Es ya una costumbre medioambiental española lo de la reintroducción de especies en peligro de extinción. Se trajeron osos de ¿Eslovaquia?, a Castilla se trajeron linces de Andalucía, a toda la España interior se han llevado (o dejado ir) lobos de Zamora. Y a nadie se le ha ocurrido jamás criticarlo.
«Autóctonos extinguidos»
Hete aquí que a alguien se le ocurrió que la normativa española recogiera la figura de las especies autóctonas extinguidas. Nadie duda hoy que estaban pensando en el bisonte. ¿Hay alguna más?
El caso es que desde que se dio la modificación de la Ley de la Conservación de la Naturaleza que introdujo esa figura de los «autóctonos extinguidos», nadie dudaba de que hablaban del bisonte, cuya reintroducción hoy critican. Que si el de las estepas no es el de los bosques, que si el de Altamira era ese y no aquel, o que si fue fielmente pintado por un rupestre que llegó desde Polonia a la Península Ibérica recordando lo que había visto allí y que echaba de menos aquí.
El bisonte es una vaca; comen lo mismo, cagan lo mismo y ocupan el mismo espacio ambiental
¿A qué les suena? ¿A tontá? Efectivamente.
Demasiadas tontás. Lo es eso que nos querían vender sobre que el bisonte iba a ser una verdadera maquina de tratamiento selvícola que iba a acabar con los problemas de gestión forestal porque eran «come madera». Lo es también que su reintroducción va a causar un desastre ambiental, lo digan dos o treinta sesudos catedráticos de salón que no distinguen el tomillo del cantueso.
Miren ustedes, el bisonte es una vaca; comen lo mismo, cagan lo mismo y ocupan el mismo espacio ambiental. Unos son más mansos y otros tienen el genio más vivo; como las vacas.
Lo que antes iba a ser la panacea, hoy es un peligro ambiental
Pero el caso es que lo que antes iba a ser la panacea, hoy es un peligro ambiental. ¿Por qué? Por la pasta/parné/dinero. Hay demasiados que no perdonan que la reintroducción del bisonte se haya realizado por personas privadas, con dinero privado y en fincas privadas. Les han privado del chupe de lo público, del colchón eterno de la investigación de la nada. Los que se frotaban las manos pensando en que iban a tener biberón público para poder demostrar que los bisontes se adaptan a España mejor que una vaca frisona, hoy aseguran que morirán de calor si no se les da agua (nos ha j…, también los camellos).
El bisonte se extinguió antes de poder echarle la culpa a las escopetas y al cambio climático
El bisonte se extinguió antes de poder echarle la culpa a las escopetas y al cambio climático y, además, su reintroducción se está realizando sin chupe ni biberón del dinero público, por lo que se ha convertido en especie no deseable para los ‘ecolochupones’. Nunca fue la panacea ambiental, como hoy no es peligro alguno. Quien quiera tenerlo, que lo tenga, de igual forma que puede tener vacas moruchas, bravas o frisonas. Pero que los ‘comesubvenciones’ se callen de un puñetera vez, tanto cuando ayer defendían al bisonte (pensando en una futura ubre pública), como cuando ahora lo critican (porque ya no les da réditos).
La especie cuya extinción daría mayor ventaja al medio ambiente patrio sería el ‘científicus chupópterus de lo públicus‘, esos que cobran durante años para decir que los zorros y meloncillos comen huevos y pollos de perdiz; aquellos que justifican becas de investigación para comprobar que llueve para abajo.
Demasiados certificadores de lo evidente. Demasiados científicos de lo que les paguen. Demasiado cretino por metro cuadrado. Demasiado mercenario intelectual de escaso intelecto.