SCI latinoamérica

Brasil, una oportunidad de caza en el ‘país mais grande do mundo’

 

 

 

Por J. Thomas Saldias, M. Sc. (Senior Consultant, Global Specialized Consultants LLC)

 

Durante mi viaje al Paraguay recibí la visita de Mario Collado y del Dr. Vaner Strupeni, presidente de la ONG Social Mario Collado y su asesor legal, respectivamente. Ambos cazadores y miembros del SCI en Brazil. Ellos venían a proponerme una nueva empresa en ese hermano país, donde, por mucho tiempo, la caza deportiva ha estado largamente prohibida, aunque, como veremos, tiene algunos sitios funcionando.

 

Salimos hacia Sao Paulo donde nos esperaba Mario Collado, quien haría también las veces de mi anfitrión. El objetivo principal del viaje era evaluar una comunidad indígena que había solicitado el apoyo de la ONG de Mario para establecer un proyecto de uso sostenible y ecoturismo. La comunidad, ubicada en el estado de Tocantins, pertenece al grupo étnico krahó-kanela, poseen una extensión territorial de 7.000 hectáreas con otras 24.000 en proceso de transferencia. La comunidad posee unas 1.000 cabezas de ganado, principalmente nelore, y son hermanos en la fraternidad de cazadores. Como es de esperar, poseen una megafauna de gran interés cinegético, así como búfalos de agua que fueron introducidos en la zona hace ya varias décadas.

Este grupo, liderado por el cacique Mariano Gonçalves, tiene una singular historia. Tras emigrar desde el sur del estado de Marañon en los años veinte, se asentó en la zona de Mata Alagada, en el estado de Tocantins; sin embargo, en los setenta, tras sangrientos conflictos con hacendados de la zona, fueron ilegalmente expulsados, convirtiéndose en un grupo nómada que no dejó de luchar por el retorno a su territorio ancestral. Después de años de lucha, encontraron el apoyo político de una ONG y el presidente Lula firmó la devolución de sus tierras. Es así como nace la Aldeia Lankraré, compuesta por 18 familias con un total de 118 individuos.

 

De camino a la aldea 

Conocidos los factores que promovían nuestra visita, y entusiasmados con las perspectivas, preparamos el Jeep Defender con toda la parafernalia (pues las leyes de Brasil son muy restrictivas con respecto al transporte de armas de fuego vía aérea).

Nuestro equipo estaba compuesto por el presidente de la ONG, Mario Collado, el Dr. Vaner Strupeni y su hijo Walter –de sólo doce años y gran aficionado a la caza–, quien escribe y un personaje que, para no manchar su reputación, llamaremos Joaquim, marqués de la Bagunza y del Desmadre. Joaquim es todo un personaje…

Salimos de Sao Paulo un viernes por la tarde. El Dr. Vaner iba de piloto y yo de copiloto. Atrás, Mario, Walter y Joaquim.

Joaquim, gentilmente nos, había prestado su GPS, que seguramente estaba alineado con la Luna o con Marte, porque nos hizo perder el rumbo tan pronto salimos de Sao Paulo. Entrando en el estado de Goias había momentos en que, simplemente, mostraba la pantalla en blanco. Después de andar en círculos en una ciudad, sin poder encontrar la autopista, el Dr. Vaner tomó nuevamente las riendas y, preguntando, logramos localizar el camino hacia Anapolis, y de allí, hacia Tocantins.

Llegamos a Gurupí, ya en el estado de Tocantins, y recogimos a Walter, funcionario de la Agencia de Asuntos Indígenas (FUNAI), nuestro supervisor y contacto con el Gobierno federal. Salimos hacia Lagoa da Confuçao donde compraríamos las provisiones ya para ingresar a la aldea. En total habíamos recorrido casi 2.000 kilómetros desde nuestra salida, ¡sin parar!

 

El recurso de la caza

El camino desde Lagoa da Confuçao y la aldea es de aproximadamente 200 km, un paisaje estupendo, y ya desde el camino veíamos la gran cantidad de caimanes (jacarés) en el río. A la entrada de la aldea, una manada de búfalos que se confundían con el ganado nelore nos daban la bienvenida.

Arribamos a la aldea bien entrada la noche, sólo dio tiempo para los saludos protocolarios y nos repartimos entre la casa de Sebastián y de Algemir, que sería nuestro guía para las expediciones a seguir. Algemir es hermano de Mariano, el actual cacique. Al día siguiente y a la espera de la llegada de Mariano, salimos a explorar la vecindad. La aldea se asienta en la ribera de lo que parecía un río, pero que, en realidad, es una laguna. 

