Cada 3 de noviembre se celebra la festividad de San Huberto, patrón de los cazadores, en recuerdo al aniversario de su canonización.
Hijo del duque de Aquitania, nació en el 655 y como los nobles de la época era un gran aficionado a la caza, descuidando sus deberes religiosos. Cuando un Viernes Santo se encontraba tras un gran venado.
Éste se volvió y Huberto pudo ver entre su cuerna un crucifijo iluminado por numerosos rayos, oyendo una voz que le conminaba a volver a la llevar una vida piadosa o de lo contrario se condenaría al infierno.
Huberto renunció a su rango y derechos en el ducado de Aquitania, distribuyó entre los pobres su riqueza y profesó en las órdenes sagradas, llegando a obispo de la diócesis de Maastricht (Países Bajos).
Más tarde trasladó la sede a Lieja (Bélgica), y evangelizó el área de las Ardenas.
Huberto murió en Tervuren, Brabante, en 727 o 728 y fue enterrado en Lieja.
Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto.
En los siguientes años hasta el siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.
Es patrono contra la rabia y de los cazadores, matemáticos, ópticos y metalúrgicos.
Imagen: La visión de San Huberto. Obra de Bruegel de Velours. Museo del Prado. Madrid.