El rincón de "Polvorilla"

El último de los primeros, por M. J. ‘Polvorilla’

El último de Mariano
Don Mariano Márquez de Prado y Márquez de Prado, el último de los primeros.

A don Mariano Márquez de Prado y Márquez de Prado, católico y extremeño. Campero y hombre bueno. Español por la Gracia de Dios

Tenía una de esas miradas que no pasaba jamás desapercibidas en cualquier reunión. Talla alta para ser de otra época (pues aunque era de la postguerra él debió nacer hace dos siglos). Porte de lord inglés, de Calatravo, de señor antiguo fuera de su verdadero tiempo. Su presencia en todos los eventos familiares era crucial para dar empaque a la reunión. Mariano, don Mariano Márquez de Prado y Márquez de Prado. Hijo y nieto del mismo nombre. Con apellidos que pesan a campo y a tradición, que huelen a dehesas y a ganado. Que saben a Extremadura, a Talarrubias y a España entera.

Nació hace 78 años y no paró de cosechar amigos y crear vínculos entre los mayores y los más jóvenes. Era el nexo de unión. Todos los padres lo querían para sus hijas por su conversación, su clase, su interés absoluto por todo lo que hiciera el que estuviera enfrente. Una mente inquieta en un corazón grande que siempre hizo aguas por los derroteros de la salud.

Padre de cuatro flores y esposo de un jardín entero. Tía Chape Ruiz de Gámiz, mujer entregada al peso de la corona de su marido. El primero de su generación o el último testigo de la generación que ya se fue. Un auténtico relaciones públicas que arrebataba a los presentes con su elegancia y sencillez, porque no está reñido ser un caballero español y a la vez un hombre bueno.

Profundamente católico y enamorado de Extremadura. Habría sido uno de esos capitanes de los tercios que sin duda se habría lanzado a la muerte por defender su bandera. Presente en todos los funerales con su luto riguroso, lo mismo en los festejos pues la vida había que beberla con el vino que nos tendiera en la copa. A las alegrías el primero, a las penas también.

Compañero infatigable de mi padre. Desde la más tierna infancia y la más agitada juventud. Desde la madurez hasta la vejez que todos tememos y añoramos.

Se va un pilar de Extremadura. Un señor en toda la extensión de la palabra. Y se va en esta primavera copiosa de bienes y mieles. Se va don Mariano Márquez de Prado y Márquez de Prado. Y se va de la mano de Nuestra Señora de Guadalupe cuando el campo rezuma de míes y el ganado –su ganado– zamarrea los cencerros mudos por el luto de las dehesas.

Dicen que en su último suspiro alzó los ojos al cielo, apretó el crucifijo que sujetaba en su manos y, desde lo más profundo de su ser, se escuchó su último aliento:

–Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío pues de vos estoy enamorado.

El último de los primeros, por M.J. “Polvorilla”

 

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