Al recorrer el campo rápidamente encontramos al famoso ciervo de los pantanos (Blastoceros dichotomus), sumamente abundante en la zona, debido no sólo al hábitat favorable, sino también a que su carne no es apreciada por la mayoría de los miembros de la comunidad. Después de que Algemir se acostumbrara un poco a mi portuñol americanizado y lográramos establecer nombres comunes para las especies que él me describía, supe que en esa área existían desde jaguares (Pantera onça) y pumas (Puma concolor) a otros felinos más pequeños, así como dos tipos de pecaríes (de collar y labiado), pacas, tapires (que ellos apreciaban mucho por lo delicioso de su carne) y otros venados que asumo (aún no los he visto) se trata de una de las especies de mazama. También vimos diversas aves, grandes cantidades de patos, y el famoso ñandú, primo del avestruz, que también es abundante en la zona. En este primer día las perspectivas lucían fantásticas por el gran potencial que había en la aldea.

Al regresar, noté con especial interés las pieles de jaguar secándose al sol en diversas partes de la aldea. Al acercarme a Walter, me indicó que, efectivamente, los indios cazaban jaguares y pumas porque causaban un daño tremendo a su ganado. Sólo este año ya tenían más de 30 cabezas que habían sido comidas por felinos. Aquí también era necesario establecer un estudio para conocer el impacto real de lo que estaba sucediendo, y quizás algún día establecer lo que la ley misma permite, la caza de control una vez que se demuestre el daño.

Por la tarde, acompañamos a Mario y Walter a dar una vueltita por la laguna en busca del tucunaré (Peakock bass), el que también es asiduo visitante de la cocina local. Mario, que traía los últimos aparejos de pesca, fue confrontado con la tecnología local: un anzuelo grande con un pedazo de bolsa blanca como carnada. Asuman ustedes cuál funcionaba mejor.

Ya por la noche regresó Mariano y pudimos, finalmente, conversar sobre los proyectos y anhelos de la comunidad, las posibilidades de implementarlos, de buscarles financiamiento y de establecer un proyecto piloto de uso sostenible con aplicación de caza y pesca deportivas. Estábamos frente a una oportunidad de oro para abrir una posibilidad de caza deportiva en la región y, especialmente, en Brasil.

Conocido es que la caza en Brasil está cerrada; sin embargo, no del todo. Algunos estados, como Santa Catarina, Río Grande y Paraná, tienen temporadas de caza (especialmente de pluma) y ahora soportan un problema enorme con la invasión porcina (chancho alzado o cimarrón) que, como es conocido, no hay manera de parar, sino con mucho plomo. Existen, además, algunas reservas que obtuvieron permisos de cría y de extracción en diferentes estados, siendo el más simpático e irónico, desde mi punto de vista, sin decir nombres ni ubicación, uno que, de jueves a domingo es zoológico, sumamente ‘verde’, ecologista y ‘progre’, y martes y miércoles es coto de caza. Era lo más lógico… ¿qué harían con todo el excedente de animales que, en su ciclo natural, comen, defecan, duermen y cuando tienen oportunidad y nadie los molesta se reproducen como liebres? Hay muchas alfombras y paredes decoradas con bonitos trofeos que tienen esta procedencia.

En la aldea Lankraré la carne del búfalo es sumamente apreciada. Como la ley, de armas, es muy restrictiva para todos los brasileños y más aún para los indígenas, no existen armas allí… no de gran calibre… un par de escopetas 12 y el omnipresente 22LR. Algemir y su equipo ‘cazan’ a los búfalos a caballo, los lazan y, vivos, son llevados hasta donde son sacrificados y faenados. Así que, conociendo el estímulo, nos ofrecimos como ‘voluntarios’ para proveer de carne a la aldea.

El Dr. Vaner había traído un rifle de fabricación nacional en calibre .458; yo tenía un 7 mm; Mario, un 45-70, que es su calibre favorito; mientras que el Marqués había traído un pieza de colección, finamente conservada, funcional, de más de cien años, breach-loader, también en 45-70. El único problema, y que yo no conocía, pero Vaner y Mario sí, era que ese pau de fogo no tenía ningún tipo de seguro.

El plan era que avanzaríamos a primera hora de la mañana en el Defender hasta donde pudiese avanzar; luego tomaríamos los caballos hasta donde estaban los búfalos y, una vez colocados, realizaríamos el lance.

En vez de salir a las 5.00 horas como habíamos planeado, el grupo no se juntó hasta pasadas las diez de la mañana, con sol en lo alto, mucha humedad y con perspectivas de caminar mucho. 

