PIDO PERDÓN
A la memoria de Alfonso Sánchez-Fabrés
Rodeado de berrocales castellanos, compungido por un amanecer sobrecogedor se me encogen las carnes –más que por el frío– por los acontecimientos. Dejo entrar los vahos del hielo abriéndome un poco la camisa. Respiro. Se me agolpan los recuerdos. Tengo que plegar velas. Ahí voy.
Pido perdón de corazón por todas aquellas balas lanzadas al monte sin ser consecuente de que, con el trallazo, estaba sesgando una criatura perfecta hecha a manos del Creador.
Me descubro y me pongo de rodillas por aquellos lances no consumados, por abandonar la sangre o perder la pista. Por haber enviado una esquirla a los infiernos y no ir a comprobar si tras la huida estaba el animal tendido. Siento en el alma no haberme apeado del coche para coger aquella lata o retirar aquel papel. O esas cuerdas de la siega que todo afean y nada lucen.
Me siento un traidor por haber preferido el calor de la lumbre que el cruzar el río para cobrar aquel marrano. Un sucio mentecato por no dar uso a las delanteras y sacar a hombros el cochino que cogieron los perros y que sólo yo sabía dónde estaba… No está bien dar ejemplos a medias, dar guantazos con mano abierta y medio gas. Dar besos poniendo la mejilla o dar la mano poniendo desprecio. Hacer las cosas bien implica perder un minuto para ganar un segundo. Requiere abrir los dos ojos ante el lance, ajustar los estribos antes de torear, que la pereza nunca supere la gallardía de la elegancia. Que la calidad nunca sea menospreciada por la cantidad. Qué más vale una echada con la rienda sobre las orejas del caballo que ciento cincuenta amarrado a la perilla.
Más lúcido el disparo con alza y punto que a través de una lente. Más justo un lanzazo sobre una montura que mil descargas que arrastran pólvora y locura. Más real entrar cuchillo en mano a medirse las costillas con un verraco que disparar a trescientos pasos a la carrera.
Más bonito es pedir perdón que pedir permiso. Más humano saltarse la razón para intentar lo imposible, que errar cayendo en la inacción por miedo a no conseguir nuestro objetivo.
Más noble acariciar la piel de la presa abatida para suspirar un lo siento que encender un gran puro y posar una bota sobre un cuerpo inerte.
Qué malo es esto de cumplir años… Aunque la alternativa sea nefasta.
Vuelvo a pedir perdón por todos aquellos errores que he cometido… Ínfimos al lado de los que me quedan aún por perpetrar.
He dicho. Pido perdón