La apertura de la veda de caza, desde un punto de vista técnico, como es de sobra conocido, también se conoce con el nombre de época hábil. Quiero referirme a la destinada a la caza de animales del elenco de los cinegéticos, pero en ningún caso a la caza de políticos, algo tan cotidiano como las acciones cinegéticas, y que no hace muchos días ocupaba portadas por el fallecimiento de una persona ejemplar, a un nivel que desconozco, pero que sí sé que dedicó la vida al desarrollo de su ciudad.
Centrándome en el mundo cinegético, especialmente en los cazadores, está claro que, como pasa en todo en la vida, se echa de menos un mayor grado cultural. Está claro que leemos poco y escuchamos menos. La mayoría de las cuestiones que podemos considerar técnicas sólo llegamos a conocerlas por la repetición sistemática en improvisadas tertulias, por lo común de escasa o nula profundidad. Por ejemplo, en el caso de los ciervos, durante el antes y el después de las cacerías, principalmente en las juntas de carne, cuando el que más y el que menos intenta demostrar su ‘conocimiento’ acerca de los trofeos, suelen oírse auténticas barbaridades o al menos así las considero yo.
En este ámbito, supongo que como en otros, los errores están al orden del día. Boca a boca son trasmitidos y al final parecen ciertos, no hay tiempo, ni quizá interés, en contrastarlos. Se da el caso de personas que conocen la realidad y prefieren callar por prudencia, limitándose a dirigir alguna mirada cómplice a alguien que pueda conocer su significado.
Al final, cada día es más fácil encontrar importantes aficionados a la cinegética cometiendo equivocaciones de bulto, quizá por seguir la moda o por simple modestia. Algunos equívocos actuales me parecen difícilmente subsanables y están contaminando el escaso nivel cultural-cinegético de la sociedad cazadora.
Me voy a referir, en este caso, al conocimiento de una serie de cuestiones muy sencillas sobre la cornamenta del venado. Hace ya años que se olvidó aquello de que cada punta de la cornamenta de un ciervo representaba un año, al menos llevo muchas temporadas sin escucharlo. En la actualidad dicha falsa creencia ha sido sustituida por otras dos, quizá menos graves, pero que ponen a las claras que sus usuarios no han leído nada serio sobre la especie o, si lo han hecho, la atención ha sido mínima.
Una de esas cuestiones es llamar a un ciervo de segunda cabeza: ‘primera cabeza de venao’. Y lo anterior en el mejor de los casos, puesto que ya no son pocos los que hablan de ‘primera cabeza’, a secas, cuando se refieren a los ejemplares que ya han desarrollado la segunda cornamenta de su vida. ¿Qué les han hecho los varetos y horquillones de primera cuerna?
Es obvio que estas personas no saben de qué hablan o que para ellas un venado debe pasar por varias fases en su vida, de forma que un vareto tras sufrir su correspondiente metamorfosis se transforma en otro animal: ¡un venado! Algún niño, con seguridad le preguntará a su padre montero: ¿Y antes de ser venado, qué era, papá?, ¿pasa algo así como lo que me enseñaron, en la asignatura de Conocimiento del Medio, del gusano de la seda y su mariposa?
El segundo error se refiere a la punta central, ahora resulta que la llaman ‘candil’. Esta bonita palabra tan utilizada en tantos y tantos autores de libros de caza, desde principio del pasado siglo, como sinónimo de punta, es ahora el nuevo nombre exclusivo para la central.
En estos momentos recuerdo con cariño a Felipe Choclán, en la época en la que coincidimos en la Politécnica de Madrid; para afinar más, cuando me enseñó aquella novela manuscrita elaborada por su padre, sobre la vida de un ciervo, de título El diez candiles. Un proyecto de libro, del que desconozco si finalmente fue publicado, que de alguna forma emulaba al Solitario de Jaime de Foxá.
La falta de interés por adquirir conocimientos nos lleva a inventar términos para intentar disimular nuestra incultura. Espero que no estemos viviendo la época hábil para acabar con el vocabulario cinegético tradicional y su significado.
Por Juan Caballero de la Calle