‘tiroteados’ (ríe), corrí la mano y al tiro el verraco se aculó, en plena algarabía, la perra, que había permanecido desde que me dio en las piernas impasible, quería que la soltara, tal era el cumulo de nervios que fallé el tiro de remate», prosigue emocionado con su relato Juan Alberto.
Por fin el cazador logró serenarse y remató al impresionante cochino, el primer tiro se quedó trasero, entró por el jamón y se alojó en la zona testicular.
Boquiabiertos, Juan Alberto y Jonathan observaban al imponente jabalí, de más de 120 kilos y unas defensas espectaculares, como boquiabierto quedó Jesús al llegar…
Hay cazadores que en toda su vida no logran cazar un guarro tan grande en abierto
La primera espera, la primera vez que aquella mole merodeaba por la zona, no se puede pedir más, además, la medida del taxidermista dio una puntuación a navajas y amoladeras de 108,9 puntos, vamos, unas defensas formidables a un punto del oro. Riquelme
«Lo que viví esa noche no se puede explicar con palabras, aunque no hubiera tirado nada me hubiera quedado allí toda la noche de lo que me gustó. Muy bien, maravilloso, se me acaban los calificativos», concluye el afortunado cazador.
Y es que en abierto es muy difícil conseguir un cochino de esa categoría, y más aún en el primer aguardo, hay aficionados que no lo consiguen en toda su trayectoria cinegética.
Sólo por eso hay que felicitar a Juan Alberto, a Jesús, a Jonathan y, por supuesto, también a Jara.
El guarro en detalle
Riquelme