Salimos de la aldea y, en menos de treinta minutos, ya estábamos en la zona donde tienen los corrales grandes para el ganado. Había varios de los muchachos a caballo, trabajando, y varios caballos ensillados. Pensé que eran para nosotros. Avanzamos ya un trecho mas difícil, aún en el jeep, hasta un punto donde Algemir nos indicó que a partir de aquí avanzaríamos… a pie.

Vaner y yo nos miramos y, sin decir palabra, nos bajamos del carro. Todo el mundo tomó sus armas y nos preparamos. Walter entró en el todoterreno y se sentó en el asiento posterior a comer una galletita. En ese momento, se escuchó un disparo; no sabíamos de dónde provenía. En eso, Walter, comenzó a llorar, el estruendo había sido desde dentro del jeep. Fue entonces cuando entendimos qué había pasado. El Marqués, a pesar de las advertencias, había cargado su rifle y lo había dejado en el asiento posterior. Cuando Walter se sentó se disparó, rompiéndole el tímpano y pasando a escasos centímetros de la pierna de su padre. Por supuesto, la puerta tenía un tremendo agujero.

Después, con los pelos de punta, salimos a pie en busca de los benditos búfalos. Ahora ya íbamos un grupo más pequeño que incluía al Dr. Vaner, Mario, Algemir, tres ayudantes y yo. Caminamos, quizás durante una hora, hasta llegar a la zona pantanosa donde estaban los búfalos. Cargamos los rifles y avanzamos unos treinta minutos más, ya siguiendo rastros. En un momento, divisé a un grupo de búfalos a unos 250 m. Mario se quedó atrás con un ayudante, Algemir se llevó su 45-70, el Dr. Vaner la .458 y yo la 7 mm. Dimos una vuelta enorme y, al llegar hacia la zona donde habían estado, ya habían entrado en el matorral cerrado. Los seguimos un poco más, pero ante mi insistencia de que con el ruido que hacíamos sólo los alejaríamos, Algemir decidió dar marcha atrás. 

Al regresar hasta donde estaban Mario y su ayudante, descansamos unos minutos y emprendimos el regreso. Al rato me di cuenta que el grupo estaba lejos y le dije: «Algemir, el grupo está retrasado, esperemos». «No –me dijo– están saliendo por otro lado, vamos a explorar por aquí». Yo veía los senderos por donde, obviamente, transitaba mucha fauna, pero él escogía lo más denso y cerrado. Al rato iba abriéndose paso con el machete. Entonces dije: «Algemir, aquí está muy cerrado, ya estamos perdidos, verdad?». Me miró seriamente y dijo: «Sí». En ese momento, pensé: «Sin arma, sin agua, ahora sí nos jodimos». Comenzó a llamar a su gente con unos gritos característicos de ellos… Al responder nos fuimos orientando hacia dónde teníamos que ir.

Nuevamente, los senderos eran simple decoración del campo. Finalmente, a lo lejos, se veía el cielo, indicativo de que estábamos cerca de borde de la espesura. Una vez que salimos me bajó la presión, sentí escalofríos y le pregunté si podíamos descansar un poco… 

Me tiré a la sombra de un árbol, me quedé con la escopeta, por si acaso, y Algemir fue a traer el jeep en mi rescate y regresamos.

Ya descansados nos reunimos con los miembros de la aldea que, como indico, es un grupo familiar. Escuchamos a sus peticiones e ideas; habló Walter, de la FUNAI, sobre las ventajas de un proyecto de uso sostenible y en mi portuñol expliqué las ventajas de los programas de uso sostenible, enfatizando las experiencias de grupos indígenas, tanto en EEUU como en Canadá (el oso polar es el ejemplo más ilustrativo). Al terminar teníamos ya varios compromisos de trabajo asumidos, especialmente la voluntad expresa de la comunidad de establecer un programa de caza y pesca deportivas, con actividades de ecoturismo dentro de la reserva. 

Con esta visita se abren grandes posibilidades de establecer un programa de uso sostenible, con caza y pesca deportivas, en una comunidad indígena en la región. Hemos iniciado los trámites para la obtención de los permisos, preparando los detalles para la formulación de un plan de trabajo con la comunidad, escribiendo el proyecto integral para buscar la financiación. Nuestros primeros pasos apuntan a que, tras la temporada de lluvias, instalemos cámaras-trampa para inciar estudios poblacionales, a fin de poder establecer un plan de manejo para las especies nativas.

Aldea Lankraré ya tiene a su primer cliente para la caza de búfalos la próxima temporada. Jim Shockey y su equipo de filmación estarán con nosotros nuevamente abriendo puertas y haciendo el camino para que podamos decir: «Boa caça Brazil, país maravilhoso!».

 

Para mayor información sobre ésta y otras oportunidades de caza deportiva en la Región Latinoamericana, escriba a J. Thomas Saldias ([email protected]) 

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