El rincón de "Polvorilla" Relatos

Para no olvidar que algún día podemos olvidar, por M. J. ‘Polvorilla’

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Para no olvidar que algún día podemos olvidar…

A la memoria de don Julio Rodero Camblor

No sé qué hago aquí, lejos del terruño y del rastrojo ahora que el campo comienza a vivir tras la hibernación del estío. Olvidé mi ruta y mi destino. Pero Talibán me lleva a la tumba del Rey Pelayo. Olvidé las espuelas y pasé por alto el capote. Pero ese olvido da igual, porque marcho a buen tranco y el sol brilla sobre aquellos lares.

Olvidé mi medalla de Guadalupe y un peregrino me dio la suya. También olvidé mi navaja que siempre necesito y, esta vez, no he echado en falta por las facilidades del camino.

Olvidé el pienso de mi caballo y fueron apareciendo paisanos ofreciendo sus prados y su alimento para fortalecer los remos de mi montura. Parece que todo se pone sorprendentemente a tiro para seguir avanzando hasta la Santina.

Un alto en el camino para cazar un venado, así de sin planear. Subir a aquellas cumbres helechosas y avellanadas. Patear un entorno que había olvidado que existía. No tengo tiempo, pero el mundo se detiene de improviso. No tengo afición –la perdí junto con algo de soberbia– pero me llevan de la mano para recordarme lo que era palpitar ante el bramido, sudar ante el repecho y emocionarse con el lance.

Me encuentro extraño en esta carne en la que resido. No soy yo, o quizá dejé de ser quien no era. La bandera asturiana me acaricia el pelo, los caballos menean mosquero ante el encuentro inminente con la santa cueva. Quedé impávido pues no recuerdo qué hago aquí a caballo y cómo entre tantos llegué a aquella atalaya donde el ciervo gritaba al mundo que no se olvidaran de él.

Fue el tranco sobre las piedras lo que me devolvió al mundo de los vivos. Fue su cara la que me recordó qué hago aquí, en esta santa atalaya donde hemos venido a rezarte. Y fue en aquel puntal a saliente donde pude recuperar la afición que creía perdida. Donde una bala certera me dejó anclado para siempre a aquellas montañas sagradas.

No hay que olvidar que algún día podemos olvidar. No hay que olvidar de recordarse a uno mismo de vez en cuando.

Para no olvidar que algún día podemos olvidar, por M.J. “Polvorilla”

 

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