Por Ignacio R. García Gómez
Siempre que uno tiene la posibilidad de hacer una espera, se llena la mente de ilusionantes imágenes de un «guarro señor» que sea la envidia de todo nuestro mayor o menor repertorio de amigos. En la mayor parte de las ocasiones la impaciencia de llegar al puesto cubre las lentas horas de un reloj que parece inválido en su caminar.